Una compostelana que sufrió en Portugal el impacto de Leslie: «Es como si cayera una bomba; nunca sentí tanto pánico»

GALICIA

La llegada de la tormenta a tierra sorprendió a esta familia gallega de vuelta al hotel donde pasaban el puente festivo
14 oct 2018 . Actualizado a las 14:35 h.Aún con nervios, y con la certeza de haber pasado la peor experiencia de su vida, la compostelana Diana Barral Portela relata para La Voz cómo se vivió en Figueira da Foz, la localidad lusa donde anoche tocó tierra Leslie, el impacto de esta tormenta tropical que azotó el núcleo con rachas de hasta 176 kilómetros y sumió a muchos vecinos del enclave en «una pesadilla».
Esta santiaguesa se encontraba en la localidad -una de las más turísticas de esta costa portuguesa situada a 200 kilómetros al norte de Lisboa- aprovechando el puente festivo. Viajó hasta allí junto a su pareja y su hija de cuatro años.
La tormenta les sorprendió cuando regresaban al hotel de Figueira donde dormían, un trayecto de vuelta que adelantaron, precisamente, por los avisos que apuntaban a que Leslie -ciclón que desconcertó a los meteorólogos al no ser capaces de prever su evolución hasta horas antes del impacto- tocaría tierra a media noche, una previsión que, finalmente, se adelantó. «Fue sobre las 22.10 o 22.15, hora portuguesa. Habíamos salido de un restaurante donde cenamos y ya estábamos en el coche. Fue en ese momento cuando empezó a arreciar el viento», recuerda aún con temblor la compostelana. «Fue horrible, nunca sentí tanto pánico en mi vida», enfatiza. «De repente empezó a volar todo, desde árboles hasta tejas o paneles solares. En el coche sentíamos cada poco el 'bum', 'bum' del impacto», aclara la gallega.
«Paramos el coche y me pasé al asiento de atrás, donde viaja mi hija que, ante el ruido, no paraba de pedir que subiéramos el volumen de la radio», sostiene Diana Barral, de 32 años. «Intentaba mantener la calma por ella pero era imposible», constata.

Tras retomar el viaje -un trayecto que se alargó al estar ya muchas calles cortadas- pudieron llegar al hotel donde, según confiesa, el escenario era desolador. «Todos los coches estacionados en esa calle tenían las lunas rotas y presentaban muchos daños», recuerda. «Además, nos dimos cuenta que el hotel estaba cerrado y totalmente apagado», añade.
Al verla junto a su hija (su pareja fue a estacionar el coche a un área situada a 15 minutos), les abrieron la puerta y les condujeron a la recepción, donde se encontraban, con linternas, todos los huéspedes del establecimiento hostelero. «El viento incluso arrancó parte del tejado», precisa la santiaguesa que aclara que su habitación, situada en el primer piso, no estaba afectada pero, aún así, prefirieron esperar noticias junto al resto de turistas.
«Era angustioso. No paraban de sonar las alarmas de los coches, que estaban destrozados», revive esta joven que, finalmente, cuando ya el viento amainó, pudo regresar sobre las 02.00 horas a su cuarto.

Esta mañana, horas después de la angustia sufrida, asegura que el panorama es opuesto. Figueira da Foz, donde luce el sol, trata de recuperar la normalidad a pesar de que es imposible abstraerse de lo vivido. Árboles caídos e incontables daños en ventanas, portales, cornisas de edificios y en escaparates son solo algunas de las consecuencias del paso de Leslie por esta ciudad lusa. «Es como si cayera una bomba; fue devastador», concluye la santiaguesa.
