Investigadores y allegados tachan al autor confeso de la muerte de Diana Quer de mentiroso, manipulador y capaz de cualquier acción
04 nov 2019 . Actualizado a las 14:25 h.«Nos enfrentamos a un profesional de la delincuencia que sabe lo que tiene que hacer en cada momento, un criminal avispado. Sabe que está siendo investigado y quiere evitar cualquier sospecha sobre él en un terreno que conoce a la perfección». El retrato de la Guardia Civil sobre José Enrique Abuín Gey se basa en la experiencia de cuatro investigaciones penales. El resto de su ficha policial evidencia que, hasta el crimen de Diana Quer, era un quinqui más de poca monta. Peleas, amenazas, furtivismo, robo de combustible y trapicheos conformaban su día a día en la comarca de Barbanza. «Es un embaucador, un mentiroso compulsivo. Una persona que habla y miente, que no sabes cuándo dice la verdad». Sus propios padres lo sufrieron por enésima vez estando ya entre rejas por el crimen de la joven madrileña.
La mentira, esta vez, llegó a la casa familiar por servicio postal. Dos cartas escritas de su puño y letra en las que aseguraba: «En 7 anos estaría fora. Vós tranquilos, aquí xa me dixo a avogada que me ían pedir homicidio: son de 10 a 15 anos, pero aos sete xa estaría fóra e con tres ou catro, de permiso, tranquilos, vale?». Lejos de colaborar, aprovechó su derecho penitenciario de correspondencia para intoxicar aún más el ambiente familiar y la investigación. «Non quero que Rosario [su exmujer] pase por isto, por iso dixen que fora eu só e a ela díxenlle que dixera que non viña comigo», dejó escrito con una clara intención de arrastrar a la madre de su hija al mismo fango que a él le llega al cuello.
En primera persona
Incluso añadió: «Xa lle contei todo á avogada, pero só vou a dicir a verdade despois de falar con Rosario. Vós tranquilos, se segue co mesmo eu xa teño claro que prefiro que leven todo a que ela se quede con nada». La despedida, para sus progenitores, fue en otro tono: «Ser fortes e grazas polo apoio, pois dicirvos que vos quero e que xa sei que me queredes, sinto moito que nos encontremos nesta situación». También se atrevió a intentar sacar rédito económico de la carta remitida por un periodista planteándole una entrevista: «Menos de 10.000 euros nada, iso mínimo; non dicir nada de 10.000, que ofrezan eles», recomendó a sus padres. Una muesca más que legitima el perfil que la Guardia Civil le dedica tras una década de relación penal.
La otra conexión con la Benemérita, la de colaborador, se ha sobredimensionado. Más bien ejercía de soplón eventual. La realidad es que él, sabiéndose vigilado por la muerte de Diana, intentó sonsacar información del caso a dos agentes. Ofreció, de contrapartida, los nombres de las personas que a su entender más coca movían en la zona de Rianxo. Fue pasmosa su soltura al facilitar identidades y direcciones. Algunos eran vecinos suyos. «Este mueve unos 400 gramos a la semana», soltó de uno que regentaría un negocio legal. En la misma conversación telefónica (su móvil estaba pinchado y se recoge en las diligencias) habló de otro presunto camello con mayor capacidad: «Tiene un kilo de coca en casa o más. Un día fui, sé dónde está», aludiendo a una vivienda de Cesures.
Tampoco jugaba limpio al hacer deporte. Se evadía con el atletismo. Su excuñado, A.C.G., una de las tres personas que lo encubrieron durante los 496 días de investigación, lo retrataba en declaración oficial: «Es una persona que constantemente está contando mentiras, llegando al punto de modificar los tiempos y los recorridos de las carreras atléticas que realiza para conseguir mejorar los resultados».
Donde dije digo, digo Chicle
Ni tras confesar, ya el 30 de diciembre del 2017, la ubicación del cadáver de Diana, Abuín fue capaz de mantener una versión única. Primero, en la Comandancia de Lonzas, aseguró que «intentó robar gasoil en algún camión y no lo consiguió». Entró en el coche nuevamente, «arrancó marcha atrás y, según él, golpeó algo». Al bajarse, «encontró el cuerpo de la joven madrileña bajo el turismo». Ya en la nave, a las pocas horas, comentó que la introdujo en el coche, le ato las manos mientras daba patadas y la estranguló. La realidad, dadas las evidencias, fue más desagradable.
Ahora, desde que llegó a Teixeiro hace dos semanas para el juicio, guarda silencio. De su nuevo aspecto, más gordo, dejado y con greñas, ya solo conserva el sobrepeso tras pasar por la peluquería pensando en su comparecencia del martes.
Su pauta común de conducta: «Espera y observa, selecciona una víctima al azar y va a por ella»
Los tres delitos sexuales atribuidos a Abuín Gey tienen un denominador común: «Espera y observa, selecciona una víctima al azar y va a por ella». Lo concluye la Guardia Civil al asegurar que «empleando un modus operandi idéntico, habría sido el autor material de los hechos delictivos» en las tres ocasiones. Primero, en el 2005, fue su cuñada, luego Diana Quer (2016) y, por último, la chica de Boiro (2017, caso ya sentenciado).
En los tres casos -expone el sumario- existe un patrón de conducta común: «Uso de cuchillo como objeto intimidatorio (en la agresión a la excuñada, de 20 centímetros); sustraer el móvil para incomunicar a las víctimas e incluso acceder a su contenido; y subirlas al coche para ir a un espacio apartado». El Chicle, añaden los atestados, «obligó a su cuñada -entonces menor de edad- a vestirse con un camisón que había en el coche». La investigación, reabierta en los juzgados Noia, es la otra causa pendiente de Abuín.