O Areoso, el islote arousano que quiere dejar de ser el Caribe gallego

Rosa Estévez
r. estévez A ILLA DE AROUSA / LA VOZ

GALICIA

Bañistas en el islote de Areoso, en una imagen de archivo
Bañistas en el islote de Areoso, en una imagen de archivo CEDIDA

A Illa de Arousa lleva años reclamando la puesta en marcha de un plan de usos

27 ago 2021 . Actualizado a las 13:22 h.

Son muchas las razones que justifican una visita al islote de O Areoso, en A Illa de Arousa. Esta duna que emerge de la ría esconde restos arqueológicos que nos abren una puerta a nuestro pasado más remoto, mámoas que durante siglos convivieron tranquilamente con las numerosas especies que aquí anidan. Este delicado ecosistema, sin embargo, fue descubierto por el gran público por otra razón: sus arenas finas y sus aguas transparentes. Una mezcla que lo ha hecho famoso como «el Caribe gallego», un lugar al que cada verano peregrinan cientos de personas que no siempre saben muy bien la importancia del suelo que pisan tras una pequeña singladura por la isla, y cuya presencia descontrolada sobre las dunas y los monumentos prehistóricos amenazan con borrar el islote. Y no es una manera de hablar: ahora, cuando sube la marea, el mar inunda la duna en su parte central, partiéndola en dos. «Cando eu era pequeno, aí había unha duna pola que os cativos se tiraban a rolos», recuerda el alcalde de A Illa, el socialista Carlos Iglesias.

Para intentar frenar el deterioro de este tesoro, la localidad arousana lleva años reclamando la puesta en marcha de un plan de usos. En ello trabaja la Consellería de Medio Ambiente, pero a un ritmo que no satisface a quienes ven cómo, verano tras verano, se producen excesos sobre las delicadas dunas. «Levamos moito tempo agardando porque se tomen medidas», dice el alcalde, quien recuerda que se han puesto sobre la mesa numerosas posibilidades: desde el establecimiento de cupos de visitas, hasta el cobro de una tasa ambiental.

Pero las ideas, esbozadas una y otra vez, no acaban de tomar cuerpo. Y Areoso se convierte, cuando el sol brilla en lo alto, en el destino buscado por cientos de personas. Muchas llegan por sus propios medios hasta él, en kayak, en lanchas, en motos de agua, o en barcos. El impacto de esos medios de navegación es brutal, igual que las chanclas que pisotean las dunas, y los turistas que sin rubor entran en las cámaras funerarias prehistóricas. De esa escena fue testigo, esta misma semana, Marta Iglesias, responsable de la empresa Piragüilla, una firma que ofrece actividades náuticas y culturales en Arousa. Este año han incorporado a su catálogo de productos unas rutas guiadas por el islote. «Este mesma semana fomos cunha xente de Valencia, e marcharon cun sabor de boca agridoce. Eles mesmos me preguntaban como é posible que non haxa ninguén aquí que vixíe e controle que non se produzan excesos». Y excesos, en este rincón de Arousa, son muchas cosas: desde llevarse al perro de excursión, hasta no respetar las piedras cargadas de historia, pasando por recoger conchas —e incluso marisco— en los arenales.