El mal mantenimiento de los aparatos suele estar detrás de la mayoría de los problemas
22 dic 2019 . Actualizado a las 20:47 h.Las intoxicaciones por monóxido de carbono (CO) causan una media de tres muertes al año en Galicia. Son datos de la Consellería de Sanidade que también indica que los servicios de urgencias médicas atienden anualmente más de cien alertas por presuntos efectos de este gas, de las que una cuarta parte acaban confirmándose. De hecho, desde finales de octubre, al menos ocho personas han sido evacuadas u hospitalizadas por inhalación de CO en Galicia.
Los meses de invierno acumulan el mayor número de incidencias. El uso de braseros, calefacciones, estufas y chimeneas aumenta y, con él, el riesgo que supone este enemigo silencioso, presente en más aparatos de los que creemos. Cualquier sistema doméstico que trabaje quemando combustible orgánico lo produce. Cocinas y calentadores de gas natural, butano o propano generan monóxido de carbono. También lo hace cualquier sistema de calefacción o cocinado que emplee leña, carbón, queroseno, gasolina o gasóleo.
El fallo más común en los equipos es una mala combustión producida por falta de oxígeno en aparatos deteriorados o con residuos. En estos casos, el color de la llama puede alertarnos: si se vuelve cada vez más amarilla en lugar de azul, debemos actuar: apagar el dispositivo y ventilar la estancia.
Una buena ventilación de las habitaciones es esencial. Por mucho frío que haga, no es conveniente utilizar sistemas de calefacción que produzcan monóxido de carbono en lugares completamente cerrados. Cada cierto tiempo conviene abrir puertas y ventanas para renovar el aire y que entre oxígeno suficiente.
Los conductos de ventilación de calentadores y otras instalaciones deben ser revisados anualmente y por profesionales, a los que hay que acudir también ante cualquier sospecha de mala combustión. El uso de braseros tradicionales de leña en el interior de las viviendas está desaconsejado pero, si llega a utilizarse, es necesario ventilar con frecuencia la estancia y dejarlo siempre apagado cuando los usuarios se vayan a dormir. El carbón nunca debe ser utilizado dentro del hogar.
Clave, un mantenimiento obligatorio
«La clave suele estar siempre en el mantenimiento. En otros países de Europa es obligatoria la revisión anual de cualquier sistema de calefacción pero aquí en España no y, claro, hay gente que prefiere ahorrarse los 80 ó 100 euros que te puede costar» explica José Pacheco, propietario de la empresa Larcalor de Carballo. Con más de 40 años de trabajo en el sector, Pacheco advierte de que los aparatos alimentados por leña tradicional suelen ser los que más problemas generan: «las chimeneas se tupen con residuos y la leña necesita más oxígeno para su combustión, sin embargo las estufas de pellets suelen ser más seguras, es más difícil que haya una mala quema» explica. También recomienda optar por aparatos que cuenten con toma de aire exterior y alerta de que de cara al 2021 se avecinan cambios normativos que obligarán a los fabricantes a aumentar la seguridad de los aparatos de calefacción domésticos.
La muerte dulce
Los efectos del monóxido sobre el cuerpo humano son rápidos pero el afectado puede no percibirlos apenas. Y es que la inhalación de este gas no genera sensación de asfixia o ahogo. Lo habitual es que la persona comience a sentirse adormecida, con cierta debilidad, incluso mareada, con dolor de cabeza o náuseas. Si no se actúa, la persona queda inconsciente y podría llegar a morir en media hora si el gas concentrado causa un fallo cardiovascular. Cabe recordar que el CO no tiene color ni tampoco olor que nos advierta de su presencia en el ambiente.
«Pero hay sistemas de alerta que se pueden instalar. Sensores que detectan la presencia de monóxido de carbono en el ambiente y dan la alarma cuando la concentración es excesiva» explican desde Larcalor, y añaden que su instalación puede constar entre 150 y 200 euros.
Fallecidos en España
A principios de diciembre se registraba en Pamplona un suceso grave relacionado con este gas. Tres ancianos de entre 86 y 91 años fallecieron al inhalar monóxido de carbono en el piso en el que residían. Fue la hija de una de las víctimas quien las descubrió inconscientes en el suelo. Una de las mujeres ya había fallecido. Otra murió a las pocas horas y un tercer hombre falleció en el hospital tras varios días en estado muy grave. La mala combustión de una caldera de gas natural provocó el suceso.