Bienvenidos al Camino más oriental. Casi dos de cada cien peregrinos que llegan a Santiago son de Corea del Sur
03 ago 2018 . Actualizado a las 21:06 h.El cielo no deja ver el sol en Agés, localidad castellana a cuatro kilómetros de San Juan de Ortega. Hace un frío inusual y que aún no habíamos experimentado en nuestra aventura. Entramos en calor con un café, unos huevos revueltos y un zumo. En la fuente de esta localidad, entre la niebla, una foto. Dos surcoreanos repostan para empezar a sumar kilómetros a su travesía. Él, Cheong Kwang-Jin, saca el mejor perfil de su mujer, Kim Dong Suk. Puedo escribir sus nombres porque los han anotado con su puño y letra en mi libreta. No serán los últimos que lo hagan. Pretendemos saber hoy por qué Corea del Sur es el país asiático que más peregrinos aporta en la ruta jacobea. Solo el año pasado, según el informe de la Oficina del Peregrino, sellaron su compostela 5.106 coreanos. El siguiente en la lista, Japón, reduce la cifra a 1.474.
Rubén y Raquel, al frente del albergue El Pajar de Agés, lo confirman: «Los extranjeros a los que más vemos son coreanos y después americanos y alemanes».
El reloj no perdona. Más todavía sabiendo que antes de recorrer los 42 kilómetros que tenemos hasta Hornillos del Camino está Burgos. Hay que darse prisa para probar la típica morcilla, un lujo que queremos darnos. Llegamos a Atapuerca, el pueblo, sin visita a sus legendarias cuevas, que no están en el trazado francés pero a las que se llegaría mediante un desvío perfectamente señalizado que dejamos a mano derecha. Superamos el alto de la Cruz y empezamos a ver cómo se abre el día. Mónica Ferreiro desciende también con paso firme. «¿Sois gallegos?», nos interpela al escucharnos hablar entre nosotros. De padre gallego, aunque madrileña, se alegra tanto como nosotros de poder descubrir a unos paisanos. «Lo hice hace tres años y sí que noto más extranjeros que antes, sobre todo orientales», aporta confirmando la teoría.
Pedaleamos un poco más e intuimos caracteres coreanos en el bolsillo de red de una mochila. Seong-Jin nos lo muestra. Es un libro de Kym Hyo Sun. Se detiene, rebusca entre sus cosas y saca otros dos. Nos explica que esta popular autora ha publicado obras sobre el Camino Portugués, Francés y la Vía de la Plata. Ha pasado de lector a peregrino.
En la plaza del rey San Fernando de Burgos, a la catedral le ha salido competencia. Una escultura recrea a un peregrino y se cuela en todos los selfis. Escuchamos las más universales expresiones previas al disparo: «Cheese!; «¡pa-ta-ta!»; o, dado el caso que nos ocupa, «kimvhi». Le pregunto a un grupo de jóvenes coreanos su significado. «Es un plato tradicional hecho con col», confirma el fotógrafo. También ellos sugieren comida en estas ocasiones. Hacen bien. Cada vez queda menos. Hay que saborear el Camino foto a foto.
«Seúl es muy agobiante y el Camino es paz»
Su piel blanca destaca en las sendas. Quizás por eso protejan con mimo su tez clara. Gorros y túnicas forman parte del equipaje de este grupo al que los rayos de sol no detienen. «Estamos muy emocionados y orgullosos de poder llegar a Santiago». Cuentan que en su país el ritmo de vida en la capital, Seúl, de dónde provienen, es estresante.
«La ciudad es muy agobiante, hay mucha gente y todo el mundo tiene prisa. Sin embargo, el Camino es paz». Aunque en su país se profesan principalmente el protestantismo y el budismo, ellos forman parte del 35 % de católicos que, según nos dicen, hay en su país. El suyo es un viaje introspectivo y no comparten con nosotros su motivación para abrazar al Apóstol.
«¿La verdad? Tenemos miedo a las montañas de Galicia»
Sus rasgos son completamente orientales, pero hablan un inglés demasiado fluido que nos hace sospechar. No todos los coreanos lo dominan y es habitual que si viajan en grupo no se relacionen con el resto de ruteros. Pero a ellos se les nota con ganas de hablar. «Somos de Nueva Jersey», cuentan nada más empezar, dejándonos atónitos. Tras alabar a los músicos que ha dado su estado, como Bon Jovi, Bruce Springsteen o Aerosmith, prosiguen. Ella, coreana, estudió en Estados Unidos y él es hijo de emigrantes en Norteamérica. Dicen que en su país abundan los realities televisivos sobre gente que hace el Camino. Los han visto. Y confiesan: «¿La verdad? Le tenemos miedo a las montañas de Galicia».
La catedral, el arco de Santa María y la morcilla de la calle Sombrerería
El recorrido en Burgos es cómodo para el peregrino, entrando por Gamonal y tomando después de Plaza Rey la calle Victoria. Es en ese momento, y mientras sorteamos los coches con nuestras bicis, cuando Juan Miguel Uzquiza se une al pelotón. Este burgalés de ascendencia vasca dará un pequeño rodeo antes de llegar a su peluquería para acompañarnos. «Burgos en bicicleta es muy cómoda, y a pie también. Solo hay que seguir por Victoria hasta el casco histórico», nos cuenta hincando el pie ante un semáforo en rojo.
Va a tener razón. Entramos en una zona peatonal y rápidamente llegamos a la catedral. Acostumbrado como compostelano a la fachada barroca del Obradoiro de Fernando de Casas Novoa, el estilo gótico de la de Burgos extraña y gusta a partes iguales. Sorprende su altura (88 metros). Muy cerca tenemos también el arco de Santa María, también de parada obligada antes de continuar hacia Santiago. Después de las fotos, en la calle Sombrerería, nos aguardan las tapas de morcilla. Entre los locales emblemáticos, el Victoria, que hace más de un siglo empezaba a funcionar como despacho de vino. Hoy su vermú es un must en la ciudad.
Mañana, séptima etapa: Hornillos del Camino-Frómista
CONSULTA AQUÍ LAS ETAPAS ANTERIORES: