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Una gestión con luces y sombras, y pendiente siempre de las portadas

Domingos Sampedro
domingos sampedro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOAN A. SOLER

La valedora actuó mucho de oficio, difundió su labor en el medio rural, pero perdió la ocasión de actuar con ejemplaridad

05 abr 2019 . Actualizado a las 01:09 h.

Corría el verano del 2017. Las fotos de las retenciones provocadas por las obras de la AP-9 ocuparon varias páginas en la prensa gallega, glosadas con el testimonio de los conductores que aguardaban con enfado en los atascos para pagar el peaje. A hilo de aquellos hechos, la valedora do pobo, Milagros Otero, decidió actuar de oficio y abrir un expediente que le sirvió para llamar al orden a Audasa e instar a la concesionaria a levantar las barreras cuando se produjeran situaciones de este tipo. Este ejemplo sirve para ilustrar el talante de la inquilina de la oficina del Valedor do Pobo, que deja tras de sí una gestión marcada por luces y sombras. Cuatro años en los que siempre tuvo un ojo puesto en los problemas reflejados en las portadas de los periódicos para abrir quejas de oficio.

Milagros Otero (Santiago, 1960) es catedrática de Filosofía y Derecho de la Universidade de Santiago y, justo antes de que el PP la promoviera en el 2015 para ocupar el cargo, se prodigaba en algunas tertulias radiofónicas defendiendo posiciones muy autónomas, aunque no contrarias al partido que la potenció. Cuando juró el cargo, esta compostelana de pro hizo una invocación al apóstol Santiago y, frente a las voces críticas hacia la proliferación de oficinas autonómicas de defensores del pueblo o de tribunales de cuentas, advertía que el Valedor do Pobo de Galicia no era prescindible ni había que medir su eficacia en términos de rentabilidad económica, sino de reparto de «xustiza, equidade e paz» para los ciudadanos.

Quienes colaboran con ella remarcan de Milagros Otero que ha sabido aunar a un equipo de tiene procedencias muy diversas. Con ella colaboran técnicos que primero fueron letrados del Parlamento, asesores vinculados al universo del PP, personas sin adscripción política y hasta otros que no pueden ocultar su vinculación al PSOE, como ocurre con su adjunto, el vigués Pablo Cameselle, o el coruñés Salvador Fernández Moreda. Y lo más normal del mundo era ver a todos juntos a media mañana charlando amigablemente mientras recorrían los 40 metros que separan la oficina del Valedor do Pobo del Parlamento para tomar café.

También fue Otero la primera mujer decana de la Facultad de Derecho, la primera académica de la Jurisprudencia en Galicia, la primera valedora do pobo y la primera persona que llega como titular a este cargo desde fuera del mundo de la judicatura. Eso, en sí mismo, no es bueno ni es malo, pero sí distinto. Su lenguaje estuvo más depurado de latinajos y de términos jurídicos que el de sus predecesores, lo que la hizo parecer más cercana, aunque no por ello más simpática.

Apostolado de la queja

Otro de los rasgos distintivos de su etapa al frente de la Valedoría es la querencia que mostró Milagros Otero por el mundo rural, por difundir el papel de la institución que representa en los concellos menos poblados. Un día visitó Valdoviño y regresó a Santiago con un buen puñado de quejas recopiladas con las inquietudes que le trasladaron los vecinos. E hizo lo mismo en Vilaboa, Cervo, Boqueixón, Carballo, así como en varias decenas de municipios. Su perfil se asemeja mucho al de un visitador apostólico, al de aquellos representantes del papa o del nuncio que llegaban a las parroquias con una misión muy concreta. Otero también se encargó de hacer apostolado por Galicia adelante, como si tratara de desmentir al mismísimo Castelao. «En Galiza non se pide nada. Emígrase», escribía el rianxeiro al pie de una de sus viñetas más célebres. La valedora hizo su reinterpretación: «En Galicia, quéixate».

 El número de expedientes durante su mandato creció de manera exponencial

Y los gallegos parecieron tomárselo a pecho. El número de quejas y de expedientes abordados creció de manera exponencial durante su mandato, en que repartió estopa para todos los lados a base de atender a determinados colectivos. Los afectados por la mina de Touro-O Pino, los colectivos LGTBI por el repunte de las agresiones homófobas o a quienes se quejaban de que la actividad de los cazadores fuera muy próxima a las aldeas.

Con el alcalde de Santiago, Martiño Noriega, tuvo sonados rifirrafes a cuenta de las ruidos nocturnos y de la inacción municipal frente a los indigentes que campaban por el centro del casco histórico. Noriega acusó a la defensora de «animadversión» y ella parecía no inmutarse.

Lo mismo intentó hacer con el fichaje de la jefa de servicio de administración y personal de su oficina. Eligió a una sobrina de Fraga y hermana del actual portavoz del PP. La propia valedora confesó que era muy amiga de la familia. El TSXG le afeó la conducta con duros calificativos. Y ella parecía que ni se inmutaba y estaba dispuesta a tirar para adelante. El Tribunal Supremo y el bochorno público que genera su posición le dieron el alto y le muestran la puerta de salida.