Josep Piqué: «A la gente que cree que España es como Madrid, le aconsejaría viajar un poco más»

Francisco Balado Fontenla
Fran Balado MADRID | LA VOZ

GALICIA

benito ordoñez

El presidente del Foro La Toja apunta a un regreso hacia el bipartidismo clásico

25 sep 2021 . Actualizado a las 14:31 h.

Josep Piqué (Barcelona, 1955) atiende a La Voz en un hotel de Madrid muy próximo a la sede del ministerio de Industria, una de las carteras que ostentó en su momento. También fue el máximo responsable de Asuntos Exteriores, de Ciencia y exportavoz del Gobierno. El próximo miércoles a primera hora pondrá rumbo a la ría de Arousa para dar el pistoletazo de salida del Foro La Toja, evento del que es presidente y que afronta su tercera edición. Será esta la primera ocasión en la que se conceda a un premio, que recientemente el jurado ha fallado en favor de Ángel Gurría, ex secretario general de la OCDE. 

 -Empecemos por la actualidad, que siempre manda. La detención de Puigdemont. 

-En principio el Parlamento Europeo le retiró la inmunidad, y por tanto, en cualquier momento, un país miembro podía atender a esa orden de busca y captura. Ahora vamos a ver qué deciden los tribunales italianos, y en función de eso, pues ya se verá. Ya hemos visto otras experiencias de tribunales de otros países que han entendido que el delito de sedición no se correspondía con su código penal y limitaban la extradición a delitos muy concretos, en el caso de Alemania, a la prevaricación. Hay que esperar a los tribunales. Otra cosa son las consecuencias políticas, pero podemos partir de una base: estamos hablando de una persona que ha huido de la justicia española y que en algún momento tendrá que responder ante la misma. Ha habido otros responsables de lo que sucedió en Cataluña que han sido condenados por el Supremo. Es cierto que después han sido indultados por el Gobierno, pero han tenido que pasar por los tribunales y responder de sus actos, y creo que el señor Puigdemont no tiene por qué ser distinto. Lo que tiene que hacer es frente a sus responsabilidades, y cuanto antes, será mejor para todos. 

-¿Cuáles podrían ser esas consecuencias políticas de las que habla? 

-La clave está en qué medida la eventual extradición puede entorpecer la cohesión interna de la coalición que gobierna Cataluña. No sabemos todavía cómo va a derivar. Son dos fuerzas que discrepan en cosas fundamentales, y este es un punto muy sensible. Si esa coalición se rompiera, la única alternativa de gobernabilidad, salvo convocatoria anticipada de elecciones, sería llegar a algún tipo de acuerdo con el PSC, y ahí, evidentemente, cambiaría el panorama, pero es prematuro hablar de esa hipótesis. Otra cosa es que la Generalitat pueda decidir que no sigue con la llamada mesa de negociación. Bueno, creo que las consecuencias políticas están en manos de los partidos independentistas, cosa que para un constitucionalista como yo no le proporciona precisamente tranquilidad.

-La detención llega en un momento muy particular, cuando parece que las relaciones entre el Gobierno y ERC están más engrasadas que nunca, con la mesa en marcha y con en mitad de la negociación presupuestaria. Hay voces que apuntan a que podría haberse dejado arrestar para remover el tablero. 

-Lo que pueda pasar por la cabeza del señor Puigdemont es inescrutable para los mortales. No lo sé. Ha hecho otros desplazamientos por el territorio europeo, incluida Francia, y no se produjo esa circunstancia. Ya veremos. Creo que el entendimiento entre el Gobierno y ERC es muy sólido, pero evidentemente la presión que pueden tener del mundo independentista más radical, Junts se ha radicalizado de manera evidente, pueda acabar haciendo que Esquerra dé un paso atrás. Creo que en estos momentos el escenario está muy abierto. 

-Y con luces más largas, ¿hacia dónde va el llamado «procés»? 

-Los que más saben que lo que se pretendía es imposible son sus responsables; otra cosa es que no tengan el coraje político ni moral para explicar a los ciudadanos que han confiado en ellos que les han conducido a un callejón sin salida. No es posible la autodeterminación, ni la amnistía. Por lo tanto, el primer paso para ir recuperando la normalidad es que asuman la realidad y que asuman las consecuencias de asumir esa realidad. Dicho de otra manera, que maduren. A partir de ahí, el tema que más nos tiene que preocupar es que ha generado una enorme división interna en Cataluña.

benito ordoñez

-En el discurso de Sánchez en la ONU advirtió que la democracia «está amenazada». Empleó como gancho la situación en Afganistán, pero por las palabras que empleó parecía estar refiriéndose también a España. ¿Está de acuerdo? 

