La espantada del ex secretario xeral tiene un impacto emocional que puede achicar el partido en Ourense
09 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Septiembre del 2013. El acto de proclamación de Besteiro como líder del PSdeG propició la única foto que atesora el partido en la que aparecen reunidos todos los secretarios xerais y expresidentes de la Xunta del período democrático. Desde el primer Vázquez, Francisco, hasta el último Vázquez, Pachi, pasando por Touriño, Antonio Rodríguez, Laxe, Sánchez Presedo o el ya fallecido Xosé Luís Rodríguez Pardo. Aquella imagen, elogiada por Rubalcaba, entonces número uno en Ferraz, fue un ejercicio de cohesión para conjurar los viejos fantasmas: las cuitas internas y las zancadillas que debilitaron la organización.
Besteiro inició el vuelo decidido a actuar como casco azul para aunar sensibilidades, pero su labor quedó interrumpida al caer en picado por las diez imputaciones judiciales que pesaron como el plomo en las alas. Y otra vez los fantasmas. Una gestora cuestionada, tensiones para copar puestos y una ofensiva lanzada con el predicamento del alcalde de Vigo, Abel Caballero, para ocupar el vacío interno, pese a que acabó fracasando.
Fue otro Caballero, su sobrino Gonzalo, el aupado al frente del PSdeG con el apoyo de muchas de las familias deseosas de compartir el éxito. Detrás de Gonzalo Caballero también estaban los votos tutelados por Pachi Vázquez en Ourense, los de Ricardo Varela en Lugo o los nichos controlados por Antón Louro, Modesto Pose y Lage Tuñas en Pontevedra y A Coruña.
En el PSdeG imperaba hace un año el deseo de cerrar las heridas y poner al partido en la senda correcta, aprovechando que Pedro Sánchez acaba de recuperar el mando en Ferraz. Pero Gonzalo Caballero inicio su propio viaje, relativizando esa idea de la cohesión interna, que nunca convirtió en el eje de su proyecto, y exhibiendo el importante caudal de apoyo recibido en las primarias como algo propio.
Actuó sin ataduras, haciendo la dirección que quiso. El mimo con el que empezaron a ser tratados en la nueva etapa los expedientes Laxe y Touriño no se amplió a los secretarios generales. Gonzalo Caballero no es Besteiro, ni falta que hace. Tampoco tiene la paciencia del dirigente lucense, capaz de desplegar su simpatía para vencer los egos personales de sus predecesores para reunirlos a todos en una foto.
Pachi Vázquez y Besteiro, los dos últimos líderes del partido en Galicia, nunca fueron incluidos en las liturgias políticas del nuevo PSdeG. Cierto que ambos están imputados, y que Gonzalo Caballero escapa de esa foto; pero también lo está la alcaldesa de Lugo y algunos concejales de Vigo y el trato que se les brinda es bien diferente.
La salida de Pachi Vázquez del PSdeG tiene mucho de despecho. Probablemente no vaya a tener un gran impacto cuantitativo, pues los militantes socialistas no suelen seguir a nadie que se pueda despeñar por un barranco, pero sí lo va tener en términos cualitativos y emocionales.
Pachi Vázquez no tiene la influencia que tuvo antaño. Sus hijos políticos se hicieron mayores. Pero aún conserva tropa en O Carballiño, Maceda, Piñor, la ciudad de Ourense y diferentes puntos de Lugo muy desafectos con la dirección del PSdeG.
A Pachi se le agotaron las monedas en el PSdeG. Seguirá probando suerte fuera, manejando algunos hilos dentro. Su instinto político es parecido al de un ludópata que anhela el premio. Su sombra se aparecerá por Ourense como las de los viejos fantasmas que tanto achicaron el PSdeG.