El techo de cristal en los campus: pocas catedráticas, pero mayoría de graduadas

GALICIA

Hasta los 40 años hay más profesoras; y a partir de ahí, la mayoría es masculina
06 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Hay un muro invisible y tozudo en las universidades. Un muro que se va robusteciendo a medida que se queman etapas educativas y que acaba siendo impenetrable a media distancia. Quizá tan tozudos como ese muro son los datos, la estadística, que se empeña en enfrentarnos a realidades que a veces son opacadas por las opiniones personales.
Que en el 2017 —último año disponible— las graduadas universitarias fuesen casi el 60 % no es opinable. Tampoco es opinable que ese mismo año se doctorasen más mujeres que hombres ni que en la franja de edad de los 30 se vea un claro tijeretazo del que no se recuperan ya las cifras. A partir de ese momento, cuando la carrera investigadora despega hacia figuras estables, las mujeres son minoría. Hasta el punto de que hay tres catedráticos por cada catedrática.

«Eu non sei cal será a experiencia de Laura, pero eu non fun consciente do teito de cristal ata que xa comezara a miña carreira investigadora». Aldara Cidrás está haciendo su tesis en Historia en Santiago y es, junto con Laura Camino —a quien estaba citando, doctora en Filoloxía por la USC—, de un interesante trabajo, sobre las desigualdades de género en la universidad española. «O noso artigo amosa tamén que as mulleres son o mellor expoñente de talento egresado das universidades». Y sin embargo, llega un momento en el que dejan de progresar.
«É unha carreira de fondo para todo o mundo, pero efectivamente conforme avanzamos en idade decaen as mulleres, tamén na profesión». Luz Paz Agras es ayudante doctora en Arquitectura de la UDC, la primera figura de contratación universitaria y la que da acceso a la carrera docente e investigadora. «Cando alguén ten que dedicar tempo aos coidados, por exemplo, quitan ao desenvolvemento profesional, e nas carreiras moi esixentes iso nótase moito». ¿En quién recaen esos cuidados? En las mujeres. «Parece que todos somos conscientes do problema pero seguimos igual», dice Paz Agras. O casi, porque ella es optimista. «Os homes tamén están cambiando», subraya, y ya ven como anacrónicas actitudes de ese machismo de baja intensidad que se había normalizado en toda la sociedad. También las universidades han comenzado a cambiar y hay iniciativas como seminarios o jornadas de género, pero «as investigacións das mulleres non se citan tanto, non saen das aulas», alerta Laura Camino.

«O machismo paternalista si que o notei», dice Edita de Lorenzo, profesora titular de Telecomunicacións y que fue la primera directora de una escuela de ingeniería en Galicia. «Somos un 30 % de profesoras na escola». La cifra es apabullante, pero ha ido mejorando. «Non sei o número de catedráticas, pero somos poucas». Pocas, en general, porque según los datos del Ministerio de Educación, la tasa es de un 22 %: de cada cinco cátedras, cuatro están ocupadas por hombres.
«Agora hai unha pequena vantaxe, que é a acreditación», dice Edita de Lorenzo. Y sin embargo, algo falla, porque las tasas siguen desequilibradas. «Eu crin o paradigma da meritocracia», pero el talento no lo puede todo, lamenta Aldara Cidrás. Y además, Luz Paz saca otro condicionante basado en el género: «Dependen moito da cantidade e iso esixe unha dedicación moi alta».
«Eu non creo que só con esperar cambien as cousas, creo que hai que facer políticas proactivas», reclama De Lorenzo. Coincide Paz, que pide más sensibilidad desde las Administraciones. ¿Y las cuotas? «A solución das cuotas é mala, pero non telas é peor», porque rompen una dinámica y permite ver que hay investigadoras excelentes mucho más allá de la cuota.