-Los valores occidentales, que es un poco el leitmotiv del foro, están amenazados en todo el mundo. No solo en la parte del planeta que no los asume como propios y que tienen un sistema de organización política y del funcionamiento de la economía que no tienen nada que ver. El principal problema que tienen las democracias son, aparte de esa ofensiva externa, es que dentro de nuestras propias sociedades existen corrientes importantes que también cuestionan esos valores y que intentan cambiarlos desde dentro, desde expresiones políticas que hoy todos denominamos populismos. Y los populismos los tenemos en ambos extremos del espectro ideológico, y por lo tanto ahí debemos ser coherentes. Cuando algunos exigen ser muy firmes en la defensa de los valores democráticos frente a fuerzas políticas de extrema derecha, en cambio están colaborando con fuerzas políticas de la extrema izquierda que precisamente no se caracterizan por la defensa de los valores occidentales. Yo ahí pediría simplemente coherencia.

-¿Esta amenaza se ha visto acrecentada por la pandemia? 

-Creo que no. Las grandes tendencias estaban ahí antes y van a seguir una vez superada la pandemia. Los intentos de los enemigos de la democracia por capitalizar la pandemia en beneficio propio, estoy hablando de China, que un sistema autoritario y controlado por el estado es más eficiente que sistemas controlados por sociedades abiertas y libre,s no ha cuajado. Entre otras cosas porque no responde a la realidad. Allí donde predominan los populismos es donde peor respuesta se ha dado a la pandemia. Hay democracias consolidadas que han respondido con mucha eficacia.

-De regreso a Afganistán. ¿Cuál es el escenario hacia el que vamos? 

-Van a depender como siempre de lo que hagan los diferentes actores, pero es cierto que a corto plazo hemos visualizado una suerte de desistimiento por parte de Occidente encabezado por EE. UU. a la hora de intentar crear instituciones democráticas en sociedades con ninguna tradición en este sentido. Y que se mueven por una serie de vínculos que no tienen que ver con los vínculos asociados a la libre expresión de los ciudadanos. Nos hemos dado cuenta de que era un intento baldío y que los costes eran demasiados grandes como para seguir siendo soportados. Se puede entender especialmente desde la perspectiva de los EE. UU. La sociedad norteamericana, no viene evidentemente con Biden, tampoco con Trump, hay que remontarse por lo menos a Obama, es una sociedad muy cansada de que su país sea el gendarme del mundo, que sea la potencia indispensable que tenga que estar presente en todos los conflictos, que tenga que asumir las intervenciones militares, incluidos sus costes humanos y económicos.

Lo que hay es una voluntad de repliegue y de concentración en aquello que para EE. UU. es lo más importante, que es como contener la creciente expansión, cada vez más agresiva, de China, que además ha explicitado ya su objetivo de acabar sustituyendo a EE. UU. como la gran superpotencia global a mediados de este siglo. El repliegue obedece a la necesidad de concentrar todos los esfuerzos en el Pacífico, que se ha convertido en el centro de gravedad del planeta, ya lo era, pero ahora, evidentemente, con muchísima más claridad. También hay un efecto colateral. El repliegue de EE. UU. de Asia Central, Oriente Medio o incluso de África y América Latina, está siendo utilizado por China y por Rusia, pero podemos poner ahí también a Irán o a Turquía, para ocupar ese vacío que deja Occidente, con lo cual nos podemos encontrar con una gran paradoja: la concentración para contener a China facilita por otro lado la expansión de China en otras regiones del mundo.

-Ya de vuelta en España. ¿La salida de Pablo Iglesias del Gobierno y el posterior abandono de la primera línea política han contribuido a relajar un poco las tensiones de dentro del Gobierno o se han acrecentado? 

-Las dicrepancias siguen siendo las mismas. Lo que ha cambiado es el estilo. Lo que defiende Unidas Podemos desde el punto de vista económico, político y social no se corresponde con lo que ha sido la práctica política del PSOE desde la Transición, y por tanto, esas contradicciones van a seguir existiendo. Creo sin embargo que la voluntad de los dos es completar la legislatura y gestionar las discrepancias de la mejor manera posible. 

benito ordoñez

-Seguro que ha leído la denuncia de Errejón, refiriéndose a las prácticas en Podemos como una suerte de «estalinismo cuqui». 

-Le diría al señor Errejón, que es una persona que me suscita muy poco interés, que esa definición se ajusta a la realidad, pero probablemente él ha sido partícipe de ese tipo de estructuración política, y lo que no vale es quejarse cuando eres la víctima. 

