Atendiendo a los gestos y las conclusiones, se puede inferir que Alberto Núñez Feijoo y José Luis Ábalos Meco prepararon la cita de ayer en Madrid con ánimo de que no fuera esta una cita de palmada en el hombro, protocolo y ya veremos lo tuyo en otro momento. En un día que se prestaba para entrar a la agitada política madrileña, Ábalos decidió conservar la camisa de ministro y no ponerse la de muñidor del PSOE. Feijoo se dejó en Santiago la suya de barón del PP y mantuvo la chaqueta de presidente institucional.
Brindó el ministro una cumbre de alto nivel con técnicos a derecha e izquierda. Hacía casi tres años que no se veía una cita de esta magnitud entre el presidente de la Xunta y el ministro de Fomento (hoy llamado de Transportes); para la siguiente habrá que esperar, si nada se tuerce, apenas un mes. Es significativo ese calendario. Parece consciente Ábalos de que los tiempos no están para perderse, y de que en Galicia escuece el pasado de ministros y ministras de obras públicas que por desidia terminaron arrinconando aún más al noroeste; que interpretaron que las esquinas geográficas no pueden llevarse al centro.
En la agenda se ha situado ahora la solución a la salida sur para el tren de Vigo, el intento de desatascar el acceso ferroviario del puerto exterior de A Coruña, el reforzado compromiso del AVE para este año, y la búsqueda conjunta de bonificaciones para esa calle central de Galicia llamada AP-9. Hubo, sí, altura de miras entre tanto miope.