El Chicle: «Mi intención no era matarla»

J.R. / álvaro sevilla SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Primer día del juicio por la muerte de Diana Quer. José Enrique Abuín Gey, El Chicle, único acusado del crimen
Primer día del juicio por la muerte de Diana Quer. José Enrique Abuín Gey, El Chicle, único acusado del crimen Xoán A. Soler

El alegato de Abuín fue minado en el primer día del juicio al evidenciarse que Diana Quer volvía a su casa por el camino de siempre y no por el que él dice; se pretende confirmar que la acechó

13 ene 2020 . Actualizado a las 13:13 h.

José Enrique Abuín Gey sigue defendiendo su inocencia como gato panza arriba. Nadie mejor que él para sentir la soga de la prisión permanente revisable tras 23 meses en prisión a la espera del juicio, iniciado ayer, por el crimen y presunta violación de Diana Quer. Dan igual las evidencias policiales y procesales conocidas hasta la fecha, o el baile de coartadas que aportó este narcotraficante desde que mató a la joven el 22 de agosto del 2016. Todo fue fortuito, reitera él, que abrió ayer, en calidad de único acusado, las intervenciones ante el jurado popular y el presidente de la sala, el magistrado Ángel Pantín.

Las acusaciones, con la Fiscalía representada por Cristina Margalet, y el abogado de la familia, Ricardo Pérez Lama, concentraron buena parte de sus preguntas en demostrar que actuó con premeditación. «¿Dónde aparcó el coche?, especifique en la fotografía», «¿en qué lado de la calle?», «¿en qué momento la vio por primera vez?», «¿había poca luz?», «¿le pareció que Diana Quer tenía aspecto de feriante?», «¿usaba ella su móvil cuando se encontraron?»... Abuín demostró una excelente memoria en ciertas fases del cuestionario, en otras no.

La investigación de la Guardia Civil y del juez instructor de Ribeira, Félix Isaac Alonso, también contradicen su versión. Afirman que Diana regresó a su casa por el camino de siempre (paseo de O Areal y la subida a O Xobre) y no por la calle Venecia, como ayer dijo Abuín. Una rúa oscura, más apartada y con camiones y caravanas de feriantes aquellos días. Otras preguntas de la acusación, ya sobre el traslado del cuerpo a Rianxo, pusieron de manifiesto hasta qué punto conocía la nave de los horrores que usó de tapadera para esconder el cuerpo 496 días en un pozo.

Durante el juicio que se celebra en Santiago deberá determinarse si el Chicle asesinó a Diana. También si la violó. Abuín también habló de la violación a Diana que le achacan. Lo negó todo, pero evidenció hasta qué punto fue cauteloso aquella madrugada. Reconoció que la desnudó, pero dejándole la ropa interior «porque no hizo contacto con la moqueta del coche», lo que podría haber dejado algún tipo de resto biológico. Un razonamiento policial que no está al alcance de cualquier ciudadano. Su abogada, Fernanda Álvarez, abrió su intervención asegurando que el jurado popular tenía que «desinfectarse» del juicio social sufrido por su cliente, avivado por «las televisiones y los periódicos». Ya en el contexto procesal, defendió que la falta de restos biológicos de Abuín en el cadáver de la joven de 18 años es la mejor prueba de que no hubo agresión sexual. Al menos sin el uso de preservativo.

En la vista de hoy están citadas la exmujer de Abuín, una hermana suya y otra del acusado.

La declaración de Enrique Abuín Gey

«Se quedó con los ojos abiertos y no respondía. Estaba muerta»

Sentado, de mirada gacha, esquiva, atornillada en el suelo casi toda la mañana. Al principio para esquivar las ráfagas de las cámaras. Fue imposible, quedó retratado. Luego, en su réplica frente al jurado y a preguntas de las partes, también. Y es que nadie mejor que José Enrique Abuín Gey para tomarle la medida al Chicle: «Llegué a A Pobra, no pasé por el paseo de O Areal, fui por la calle Venecia. Había dos vallas, después los camiones y las caravanas de los feriantes. Aparqué, a 5 o 10 metros me encontré a Diana. Yo iba a robar gasoil. Vino una pareja de frente y la dejé pasar para no llamar su atención. Cogí gasoil en un camión y salí al asfalto. Me encontré a la chica (Diana Quer) y me fui a por ella para que no me delatara. No había mucha luminosidad».

