Los socios abordan la delicada situación con el ánimo de preservar la atención sanitaria y el patrimonio cultural
25 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.El Centro Gallego de Buenos Aires escribe esta madrugada una nueva página de su desaparición tal y como se conoció en los años de esplendor de su siglo largo de historia, en el que fue la institución de referencia para los emigrantes de Galicia en Argentina. La asamblea de representantes de socios -unos cuatro mil en la actualidad- celebraba al cierre de esta edición un tercer encuentro con el objetivo de clarificar por fin las deudas que ha acumulado en torno a las actividades que se desarrollaban en el poderoso edificio de la avenida Belgrano, de carácter sanitario y cultural.
Fue la gestión de la parte relacionada con la salud la que ha llevado al centro a acumular una deuda que supuestamente supera los sesenta millones de euros. No se trata de un agujero definido, y ese es el motivo fundamental por el cual la asamblea ha fracasado en dos ocasiones. La opacidad de las cuentas ha caracterizado la gestión de los últimos años, cuando el Gobierno argentino -uno de los principales acreedores- impulsó la intervención judicial y colocó a una persona al frente del proyecto, que siguió acumulando deuda. Si los socios dan por buena la contabilidad, estarán abriendo la puerta a la venta del edificio, de 36.000 metros cuadrados, y atentos a la noticia están la fundación Favaloro y el grupo valenciano Ribera Salud, que unidos quieren hacerse con la propiedad, hacer una importante reforma y seguir destinando el inmueble a fines sanitarios.
La clave de la venta, a ojos de los socios, es saber cómo van a afrontar los nuevos propietarios la atención sanitaria y cuál sería la deuda final que les queda, porque la oferta empresarial no llegaba para cubrir el enorme descubierto. En este punto entran las dudas sobre el legado patrimonial de la institución, conformado por cientos de obras de arte, algunas de ellas de prestigiosos artistas gallegos. La nueva dirección no vería problemas en ceder espacios para que continúe la actividad cultural, que estaría comprometida si la sociedad que la gestiona hereda una gran deuda.