-¿La irrupción de Errejón en Madrid puede tener una traslación en el conjunto del país? El voto de la izquierda podía pasar a dividirse en tres graneros, mientras la derecha, con la situación por la que atraviesa Cs, parece que puede quedarse en dos. 

-Creo que la pugna por la hegemonía dentro de la izquierda se ha resuelto ya definitivamente en favor del PSOE, y que la entrada en escena del nuevo actor que se disputa el voto de la extrema izquierda no tiene por qué modificar esa tendencia de fondo. Es cierto que la división del voto entre tres en un sistema electoral como el nuestro puede acabar perjudicando los resultados en términos de escaños parlamentarios. Eso es lo que le ha sucedido al PP, que también ha sido protagonista de una disputa en el espacio de la derecha. Todo apunta a que el panorama se ha simplificado porque el PP ha absorbido parte significativa del voto que iba a Cs y parece que también ha conseguido ponerle un techo al crecimiento de Vox. De todos modos, es una pugna que todavía no está resuelta. Es cierto que a medida que se aproximen las elecciones la apelación al voto útil puede ser importante, porque el mensaje básico va a ser: «Hay que cambiar al Gobierno», y eso favorece al partido mayoritario, pero es cierto también que hay que hacer trabajo político, y si la legislatura se completa, como parece, pues además de presentarse como alternativa hay que ofrecer a los ciudadanos un proyecto de Gobierno que sea identificable y un equipo también que sea identificable. Creo que esa fase se puede iniciar ahora en el PP con la convención nacional, pero queda camino por recorrer, y los resultados no están escritos. Dos años es mucho tiempo y las encuestas son las fotografía de un momento, pero creo que hay mucho partido todavía. 

-¿Ve a Pablo Casado preparado para llegar al Gobierno? 

-Creo que no hay que debatir estas cuestiones en exceso. Es el presidente del PP, es el candidato a la presidencia del Gobierno, y es su momento. Más allá de que pueda gustar más o menos a unos o a otros, yo creo que lo que más castigan los electores son las divisiones internas.

-¿Estamos asistiendo a una vuelta paulatina al bipartidismo?

-Creo que en buena medida sí, lo que pasa es que la realidad compleja de eso que llamamos la España plural en nuestro sistema electoral siempre va a ofrecer una representación política de fuerzas minoritarias en el ámbito nacional pero con presencia significativa en determinadas comunidades autónomas. Eso ha sido una constante desde la Transición.

Lo que teóricamente venía a representar a la llamada nueva política y los nuevos partidos han traído fundamentalmente más inestabilidad, peor gobernabilidad. Para un país como el nuestro, retornar al bipartidismo tiene un añadido, y es que cuando hay pugnas en cada bloque, porque han surgido nuevas fuerzas, inevitablemente los discursos se radicalizan, y nos alejamos de los consensos básicos en el centro. Cuando eso de alguna manera se supera, inevitablemente tenemos que volver a espacios más centrados, y por lo tanto, a la superación de la actual bipolarización y a la necesidad de articular consensos básicos para poder efectuar las reformas que el país necesita, que son muchas, que sabemos cuáles son, pero que políticamente son imposibles de implementar. Una vuelta al bipartidismo podría llevar a implementar esas reformas de cara al futuro, porque son reformas que tienen que ir más allá de lo que dura una legislatura, que por lo tanto no pueden depender de la alternancia y que necesitan fundamentarse en grandes acuerdos. Es lo que hicimos en la Transición y lo que hemos hecho bastantes años después. Creo que al país no le ha ido mal. 

benito ordoñez

-El pueblo gallego votó el pasado verano y decidió un regreso al modelo clásico en el Parlamento autonómico: PP, PSOE y BNG. ¿Es un indicio de algo o Galicia es un ecosistema político independiente? 

-Galicia siempre ha tenido realidades diferenciales con respecto al resto de España. Fue la única comunidad autónoma en la que gobernó Alianza Popular, pasando por encima de la UCD. Tiene sus especificidades, que muchas veces no tenemos que trasladar a otras realidades. Y lo digo también pensado en Madrid. A la gente que cree que el conjunto de España es como Madrid, le aconsejaría que viajara un poco más. Dicho esto, creo que lo que estamos viendo en términos generales es un retorno a ese bipartidismo imperfecto. 

-¿Una de esas especificidades gallegas que menciona es Feijoo? ¿Por qué lleva cuatro mayorías absolutas?

