Hoy es la entrada principal a la basílica santiaguesa y fue rehabilitada en los años ochenta
07 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Entre el Obradoiro y A Quintana se encuentra otra de las caras más fotografiadas de la catedral de Santiago. La fachada de Praterías recibe su nombre de la plaza a la que mira. A los pies de la escalinata se emplazaban antiguamente los talleres de orfebres que vendían recuerdos en plata con diversos motivos jacobeos, y aún queda hoy algún representante de este oficio. Es conocida y estudiada por los alumnos de Historia del Arte como el único telón exterior románico que conserva la basílica compostelana, por la que accedían los peregrinos que llegaban a su meta a través del Camino Portugués y la Vía de la Plata, y una de las más transitadas cuando la antesala al pórtico de la Gloria era un lodazal en los días de lluvia. De un tiempo a esta parte es la entrada principal para todo visitante que, esperando en la cola de entrada, puede detenerse a contemplar una obra singular, en la que la justicia y el caos conviven desde hace siglos. Restaurada en los años ochenta, se mantiene en un admirable estado de conservación.
Entre las incógnitas que rodean a la fachada sur está la fecha de su creación, que según algunos autores data del año 1078 y otros lo fechan un poco después, en 1103. Se atribuye al constructor de la catedral románica de Pamplona, el maestro Esteban. En el pasado se conocía como la de la justicia, porque el atrio sur de la catedral servía como escenario para la administración de justicia, donde se impartía todos los viernes por parte de una figura episcopal. Esta fue también su condena, porque la impopularidad del arzobispo Xelmírez y sus sentencias llevó a una revuelta popular, que acabó con la destrucción de su opulenta residencia. Situada junto a la fachada de Praterías, el fuego que la arrasó en 1117 también sumió entre las llamas la composición del maestro Esteban, que nunca volvería a ser la misma.
Las alteraciones de su reconstrucción y los añadidos posteriores, con obras románicas procedentes de la destruida puerta norte de la basílica (la del Paraíso) u otras diseñadas para la fachada oeste que nunca llegó a levantarse, le confieren un aspecto caótico. Columnas de granito y mármol conviven entre un amplio abanico de esculturas de distinta talla. Ángeles, centauros, sirenas, apóstoles y signos zodiacales comparten espacio en el friso, presidido por la figura de Cristo, con Santiago a su vera.
La mujer adúltera
Aunque el tímpano de la izquierda (donde se narran las tentaciones de Jesús) sea, posiblemente, uno de los que más miradas recibe, pues alberga a la famosa mujer adúltera, una de las figuras añadidas al conjunto. Dentro de la representación de la tentación está Aldonza. Condenada por adulterio, sostiene en sus manos la calavera de su amante, al que su esposo le cortó la cabeza obligándole a ella a besarla dos veces al día. «La gente interpretaba al verla el castigo, un exemplum, lo que no se debe hacer, lo negativo», señala la historiadora del arte Mercedes Pintos, autora de un estudio sobre la iconografía femenina de la catedral. Otras de las imágenes más destacadas en esta parte son las de Adán y Eva, el Santiago entre cipreses o la imagen de David.
En el tímpano de la derecha las escenas también componen un rompecabezas. Desde la Epifanía a la Pasión, pasando por el Juicio de Pilatos o la traición de Judas, entre otros. Una amalgama de representaciones, entre las que se encontraba la figura apostólica que acabó en Eric Singer.