El ganador del prestigioso premio FAD por la remodelación de la plaza de Armas de Ferrol dice que hay que sacar a los coches de las ciudades y se declara taurino no practicante
11 sep 2021 . Actualizado a las 21:17 h.Profundos ojos azules, abundante pelo gris y una risa cálida y envolvente. Carlos Pita (A Coruña, 1964), premio FAD 2021 por la remodelación de la plaza de Armas de Ferrol, acude a la entrevista conduciendo un deportivo que, dice, perteneció a Djalminha.
-¡Vaya año!
-La verdad es que damos asco, porque lo hemos ganado todo. Empezamos ganando un premio en la Iberoamericana justo antes del covid, en Asunción. Luego el gran premio Enor [por el campo de fútbol de Bandeira] y luego el FAD y, por el medio, la bienal española. Así que a mí lo que me haría ilusión ahora sería ganar el festival de la OTI, ja, ja.
-Estará contento.
-Es algo excepcional, que se toma con agrado pero que no hay que darle demasiada importancia. Seguimos siendo igual de buenos o de malos que antes.
-Pero le sitúa en el mapa.
-Sí, pero lo que más me sorprendió con el premio de los catalanes [el FAD] es que jóvenes arquitectos me conocían mucho y me tenían de referente. Y yo no lo sabía. Es bonito encontrar ese respeto trabajando desde esta esquina del mapa, porque no es fácil. Yo creo que me quedé en Galicia porque soy cuarta generación de emigrantes.
-Ahora está con el proyecto de la fábrica de Armas, ¿no?
-Está en fase de licitación, sí. Pero estamos en un momento tan volátil que no sé qué pasará. Todo el sector está expectante con los precios. También estoy acabando una obra en Castromaior, en Portomarín: un centro de interpretación del castro con una de las vistas más bonitas de Galicia. Estoy en un momento dulce.
-¿Se acabó la crisis?
-Hay movimiento, pero con otros ritmos y con otros volúmenes de obra. Y lo que se impone es la rehabilitación. Ahí es donde va a estar nuestro trabajo. Hay otra demanda en Galicia: plazas hoteleras. Me decían que en Ourense hay 68 proyectos hoteleros encima del papel, porque Ourense se va a poner a tres horas de AVE de Madrid. Ese es un nuevo reto para controlar. Hay que hacerlo bien.
-Irá de vez en cuando a darse una vuelta por la plaza de Armas.
-Ferrol me gusta, pero por la plaza voy poco, je, je. Fue una oportunidad y un privilegio poder hacer esa plaza. Ferrol es una joya que está medio escondida.
-También le premiaron el campo de fútbol de Bandeira.
-Sí. Hice varios campos de fútbol para la Diputación de A Coruña. Son ambientes duros, pero son proyectos que me gustan. Un campo de fútbol es una cosa muy importante en un concello y yo he intentado generar patrimonio, pequeños monumentos. Cuando me encargan un edificio público, lo que intento es aumentar el patrimonio público. El campo de Bandeira es una obra feliz.
-¿No hay una escasa conciencia de lo público?
-Sí. El protagonista del espacio público es el público. En el Quijote, el importante es el Quijote, no Cervantes. La arquitectura es una herramienta cultural para la construcción de una realidad mejor. Igual hubo un exceso de protagonismo de los arquitectos.
-Ya que va por ahí, ¿qué le parece la ciudad de la Cultura?
-Un desastre; un desastre carísimo que ha movilizado un capital que el mundo de la cultura de Galicia ha dejado de disfrutar. El efecto Guggenheim asoló toda España.
-¿Qué no ha hecho que le gustaría hacer?
-Como arquitecto he hecho muy poco. Me encantaría hacer algo en A Coruña.
-Bueno, va a reformar la fábrica de armas.
-Es verdad, me había olvidado. Es tan reciente que aún no lo he asumido, ja, ja.
-¿Hay que sacar los coches de la ciudad?
-Sí, sin duda.
-Eso irrita mucho a la gente.
-Porque en Galicia la gente depende mucho del coche. Berlín y Oslo ya están prohibiendo construir garajes dentro de los edificios. De mis amigos de Barcelona, creo que solo uno tiene coche. El coche no puede ser el protagonista y todos deberíamos saber que la fiesta se acabó.
-La arquitectura, ¿le viene de familia?
-Estoy porque de pequeño dibujaba muy bien y entonces ya decían: «El niño va a ser arquitecto». Mi padre, a la vuelta de la emigración, se hizo promotor así que todo me vino dado. Para mí es una pasión y probablemente es el problema que tengo. Tenía un tío que me decía: «Carliños, si quieres ganar dinero, no te dediques a algo que te guste».
-Tiene un hijo pequeño.
-Soy padre cincuentón y a mucha honra. Erróneamente, empecé tarde. Los amigos me llamaban Herodes. Mi padre, que falleció hace poco, tuvo alzhéimer muchos años, con graves dificultades para comunicarse. Un día le llevé a mi hijo para que lo conociera y fue la última vez que le escuché decir algo hilvanado: «No hay nada como los niños pequeños». Y tenía razón.
-Es también profesor universitario.
-Sí. Y le diré que echo mucho de menos la universidad preBolonia. Bolonia ha sido un mazazo en la línea de flotación de la universidad europea. Con todo, para los que nos dedicamos a la arquitectura, es un refugio y permite estar todos los días hablando de arquitectura, que es un privilegio.
-¿Qué edificio le ha impresionado más?
-Santa María del Mar, en Barcelona. Antes de que fuera un elemento turístico. La catedral de Santiago y la plaza de la Quintana son referentes para cualquier arquitecto gallego.
-¿Celta o Dépor?
-Deportivo a muerte. Como decía el otro, si el Celta jugara en el patio de mi casa, bajaría las persianas, ja, ja.
-Dígame cuatro palabras que le definan.
-Soy absolutamente contradictorio y buena gente.
-¿Qué le gusta a hacer cuando tiene tiempo?
-Nada. Es fundamental aprender a pasmar. Soy muy lector, pero me encanta no hacer nada.
-¿Sabría hacer una tortilla?
-Me sale fatal. No sé cocinar, yo doy de comer. Y me gusta. Pero la tortilla me sale mal. Dios no me llamó por ese camino, ja, ja.
-Si no se habría dedicado a esto, ¿qué habría sido?
-Yo quisiera haber sido Miquel Barceló, que fue uno de mis héroes juveniles. Y aunque quede mal, también me habría gustado ser torero; la imagen de la gloria es salir por la puerta grande de Las Ventas.
-Es difícil ya ver corridas.
-Ya. No me acuerdo de la última. Tengo un amigo que dice que es vegano no practicante, ja, ja, ja. Pues yo soy taurino no practicante.
-Dígame un lugar mágico.
-No se lo puedo decir porque se llenaría de turistas, ja, ja.
-Pues una canción.
-Volando voy, del Camarón de la Isla.
-¿Qué es lo más importante en la vida?
-No tengo ni idea, pero yo diría una obviedad: lo más importante es el amor; el amor a todo.