«Le golpeé la cara dos o tres veces y no respondía, estaba muerta. No sé el tiempo que duró»

Lo que vino después, según el Chicle, fue un accidente. Según el juez instructor, la Fiscalía y la acusación particular, rapto, asesinato y violación consumada. Él se defendió así: «Le eché la mano derecha al cuello sin darme cuenta de que hacía fuerza, se fue para atrás, y con la otra mano le agarré la cabeza. Se quedó con los ojos abiertos, le golpeé la cara dos o tres veces y no respondía, estaba muerta», «no sé ni el tiempo que duró». «Mi intención no era matarla», «no hablamos», «nunca le dije morena ven aquí», «no le cogí el móvil ni lo manipulé», pese a que existen seis intentos para desbloquearlo. «No se me ocurrió llamar a la policía, reaccioné mal, pero fue así». Abuín desveló su temor a que aquel supuesto infortunio pudiera perjudicarle por los cargos de narcotráfico que arrastraba entonces (fue condenado en firme).

90 euros

Al hilo de su enésima excusa, la Fiscalía le preguntó con clarividencia: «¿Y prefirió usted hacer el traslado del cuerpo antes que exponerse a un multa de 90 euros por un delito leve?». El hecho de que Abuín matara por asfixia a Diana sin percatarse también despertó el interés de la sala. Él, confiado, juró: «Puedo levantar mi peso solo con dos dedos de cada mano». Una prueba, a sus ojos inequívoca, para justificar penalmente lo ocurrido. También juró que, con la joven en el coche, decidió sobre la marcha ir a Rianxo. «Se me ocurrió al ver tanta gente en el puerto de A Pobra».

«Entré en la nave y abrí la puerta, saqué el cuerpo del coche y lo bajé al pozo»

El otro escenario del crimen, la nave de los horrores en Rianxo, también ocupó buena parte de su declaración: «Antes no estaba cerrada. Había un portal, lo salté y entré por un pequeño agujero. Entré en la nave y abrí la puerta, saqué el cuerpo del coche y lo bajé al pozo». Abuín aseguro que conocía la nave, tanto por trabajar para los antiguos dueños como por robar cajas con tablas de madera abandonadas. Del sótano ya dice conocer mucho menos: «No sabía si había agua en el pozo, sabía del pozo, pero no sabía si había agua o escombros. De no haber agua hubiese dejado el cuerpo allí, tuve la suerte de que había agua». «Arranqué un cable y lo usé para arrastrar la anilla de la tapadera del pozo», «le quité la ropa», «la interior no se la saqué porque no estuvo en contacto con el coche» y no dejaría pruebas, «la cogí por debajo del sobaco y la senté. Metí dos piernas y la fui bajando poco a poco hasta flotar».

«No recuerdo si fui a pasar el día [siguiente] a la playa con la familia»

El relato en primera persona de Abuín Gey sobre Diana prosiguió: «Nunca llevó bridas en el cuello, estaría en el pozo», en referencia a la que apareció en el pelo de la joven, 496 días después de que abandonase su cuerpo en la nave. Sí reconoció que la misma madrugada que la mató, no días después como afirma la Fiscalía, «cogió dos bloques» para atarlos al cuerpo y hundirlo, «pero se quedó flotando». Al irse vio el bolso de la joven en su coche. Volvió y lo tiró al pozo, con otras pertenencias. «Luego me fui a casa, entre las 3.15 y las 3.30 horas, y me acosté». Dejó la ropa de Diana debajo de un asiento del turismo. Durmió al menos hasta las ocho de la mañana. «Me levanté, saqué las garrafas [para robar gasoil] del maletero y tiré la ropa en un contenedor, en A Escravitude». No aclara qué hizo después: «No recuerdo si fui a pasar el día a la playa con la familia».

PACO RODRÍGUEZ

La declaración de Juan Carlos Quer

«El asesinato ha generado cuatro víctimas, no una»

Vistiendo corbata negra, evidenciando un amargo luto que comenzó el 22 de agosto de 2016, Juan Carlos Quer fue el primer testigo del juicio por el crimen de Diana. Antes de sentarse delante del estrado, a las puertas del juzgado, decía: «Hoy se sienta en el banquillo el mal. Es un día triste, ninguna condena va a devolverle la vida a mi hija. Nosotros estamos condenados a cadena perpetua».

