Los narcotraficantes escudaban su cocaína con tecnología y una flota de vehículos
16 ago 2019 . Actualizado a las 17:12 h.Trece detenidos en Valencia y O Salnés, ocho de ellos en prisión y dos en libertad, pero acusados de un delito contra la salud pública y prohibición de abandonar el territorio nacional. Media tonelada de cocaína y un millar de plantas de marihuana. Este es el balance que, de momento, ofrece la operación Mansalva, cuya segunda fase desencadenó esta semana el equipo de investigación contra el crimen organizado (ECO) de la Guardia Civil en el corazón de Arousa. Hasta aquí podría pensarse que se trata del enésimo de una larga serie de golpes al narcotráfico. Pero la banda que acaba de caer no parece una más. La investigación, que ha exigido un año de pesquisas, revela una organización capaz de acudir a Sudamérica, de fletar veleros para surcar el Atlántico y de defender en tierra la cocaína con un alarde de tecnología y una verdadera flota de automóviles con los que escoltar cada uno de sus envíos, bien camuflados, a través de la Península.
La liebre saltó en junio del año pasado. El ECO Galicia tuvo noticia, entonces, de que un grupo asentado en Baión (Vilanova de Arousa) podría llevar entre seis y diez años introduciendo cocaína a través de las Rías Baixas. Activada la investigación, los agentes advierten que, en efecto, hay motivos de preocupación. Y tanto. El primer seguimiento, desarrollado el 3 de julio, da sus frutos. La Guardia Civil detecta en las Rías Baixas a varios sospechosos conduciendo un vehículo con remolque, al que escoltan otros dos automóviles. A los pocos minutos, son ya cinco los turismos que protegen la comitiva. Hasta que esta se interna en la AP-9, momento en el que la vigilancia se reduce de nuevo a tres. Parada para repostar, camino de Madrid, y de nuevo a la carretera.
En un pueblo de Valencia, Quart de Poblet, los aguardan un grupo de colombianos a bordo de un Citroën C3. Tras una reunión breve, el remolque cambia de manos y es conducido a un garaje. Es entonces cuando los agentes caen sobre los destinatarios de la mercancía: trescientos kilogramos de cocaína.
En lugar de darse por satisfechos, los miembros del ECO Galicia entienden que es el momento de emprender una investigación de arriba a abajo, con paciencia y tirando de todos los hilos. La titular del juzgado número 3 de Quart de Poblet recibe su oficio, pero lo remite por error al Tribunal Supremo. Ni uno ni otro toman cartas en el asunto hasta que la Guardia Civil insiste, ya en enero de este año, y la sala valenciana asume el cometido. Los hechos dan la razón a los agentes.
El 19 de marzo, Javier Padín Varela, uno de los arousanos que habrían participado en el envío a Valencia, toma un vuelo para Holanda. Desde allí viaja a Surinam y a varios países sudamericanos más. Mucho periplo para un vecino de Baión que arrastra antecedentes por cultivo de marihuana y al que apenas se le conoce un empleo en un furancho. Regresa el 9 de junio y la banda despierta. Durante seis meses no se habían visto el pelo. Ahora las reuniones se suceden, nunca entre más de dos personas y siempre en el monte o en viviendas para evitar ser fotografiados.
Móvil apagado
El 6 de julio, Padín vuela a Brasil. Los focos se sitúan sobre Manuel Osorio Grande, el empresario cambadés amante de los ralis que se las vio con la operación Campeón. Pese a su teórica actividad, el hombre apaga su móvil a mediados de julio. Sospechoso. Esos quince días son el tiempo que un velero emplea en atravesar el Atlántico. La Guardia Civil se apresura a organizar un segundo operativo. La descarga de la mercancía parece inminente.
La banda de Osorio se quedaba con la mitad de cada envío como cobro por su sofisticada logística
El esquema de Valencia se repite, si bien con automóviles renovados. El 16 de julio, otro de los detenidos, Jesús Pombo Varela, abandona con el remolque la nave de Carson, la misma de O Facho que la Guardia Civil registró el lunes. Se dirige al aeródromo de Caldas. Osorio y otro implicado, Joaquín Fonterrey, esperarían a pocos metros a bordo de un vehículo Pero algo les debe de escamar. Pombo engancharía el remolque a un Kia para conducirlo a una vivienda particular de Baión. Al día siguiente, un Seat y un Mercedes escoltan al Kia y a su carga en dirección a Portugal. La Guardia Civil alerta a la policía portuguesa, que intercepta la comitiva a la altura de Coímbra.
El remolque constituye un rompecabezas. Durante una hora, los agentes lusos le dan vueltas sin hallar nada. Es una estructura demasiado plana. Finalmente, al retirar unos tornillos, disparan un sofisticado mecanismo neumático que se desliza, desplegando un doble fondo indetectable. En él se esconden 175 kilogramos de cocaína cuyo destino apuntaba a la costa andaluza, probablemente a Cádiz.
Extrañamente, la jueza valenciana deniega la solicitud de nuevos registros el 18 de julio, un viernes por la tarde, y transcurren varias semanas hasta que la Guardia Civil puede volver actuar. Un retraso más que suficiente para que la banda se deshaga de cualquier otro alijo.
Contaban con dispositivos para detectar las balizas policiales de seguimiento y con teléfonos vía satélite listos para ser utilizados. El ECO calcula que la red que presuntamente lideraba Osorio podría quedarse con el 40 o el 50 % de cada cargamento, de unos 1.500 kilogramos, como pago por sus servicios en tierra y mar.