La primera vez que La Voz habló del toque de queda: Cerrar el jardín porque es una selva de idilios
GALICIA
[...] «El jardín de San Carlos se cierra cada noche al toque de queda: ¿Razones? Hombre, argumentan que primero está la moral y, después, que no quedaría una flor» [...] La primera vez que La Voz de Galicia empleó el término «toque de queda» una expresión de orígenes marciales que ahora se ha instalado en nuestra «nueva normalidad», fue para posicionarse en una belicosa polémica de aquella época, el cierre de algunos jardines gallegos al anochecer, a golpe de campana
28 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Proponía Pedro Sánchez en su penúltimo discurso de la segunda ola el cambio del término «toque de queda» (quietud tras sonar la corneta) por el de «restricción de la movilidad nocturna», argumentando que el primero de ellos recordaban a lamentables sucesos de otras épocas. Queríamos saber a qué se refiere el presidente del Gobierno, así que sacamos la lupa para escudriñar en nuestro archivo hemerográfico y, curiosamente, nos encontramos con que la primera vez que La Voz habló de «toque de queda» no fue para informar de las limitaciones impuestas por Hitler en la Alemania nazi, como dicen las enciclopedias a la hora de hablar de la popularización de esta expresión de orígenes medievales, sino unos años antes, en 1929. En una crónica titulada Costumbres urbanas, el periódico se posicionaba con quienes abogaban por la apertura nocturna de los jardines y criticaba los argumentos que esgrimían los que justificaban su cierre con la llegada de la oscuridad.
«El jardín de San Carlos —defendía La Voz— sería en las noches veraniegas un lugar encantador para que pasease el vecindario, pero entre las carreras de mirtos se cierra al toque de queda: ¿Razones? Hombre, argumentan que primero está la moral y, después, que no quedaría una flor». El diario recordaba que, años antes, se había decidido abrir permanentemente las puertas del jardín de Méndez Núñez y que no había sucedido nada. «Se pensaba que si se dejaba abierto se convertiría en una selva poblada de idilios, pero pasó el tiempo, la verja se vino abajo y la moral de la urbe no ha sufrido alternación sensible ni los floridos macizos han sufrido menoscabo».
La Voz, que avisaba a las autoridades de que «ya estamos casi en los años treinta», proponía una solución de urgencia: «Un vigilante y un par de focos eléctricos. El público lo agradecería y nuestras costumbres urbanas habrían avanzado un poco más». Claro que si el periodista que escribía estas líneas pudiera viajar en el tiempo quizás cambiase de opinión al llegar a 1995, la primera vez que La Voz usó la palabra «botellón». Y si solo avanzase hasta 1933 se encontraría con el empleo de la locución «toque de queda» con el matiz marcial que tanto incomoda a Sánchez: unas revueltas en La Habana con los yankis malmetiendo entre las sombras. Desde entonces, y hasta hoy, lo de toque de queda nos traía más a la mente los bigotes de Miláns del Bosch que el moño de nuestro vicepresidente.
Pero en el camino de esta historia que llega a la actualidad también se han instaurado toques de queda curiosos que solo un viaje por nuestro archivo puede rescatar: la concentración —tan en uso ahora— de la selección brasileña de fútbol en 1966 fue, según contaba el periódico de la época, «un toque de queda para asegurarse que todos los jugadores están en sus camas». La vigilancia no bastó para que Pelé y compañía alcanzasen la final de Wembley. Y en diciembre de 1964 las autoridades de la localidad de Rhode Island acordaron que los jóvenes aprendiesen a marchas forzadas un nuevo código de circulación. Así lo explicaba La Voz: «Con el fin de facilitar esta labor se ha establecido un toque de queda, que se inicia a las diez de la noche para los más pequeños y a la una para el resto. Se les prohíbe asistir a reuniones si no van acompañados por adultos, conducir automóviles y probar alcohol». Se ve que ya había políticos que se levantaban por la mañanas con ideas geniales.
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