La autora de «Hiperpaternidad» e «Hiperniños» acaba de debutar en la ficción con «La última sirena»
15 mar 2023 . Actualizado a las 23:27 h.Con amor y límites, con las aventuras de Guillermo Brown y los libros de Agatha Christie, en la Barcelona del baby boom de los setenta dio Eva Millet (Barcelona, 1968) el salto de la infancia al mundo adulto. La autora de Hiperpaternidad e Hiperniños visitó Galicia este otoño, y acaba de debutar en la ficción con La última sirena (Premio Boolino 2018), la historia de una «hiperniña» que ve interrumpida su frenética vida por una crisis familiar que la llevará a una isla del Mediterráneo, a conectar con el misterio de la vida.
Madre de dos adolescentes, Eva tiene dos claves para educar: amor y límites. «Los límites son una herramienta fundamental para tener hijos que sepan ir por la vida», receta la que fue «una niña mandona», que suspendió Física y Química en EGB y a la que siempre le gustó nadar y leer. «Lo que veo hoy es una crisis brutal de la autoridad. Hemos confundido autoridad y autoritarismo, y una cierta autoridad es importante», advierte.
-Sobreproteger es desproteger, subraya. Explíquenos.
-Lo dicen todas las fuentes a las que he entrevistado para Hiperpaternidad y para Hiperniños. Si le resuelves a tu hijo todo por sistema, le estás diciendo: «Sin mí no puedes hacerlo, no eres capaz». Hay que asumir que los hijos van a sufrir, pero no es el fin del mundo. A veces las cosas te salen mal, te vas a dormir y piensas: «Mañana será otra día», como decía Escarlata O'Hara. Dormir apacigua las emociones. Es muy importante que los niños duerman bien.
-¿Qué es un hiperpadre?
-El que dedica a sus hijos una atención excesiva, obsesiva incluso, a veces con la mejor intención. Hoy el niño, por razones demográficas, económicas y sociales, se ha convertido en el auténtico rey de las familias. Hoy los niños son un bien escaso en el que hay que invertir tiempo, dinero y mucho esfuerzo.
-La agenda de nuestros niños pide un mánager que la sostenga.
-Estamos convirtiendo a los niños en pequeños adultos con la idea de prepararles para el mundo. Pero en esta carrera de obstáculos en que estamos convirtiendo la infancia olvidamos que la formación no es solo dar conocimientos y experiencias. Hay que educar en la paciencia, la resiliencia, el autocontrol y la empatía, en los valores de siempre.
-¿Qué busca el hiperpadre?
-El hijo perfecto. Los hijos se han convertido en un signo de estatus. Si el niño saca sobresalientes, o toca el piano genial, o es un campeón es un reflejo tuyo. Queremos la casa perfecta, las vacaciones perfectas, los dientes perfectos y los niños perfectos. Los padres sharents son un fenómeno. ¿Qué derecho tienes como padre a exponer así a tus hijos?
-¿Cómo ve el mundo real?
-Estamos en un momento económico duro, en una sociedad cada vez menos igualitaria, donde el futuro de los hijos parece complicado, y la respuesta pasa por que el niño haga de todo lo antes posible. Y en la crianza estamos muy polarizados, cada vez hay más niño sobreprotegido y más niño desamparado. La clase media de la crianza, el sentido común, se está yendo.
-¿Qué aprendió de sus hijos?
-Uy, ¡yo no me esperaba que fuera tan chulo...! Disfruté mucho de mis hijos de pequeños y, como tenía claro que no iba a ser la madre perfecta, me lo tomé con relajación. No he sufrido demasiado, porque confío en ellos. Y sé que, al igual que hay momentos preciosos, los hay horribles. Esto hay que decirlo, pues tiende a venderse una imagen idealizada de la maternidad.
-¿El «no» es un maestro?
-Sí. La frustración se tiene que enseñar a gestionar. El no es necesario en la educación. La permisividad es un respeto mal entendido. Hay una tendencia en boga basada en que es el niño el que elige su educación, cuándo irse a dormir, cuándo comer o dónde ir de vacaciones... Y acabamos pidiendo créditos para irnos a Laponia a ver a Papá Noel. A los niños pequeños lo que les hace más felices es estar en la playa o en el campo.
-¿Aprendió a base de noes?
-Fui una niña criada en la Barcelona de los 70 y me decían que no, ¡y tanto!, pero también me querían muchísimo... Los límites se ponen con amor. Cuando era adolescente, mi madre falleció en un accidente. Imagínate la frustración de perder a una madre con 14 años. Pero yo era una niña fuerte, me habían educado en eso, y fue lo que me ayudó a salir adelante. Y llegar aquí.
-¿Familia democrática o gobierno fuerte en casa?
-La familia no debe ser una democracia. No tiene que ser una dictadura, pero sí debe haber una jerarquía. Arriba estamos los padres, adultos responsables. Si con 3 años le preguntas al niño qué quiere cenar, le obligas a decidir algo que no le toca. Como dijo el juez Calatayud, la familia no puede ser una institución democrática, porque caeríamos en el colegueo.
-¿No es amiga de sus hijos?
-¡Prefiero mil veces ser su madre! Amigos tienen muchos... y yo también.
-¿Qué le hace más feliz a diario?
-Tengo un comedero de pájaros en casa y me lo paso bomba viendo cómo vienen a comer.
-¿Vive conectada?, ¿qué tal su relación con el móvil?
-Fluida y con límites. Nunca he dormido con él.