El archivo de Ainaud de Lasarte, prisionero en Betanzos tras la Guerra, arroja luz sobre la apropiación de las esculturas
17 ene 2020 . Actualizado a las 18:41 h.En su nuevo destino en el cementerio de Mingorrubio, Franco vuelve a estar cerca de su leal Intendente, Fernando Fuertes de Villavicencio. Entre los servicios que prestó al Caudillo, de cuyo testamento habría de ser albacea, se encuentra la estrategia de forzar la inclusión fraudulenta de las esculturas del Maestro Mateo que pertenecían al Concello de Santiago -y que habían sido trasladadas a Meirás en 1955 en circunstancias oscuras- en el catálogo de la Exposición Internacional de Arte Románico de 1961 como «Propiedad de S. E. el Jefe del Estado». Como revelamos en este periódico, en septiembre de ese año, el Gobernador Civil de A Coruña, Evaristo Martín, a instancias del Intendente, envió varios requerimientos a Chamoso Lamas, comisario adjunto de la muestra, quien, «aterrado», escribía al director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto, para que se asegurase de que Ainaud de Lasarte, comisario general de la exposición, con sede en Barcelona, cumplía el «deseo del Caudillo».
El rastro de esta investigación nos ha llevado al archivo del Museo Nacional de Arte de Cataluña, donde se encuentra la carta que Gratiniano Nieto envió a Ainaud dos días después: «Me escribe Chamoso indicándome que te ha enviado las fotografías relativas a las esculturas de Meirás. Hay especial interés en que figuren en el catálogo, por lo que te ruego las tengas en cuenta al hacer el ajuste definitivo del texto». Junto a esta misiva se conservan otras cinco cartas en las que se revela la intrahistoria de ese fraude perpetrado a instancias de los administradores de Franco, ofreciendo una radiografía de la impunidad con la que ejercían su poder las autoridades del régimen, coaccionando a respetables profesionales a ser cómplices en sus tramas ilícitas.
Las presiones para hacer cumplir «el deseo del Caudillo» comenzaron inmediatamente después de la inauguración de la exposición el 25 de julio. Tres días más tarde Chamoso escribe a Ainaud de Lasarte una carta mecanografiada informándole del evento, a la que añade una nota manuscrita en letra nerviosa donde le ruega que incluya las esculturas de Meirás en el catálogo diciendo que todavía no tiene fotografías de las mismas, y cometiendo varios errores en su descripción.
A esta carta sigue un telegrama y otra misiva manuscrita el 1 de agosto, reveladora de lo que Chamoso sabe de las esculturas, y de aquello que prefiere callar: «Desde luego son figuras magníficas barbadas y de notable fuerza expresiva a causa del fuerte modelado que aún resiste las inclemencias del clima de la región pues se hallan en Meirás lo mismo que habían estado en Gimonde a la intemperie. El Jefe del Estado manifestó su deseo de que figurasen en el catálogo por lo que le ruego las incluya ya que colocaré estas fotografías con las de Pontevedra en la sala primera de la planta segunda del Museo de piedra».
No hay mención a las circunstancias de adquisición de las piezas, como sería lo normal (algo que sí hace, en cambio, con los otros dos profetas que él mismo dice haber adquirido para el Museo de Pontevedra) pero sí revela que son las mismas figuras que estaban a la intemperie en el pazo de Gimonde. Este es uno de los datos que, en la sentencia que dio la razón a los Franco hace un año, se consideraba no probado en el informe pericial que se presentó con la demanda del Concello, un dato que se ha constituido ahora en el argumento fundamental, junto con la ausencia de pruebas de ilegalidad en la adquisición por los Franco, para la desestimación del recurso de apelación por parte de la Audiencia Provincial de Madrid emitido hace unos días.
También se demuestra en esta carta que la idea de colocar las fotografías de las esculturas en la exposición fue una decisión que surgió a posteriori tras la inauguración, ratificando la sospecha de que su único fin era justificar su inclusión en el catálogo, por la cual se intentaba suplir la carencia de título de propiedad legal, que no podía existir, ni falsificado, ya que habían adquirido la condición de bienes de dominio público, inajenables a un particular. Los jerarcas franquistas conocían bien los procedimientos por los que se podían perpetrar expolios desde posiciones de poder pues de esas mismas prácticas habían acusado a las autoridades republicanas en la Ley del 30 de enero de 1940 por la que se regulaba la incautación de bienes muebles por parte del Estado para revertir los abusos cometidos en la zona roja: «Es imposible distinguir los actos de expoliación o robo, perpetrados con todas las características de los delitos comunes, de aquellos otros en que se pretendió encubrir, con el aspecto externo de una fingida legalidad, el despojo realizado por gentes que se atribuían funciones de autoridad o de gobierno».
La incredulidad de Ainaud de Lasarte ante ese requerimiento de última hora, que rompía todos los protocolos de organización de una exposición de tal calibre y de catalogación de piezas, se ve reflejada en la carta que envía a Chamoso dos días más tarde, donde pregunta de nuevo: «Recibí su telegrama y la carta del primero de agosto. ¿Podrá darme referencia de las dimensiones de las dos estatuas de Meirás? ¿Proceden ambas del Pórtico de la Gloria? ¿A nombre de quién se exponen en definitiva las fotografías de Meirás?».
La respuesta a esta pregunta vendrá forzada por los recordatorios que recibirá en las semanas posteriores donde se repite la frase «es el deseo del Caudillo», deseo que, como todos sabían en el régimen, no se cuestionaba, sino que se acataba. De eso era consciente Ainaud, a quien las menciones del pazo a orillas de la ría de Betanzos pudo traer recuerdos tristes de juventud, cuando, al final de la Guerra Civil, estuvo recluido en el cercano campo de concentración franquista de la Magdalena, con otros prisioneros catalanes procedentes de los frentes del Ebro. De allí consiguió salir gracias al aval del célebre Eugenio d’Ors, amigo de la familia y afín al nuevo régimen. Cuenta el misionero Vicente Ferrer, otro ilustre recluso de la Magdalena, que todavía pervive en él la memoria de un sargento especialmente cruel que tenía un ojo de cristal. La ceguera y los silencios cómplices impuestos en todos los implicados en el fraude para mantener a los profetas de Mateo cautivos en Meirás muestran que los destellos aterradores de aquella mirada fría de los vencedores de la guerra todavía se proyectaban con fuerza en el verano de 1961 y más allá...
Francisco Prado-Vilar es investigador del Real Colegio Complutense de Harvard. @fpradovlr
* Las cartas de Chamoso Lamas a Ainaud de Lasarte incluidas en este artículo se conservan en el Arxiu Museu Nacional d’Art de Catalunya, fondo Museu d’Art de Catalunya, Exposició internacional d’art romànic, 1961