Hoy da nombre a una avispa que trae de cabeza a los apicultores gallegos, pero hace cien años eran unos polvos para el cutis e incluso una tela aterciopelada
06 jul 2020 . Actualizado a las 23:51 h.En el 2012 velutina era una palabra desconocida para los gallegos. Aquel año empezó a sonar y se hizo desagradablemente familiar para los apicultores del Baixo Miño y de A Mariña. Esta especie de avispa originaria de Asia y cuyo nombre científico era vespa velutina nigrithorax había llegado a estas dos comarcas gallegas y desde allí había comenzado una expansión imparable. Ocho años después, y tras haberle llamado vespertina, brillantina, ghalopina, velentina, bertulina, valvulina, alienígena, siberiana y hasta cuarenta denominaciones diferentes que recogieron los servicios de emergencias, los gallegos no solo se han familiarizado sino que conocen casi a la perfección esta especie que ha colonizado ya prácticamente todo el territorio gallego. Pese a ello, ni el diccionario de la Real Academia Española ni el de la Real Academia Galega reconocen todavía la palabra velutina.
Pero si hace ocho años pocos sabían qué era la velutina, no ocurría lo mismo hace cien e incluso doscientos años. Para los españoles de entonces no era una voz desconocida, aunque lo que nombraban con ella nada tuviese que ver con el insecto que ahora nos inquieta. La hemeroteca nos da las claves.
Una búsqueda en el archivo hemerográfico de la Biblioteca Nacional devuelve en los años 40 del siglo XIX multitud de pequeños anuncios publicados en las revistas de la época de una «pasta velutina de malvavisco para las manos». Pocos años después, la velutina pasa a formar parte de las recomendaciones de belleza de las publicaciones especializadas. Así, el 30 de mayo de 1869, La moda elegante ilustrada. Periódico de las familias advertía: «Pareciéndonos que nuestras lectoras desearán conservar su belleza sin usar para ello artículos que puedan serles nocivos, empezaremos en nuestras crónicas a indicarles lo que, aconsejado por médicos insignes, puede ya reservar la blancura del cutis, ya la brillante cabellera de ébano, o los dorados reflejos de la rubia, empezando hoy por aconsejarles que en lugar de los polvos de arroz usados hasta el día para preservar el cutis del aire o de los ardores del sol empleen la velutina, preferible en todos conceptos».
Apenas unas semanas después, a principios de julio de 1869, en esa misma revista, y firmado por Hinnova, podía leerse que «París no abdica jamás su cetro de elegancia y buen gusto y las modas francesas dan leyes al mundo entero». Entre esas leyes de belleza llegadas desde la capital francesa destacaba la de «emplear lo menos posible el carmín, y el blanco, no siendo la velutina, para evitar que el cutis se corte, ni arrugue».
Pero ¿qué era la velutina? Varios anuncios publicados en aquellos últimos decenios del siglo XIX lo explican: «La Velutina es un polvo de arroz especial. Su preparación al bismuto le asegura sobre la piel un efecto saludable. La Velutina es adherente, impalpable, y absolutamente invisible: así es que da al rostro una frescura y un aterciopelado naturales. Precio, cinco francos. Una noticia ilustrada acompaña a cada caja. La Velutina se encuentra en casa de todos los principales perfumistas, y en casa del inventor. Charles Fay, 9 rue de la Paix, en París».
Lo cierto es que el éxito de esta velutina, que como la actual se propagó antes por Francia que por España, hizo que pronto los fabricantes españoles se lanzasen a la conquista del mercado. En los primeros años del siglo XX fue la perfumería Calber, cuyos polvos de talco recuerdan todavía quienes rondan los cincuenta, la que monopolizó, o lo intentó al menos, el mercado de la velutina en España, según se deduce de la publicidad insertada en los periódicos de la época. La Perfumería Higiénica Calber, con sede en San Sebastián, llegó a elaborar un amplio catálogo de productos en los tres primeros decenios del siglo XX. Una de sus características fue el empeño en cuidar su imagen, de manera que encargaba sus publicidades a destacados ilustradores, como recoge el blog El origen del mundo.
También en La Voz de Galicia contrataba Calber con asiduidad sus anuncios durante los años veinte del siglo pasado. «La Velutina Calber deja una piel tan suave como la felpa. La embellece, refresca y perfuma», dice uno de ellos, publicado el 21 de agosto de 1923. «Es un delicioso regalo para una mujer», sostenía otro anuncio ilustrado en el ejemplar del 12 de agosto de 1924. Hacía solo un año que la imagen de Coco Chanel a bordo de un yate con la piel bronceada había dado la vuelta al mundo. Se dice que ahí comenzó la moda del moreno. Atrás quedaba el gusto por los cutis blanquecinos y seguramente por ello los polvos llamados velutina fueron quedando en el olvido.
La velutina fue también, en el siglo XIX, una tela de seda aterciopelada que se usaba para hacer prendas de vestir y para tapizar muebles. De esta acepción da testimonio otra vez la revista La moda elegante ilustrada, que daba indicaciones en aquellos años sobre cómo confeccionar chaquetas, blusas o manguitos siguiendo los dictados de la costura parisina. También en esta acepción la palabra cayó en desuso.
La etimología explica la razón de esta coincidencia en el nombre de los polvos, la tela y la avispa asiática: velutina procede de un adjetivo latino cuyo significado era aterciopelado.