En la sala, Quer arrancó su comparecencia con el relato de cómo vivió aquel día en el que descubrió que su hija mayor no había vuelto a casa a dormir: «Jamás Diana había tenido un precedente en este sentido». Eso lo llevó a coger el coche dirección a A Pobra para conocer lo ocurrido en primera persona. A las preguntas de Fiscalía y acusación particular, describió a Diana: morena, 1,75 de altura, delgada, de entre 53 y 54 kilos, y de talla 36 de pantalones. Para Juan Carlos, era «un cervatillo indefenso», metáfora que creó después de que naciera prematura y con solo un kilo de vida. Diana había tenido que luchar desde el primer momento.

Sobre su carácter apuntó que era obediente y fiel, aunque «ingenua y miedosa». Su desaparición y los 500 días en vilo que Diana estuvo encerrada en un pozo han dejado múltiples secuelas en él, en su hija Valeria, y en su exmujer, Diana López-Pinel: «Fue un impacto desolador. Dejas de vivir, duermes una o dos horas cada noche».

Valeria, la más afectada

El golpe más fuerte, confesó, lo recibió su hija menor, Valeria: «Perdió la capacidad de concentración, comenzó a sufrir crisis de ansiedad». Incapaz de seguir una vida normal, llegó a ser ingresada durante tres meses en un psiquiátrico: «El asesinato ha generado cuatro víctimas, no una».

«Mi hija ha muerto de la peor forma y nosotros vivimos sin vida por el supuesto señor que se sienta en esta sala»

«Mi hija ha muerto de la peor forma posible y nosotros vivimos sin vida por el supuesto hombre que se sienta en esta sala», afirmó Juan Carlos Quer, quien aseguró que la carta en la que el Chicle se jactaba de que saldría en siete años de prisión era real, tal y como le habían reconocido sus familiares cercanos.

Su futuro, una vez terminado el juicio, confesó que pasa por recuperar la salud de su hija Valeria y por mantener el legado de su hija: «Para evitar que otra niña tenga que pasar por lo mismo».

XOAN A. SOLER

la declaración de diana lópez-pinel

«Mírame a los ojos, mírame a los ojos», le dijo al Chicle

Ni en la primera sesión del juicio por el crimen de Diana Quer quedó olvidada la batalla entre Diana López-Pinel y su exmarido, Juan Carlos Quer. La madre de la joven fallecida, que llegó a encararse en dos ocasiones con el autor confeso de la muerte de su hija, protagonizó también la polémica de la mañana a su llegada a la sede santiaguesa de la Audiencia Provincial de A Coruña.

Minutos antes de que comenzara la sesión, López-Pinel, que acudía como testigo, abandonó el edificio afirmando que se negaba a estar dos horas sentada al lado de Juan Carlos Quer. La batalla entre ambos se recrudeció de nuevo a principios de octubre, cuando la mujer denunció a su exmarido por una supuesta agresión en un garaje de Madrid. El padre de Diana replicó con una querella por injurias y calumnias, que su exmujer respondió en los juzgados de Padrón a principios de este mes con otra denuncia por violencia contra la mujer.

Tampoco evitó López-Pinel la polémica al comenzar con su testimonio, al asegurar al magistrado que no había tenido acceso al sumario. A partir de ahí, la madre de Diana Quer se centró en las preguntas de Fiscalía y de la acusación particular. Sobre lo ocurrido aquel fatídico 22 de agosto, afirmó que «sabía que algo malo había pasado». Al no encontrar a su hija en casa «perdí el norte, no era normal».

 «No me morí de pena de milagro»

Momento emotivo

López-Pinel no pudo evitar el llanto cuando comenzó a describir a su hija. «Diana era bondadosa, buena, miedosa, precavida. Era un ángel», afirmó antes de romper a llorar. Fue a la pregunta de si era una mujer frágil cuando se dirigió por primera vez a Abuín Gey: «Lo sabrá su asesino, digo yo ¿verdad, Chiquilín?».

Tras recuperar la calma, reconoció que, al igual que su hija Valeria, ella también había sufrido depresión: «Todo el mundo que tiene hijos debería entender que es la peor situación que se le puede presentar a una madre. No me morí de pena de milagro».

«(Si era frágil) lo sabrá su asesino, digo yo ¿verdad, Chiquilín? »

Con una última explicación del trayecto que recorrían para llegar a casa cerró Diana López-Pinel su testimonio. Antes de que el Chicle abandonara la sala se dirigió a él con una última frase: «Mírame a los ojos, mírame a los ojos».