Objetivo: crear valor y fijar población en un territorio que desaprovecha el 30 % de su superficie forestal
05 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Galicia lidera el ránking mundial de potencias forestales que más superficie de monte tiene infrautilizada. No es algo nuevo. Ya sucedía así hace un cuarto de siglo. La idea de retomar el Plan Forestal de 1992, actualizado y con las aportaciones de toda la cadena de valor, constata el error de un país que ha gastado en las últimas décadas más dinero en apagar fuegos que en ordenar su monte. Aquella estrategia, respaldada por todos los grupos, con una vigencia de 40 años y que preveía una inversión anual equivalente al 3 % del presupuesto autonómico, se incumplió año tras año.
¿Cuál es la radiografía del sector?
No podría entenderse el conjunto de la economía gallega sin todo lo que aporta la cadena de valor de la madera. Galicia es líder en producción y exportación de madera. Y el sector, con unas 3.000 empresas y 75.000 puestos de trabajo, entre directos e inducidos, aporta el 2 % del PIB de la comunidad. Estos datos evidencian que Galicia es una potencia forestal, pero podría serlo aún más. Esta contribución a la riqueza se produce a pesar de un dato demoledor: la comunidad desaprovecha hasta un 30 % de la superficie forestal. De los algo más de dos millones de hectáreas de monte, hay 600.000 que no se encuentran arboladas. Esta proporción es más del doble que en países como Finlandia o Austria, potencias forestales. La foto actual es casi la misma que hace 30 años. Es decir, apenas se ha avanzado. De ahí la necesidad de recuperar una estrategia global, en la que sumen la Administración autonómica y el conjunto de la cadena de valor.
¿Por qué hay tanto territorio desaprovechado?
Por la estructura minifundista de la propiedad. En Galicia, casi uno de cada cuatro habitantes es dueño de una parcela. Es decir, unas 680.000 personas. Es decir, miles de propietarios de ínfimas porciones que, aisladamente, valen poco para su explotación. De ahí la necesidad de ganar dimensión y reordenar el monte, uno de los grandes retos para lograr una mayor competitividad tanto en origen como en transformación (propietarios e industrias transformadoras). Aquí se plantea también un problema: la mayor parte del suelo forestal gallego no consta en los registros de la propiedad y su información catastral tiene grandes vacíos.
¿Por qué es prioritaria la ordenación del monte?
El propietario gallego medio posee dos hectáreas repartidas en ocho parcelas, y solo un 3 % participan en fórmulas de cooperación. Pese a que el debate se ha centrado en la conveniencia de especies, el reto estructural es otro: ganar tamaño y, en consecuencia, rentabilidad. Hasta ahora, los diferentes instrumentos para agrupar parcelas y hacerlas potencialmente más rentables han tenido unos resultados muy discretos. Entre el 2005 y el 2009, el bipartito puso en marcha las Unidades de Xestión Forestal (Uxfor), pero fracasaron. La Xunta de Feijoo creó en el 2012 las Sociedades de Fomento Forestal (Sofor), con un balance insuficiente. Los expertos sostienen que deberían flexibilizarse más algunas de sus exigencias; y, sobre todo, mejorar el régimen fiscal aplicable a los miembros que la integran y que, a día de hoy, es desincentivador.
¿Cuál sería el impacto de unir parcelas?
La falta de producción forestal, consecuencia de una estructura minifundista de la propiedad que hace poco rentable cortar madera a pequeña escala, está hipotecando la viabilidad futura de los eslabones de la cadena de valor. Esto afecta a los propietarios, pero también a los aserraderos, a las industrias de primera transformación (tablero y pasta) y a las de segunda (mueble). Esto se produce porque no se pueden aumentar las cortas en el futuro y la madera que se oferta en origen es excesivamente cara por los elevados costes de producción. Es decir, se obliga a las industrias a traer materia prima de fuera que podrían suministrarles los habitantes de un rural gallego muy azotado por la despoblación y la crisis de rentabilidad de la actividad agroganadera.
¿Cuánto hay en juego?
Mucho. Sobre todo a medio plazo. Es necesario consolidar e incrementar la inversión pública, pero el desarrollo forestal no puede fiarlo todo a los presupuestos de la Xunta, del Estado o de la Unión Europea. Resulta indispensable también la participación privada. Y esto exige cambios en el régimen fiscal, con incentivos, además del estudio y aplicación de otras fórmulas ya arraigadas en otros países, como préstamos con interés bonificado, fondos de inversión forestal o el desarrollo de algún tipo de seguro específico. El plan busca que no se consolide el actual status quo y evitar que la economía del rural, muy vinculada al monte, pierda puestos de trabajo. El futuro del sector pasa también por la transferencia de conocimiento. Establecer líneas de apoyo a la innovación forestal dentro de los planes de I+D. Las nuevas prácticas silvícolas o cómo optimizar los recursos serían áreas determinantes de desarrollo. También se hace indispensable una renovación de la gestión pública de los montes, de mucha importancia en algunas comarcas. La gestión pública de montes afecta al 40 % de la superficie vecinal, lo que es especialmente relevante en la tutela de montes vecinales en estado de abandono.