Solo el 40 % de los institutos tienen directora, que son el 90 % en educación infantil
El techo de cristal en la carrera académica se puede palpar no solo en el ámbito universitario, sino también en el profesorado que ejerce en el resto de niveles educativos. España es un estado de profesoras, que son mayoría en las facultades, mayoría de graduadas, mayoría en los procesos de oposición y mayoría de aprobadas, así como mayoría en las aulas, pero no en los equipos directivos.
Las estadísticas sobre igualdad educativa que ha publicado el Ministerio de Educación muestran que solo el 40 % de los institutos de ESO, bachillerato y Formación Profesional cuentan con una directora, aunque son alrededor del 60 % de la plantilla docente de ese tipo de centros escolares. Y sin embargo, el ámbito de la educación infantil es casi exclusivamente femenino. El 97 % de las docentes que ejercen en las primeras etapas educativas son mujeres y ellas ocupan el 90 % de los cargos de dirección de los centros de infantil. Algo semejante ocurre con la educación especial, con tasas superiores al 80 %.
La estadística sigue en este caso una estructura descendente a medida que se suben peldaños en el sistema educativo. Educación primaria tiene una alta tasa de profesoras (son el 80 % en los centros que tiene solo la etapa de primaria y más de un 70 % en los que imparten primaria y ESO), que empieza a descender en los centros de ESO, bachillerato y FP, aunque en todos los casos, la plantilla docente está compuesta en más de un 50 % por profesoras.
En cambio, en los equipos directivos, aunque se ha dado un incremento positivo en la incorporación de mujeres a los cargos, las cifras no se corresponden a las de la plantilla, especialmente en lo que a dirección se refiere. En el caso de los centros de primaria, el 65 % tienen una directora, cuando cuatro de cada cinco docentes son mujeres. Lo mismo ocurre en los que imparten primaria y ESO, con un 57 % de directoras cuando las maestras son más del 70 % del cuadro docente. Tres de cada cinco docentes de institutos de ESO, bachillerato y FP son mujeres pero solo cuatro de cada diez centros tienen una directora.
En el caso de los cargos de secretaria y de jefa de estudios, la tasa de mujeres ocupando esos cargos es mayor. Por ejemplo hay un 53 % de jefas de estudios en los institutos, una cifra que alcanza el 77 % en los centros de primaria.
El efecto «¿estás segura?»: mayoría de graduadas en educación y cuidados, pero muy pocas en las ingenierías
También a Edita de Lorenzo le hicieron la pregunta cuando decidió estudiar ingeniería: «¿Estás segura?». Una pregunta que habla de los condicionantes sociales y del sobreesfuerzo que supone entrar de lleno en un ambiente dominado por los hombres. Porque existe. Lo demuestra de nuevo la tozuda estadística. Hay carreras en las que apenas hay un 12 % de tituladas, como por ejemplo Informática, mientras que en otras, como las educativas, la tasa de graduación femenina alcanza el 80%.
«É moi difícil romper todos eses estereotipos de xénero que viviches dende pequena e iso tamén lle pasa aos homes», subraya Aldara Cidrás. Y en esos roles de género el de los cuidados, las artes, y la humanidad y el conocimiento son áreas de estudio que se asignan a lo femenino, mientras que para lo masculino están las ingenierías, las ciencias.
«Non é un tema tabú, pero precisa socialización». Se habla, pero no lo suficiente y por eso es importante favorecer espacios para intercambiar experiencias. «Hai cousas que se están facendo ben», recuerda sin embargo Laura Camino, como las jornadas de género que organizan las tres universidades y que «deberían trascender» más allá de determinados foros dentro del espacio académico.
«Isto vai a peor», alerta Edita de Lorenzo. A peor partiendo de unos números ya muy malos, porque en términos generales, solo una cuarta parte del alumnado de ingeniería y arquitectura son mujeres. «Tivemos un momento na nosa escola que chegamos a ter case un 30 % na matrícula, pero levamos uns anos que baixou, debemos estar preto do 20 %».
¿Por qué? Es una incógnita, porque «a realidade é que nunca se fixeron tantas campañas, tanto esforzo de visibilización como agora», dice la profesora de Telecomunicacións. En Arquitectura, según la experiencia de Luz Paz, el devenir está en la media de otras titulaciones: había un equilibro entre alumnas y alumnos, pero a medida que pasan los años, ellos progresan mientras ellas dejan de hacerlo.
«As enxeñarías amósanse como un traballo duro e unha titulación esixente, que non sempre se compensa co recoñecemento profesional, económico e social que poden ter outras carreiras», explica De Lorenzo.