Un congreso para poner a Feijoo en el centro de todo

j. C. SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOAN A. SOLER

Las medidas sanitarias enfrían un evento con coprotagonismo del calor y de Ayuso

17 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Resultó exagerado hasta para el propio Feijoo, que reconoció en su discurso para pedir el voto que tendría que «multiplicarse por dos» para llegar a merecer la tonelada de piropos y reconocimientos que recibió de sus «colegas» que lo quisieron acompañar. El presidente de la Xunta y aspirante a dirigir hasta cuando él quiera el PPdeG -son cuatro años, pero si no hay quinta candidatura, no los cumpliría- fue el centro de todo en un acto que también sería el doble de intenso si las gradas del Multiusos de Sar estuvieran un poco más llenas, porque el recinto, con capacidad para más de seis mil personas, daba cierta sensación de desnudez. Pero era obligada.

La organización tenía previsto un congreso algo más ordinario, pero las respuestas de los líderes autonómicos, que acudieron masivamente ante la invitación de los populares gallegos, obligó a darle un giro a la primera jornada, que apuntaba aburrida de puertas afuera, ya que se debatían las enmiendas a las ponencias, pero nadie tuvo los motivos o el valor para desentonar y salirse del guion.

El presentador del acto, con su voz en off, tenía carta de libertad para interrumpir cualquier intervención de los peones del partido que estaban puliendo las ponencias para anunciar la llegada de los diferentes líderes autonómicos, tratados como auténticas estrellas políticas. Cada vez que se asomaba uno sonaba una nueva versión de la música corporativa que acompaña al PP en estos actos, con trompetillas y violines que recordaban a las galas norteamericanas.

Todo azul

Toda la decoración del congreso tiene un aire de convención política pero sin banderas ni globos tricolores. En Sar, que ya tiene de serie los asientos y el suelo azul, solo mandaba la silueta de Galicia, que se utilizó incluso para el estrado sobre el que hablaban los protagonistas. También fueron protagonistas los abanicos azules, para sobrellevar una jornada muy calurosa que sorprendió a los invitados de otras comunidades. El único problema, imposible de solventar, fueron las escaleras empinadas y de paso corto que dan acceso a la platea y que se convirtieron en un infierno para los que querían sonreír, saludar y no caerse.

La música impidió medir con precisión la intensidad de los aplausos, pero la presidenta madrileña sí consiguió levantar de sus asientos a los compromisarios, que deberán recordar para hoy con exactitud cuál es su asiento, para garantizar las distancias de seguridad sanitaria. Como para el recuerdo quedará el abrazo que Ayuso se dio con Alberto Núñez Feijoo, una escena aparentemente tan sentida como estudiada, pero agradecida en cualquier caso, porque con un solo gesto, acercando su cara al pecho de Feijoo, consiguió expresar exactamente lo que después dijo de palabra. Admiración y respeto.

Otra presencia para seguir de cerca fue la de Teodoro García Egea. El secretario general y número dos del partido tiene una relación con Galicia un poco más áspera que el propio Casado, que se siente cómodo a pesar de que Feijoo le quite algo de protagonismo. Por distancia generacional o por algunas diferencias en la forma de gestionar el partido, lo cierto es que en los últimos tres años Feijoo y el murciano han tenido pocas oportunidades de mostrarse algo de afecto en público. Por casualidad o con toda la intención llegó con una camisa de una conocida firma de moda gallega que el anfitrión reconoció sin dudar. Cuando entró en el pabellón y alcanzó el lugar en el que estaba el homenajeado, se cuadró, llevó la mano a la frente en plan militar y se puso a sus órdenes. Todo empatía.

Corrillos breves y discretos

Los encuentros y los corrillos fueron breves, y las confidencias, aparentemente limitadas, porque las distancias entre las sillas y las máscaras impedían una comunicación fluida. El foco no dejó de estar nunca sobre Feijoo, que se retiró a su asiento con cara seria durante unos minutos antes de su intervención, como si fuera a hacer un anuncio importante que no llegó o que se reservó para hoy. O quizás solo estaba preparando los chascarrillos que salpimentó en todas sus intervenciones. Estaba muy relajado. Sabe que va a ganar otra vez.