-Siento un enorme aprecio personal por el señor Feijoo, a quien considero mi amigo. Tengo también un enorme aprecio político por él, porque actúa con las ideas y las convicciones claras, pero a través de la moderación. A este país le conviene muchísimo. Y después, ha sabido compaginar de una manera muy clara lo que a mí me gustaría que ocurriera también en otras comunidades: la defensa de la lengua y la cultura gallega, con un claro compromiso con España y con su proyecto nacional. Esos son grandes activos que explican en buena medida los resultado electorales del señor Feijoo.

-La próxima semana volverá a estar en el Foro. Galicia se convertirá en el epicentro político y económico del país.

-Cuando estábamos empezando a pensar en la conveniencia de hacer algo en defensa de eso que llamamos el vínculo Atlántico y los valores occidentales, era difícil encontrar un sitio mejor que Galicia, y un marco mejor que la isla de A Toxa. Estamos muy satisfechos con esa decisión, que además nos permite con más facilidad hacer algo en lo que creo profundamente: en la complementariedad y en las sinergias positivas que surgen de la colaboración con Portugal. Si alguien tiene relación de todo tipo con Portugal, es precisamente Galicia, porque Galicia y el norte de Portugal tiene relaciones muy estrechas. Pero más allá de eso, después de siglos viviendo de espaldas, ahora tenemos una oportunidad enorme para hacer cuantas más cosas mejor con Portugal, porque la suma de los dos es más que la suma aritmética. 

-¿Cómo surgió esta idea?

Surgió de un grupo de amigos. El alma es Amancio López, presidente de Hotusa, que además es gallego, y con quien me une una gran amistad. Comentando hace ya tiempo nuestra preocupación compartida por esa defensa de los valores democráticos y liberales, a ver si podíamos hacer algo. Fuimos navegando esa idea y de ahí surge el foro.

-Me imagino que habrán cumplido con las expectativas.

-Las expectativas han superado a los organizadores, pero hemos tenido la gran suerte y el gran honor del apoyo que hemos recibido desde el primer día de la Casa Real, y tanto del Gobierno de España como del Gobierno de Galicia, y eso facilita enormemente las cosas. Ha sido un éxito desde el primer día. Creo que el Foro La Toja está consolidado en esta tercera edición, máxime después de haber pasado por la pandemia y las restricciones que tuvimos que sufrir el año pasado. Podemos hacer algo ya muy parecido a lo que hicimos en esa primera edición.

-En esta tercera recuperan el que fue el plato fuerte de la primera, el cara a cara entre Mariano Rajoy y Felipe González. ¿Lo reclamaba el público?

-Bueno, sí. Gustó tanto y tuvo tanto impacto mediático que hemos pensado que podría tener interés repetirlo. Evidentemente no le voy a quitar relevancia a ese debate, porque estamos hablando de dos personas a las que conviene siempre escuchar, pero al mismo tiempo quiero poner en valor que el foro dura tres días, que hay muchas mesas y que vamos a debatir de temas muy importantes: la situación política, tecnología, el mercado de trabajo, el medio ambiente, la situación económica... Y todo con ponentes de altísimo nivel. Creo que van a dar mucho de sí. Yo sé que hay mesas más mediáticas que otras, pero yo le doy mucha importancia a todas, porque de todas podemos sacar conclusiones que nos ayuden a esa finalidad compartida que es defender nuestro modo de vida, nuestra manera de entender la libertad, la democracia o la economía.

-Voy a ponerlo en un compromiso. Si tuviera que elegir una que en el programa pudiera pasar un poco más desapercibida, ¿cuál sería? 

-Mi opinión es sesgada. Las dos mesas que vamos a dedicar al debate de geopolítica en un momento en el que todo el mundo se está dando cuenta que es algo que afecta a sus vidas cotidianas, pues me parecen muy relevantes. Evidentemente no se puede entender la realidad sin hablar de digitalización, de cambio climático... Hay otras mesas para la situación económica, y luego una mesa que sí se celebró el año pasado que tuvo mucha repercusión, que es la mesa entre presidentes de comunidades autónomas, son presidentes que unos son del PP y otros del PSOE, y yo creo que esa es una manera de añadirle valor al debate. Estoy firmemente convencido de que en los grandes temas (cohesión territorial, política exterior, reformas estructurales...), la búsqueda de acuerdos entre los dos principales partidos es absolutamente fundamental, con independencia de quién esté en el Gobierno en cada momento. 

-Da la sensación que los presidentes autonómicos sí son capaces de llegar a acuerdos y trascender de las siglas a las que representan: ¿Están dando ejemplo?

-Eso es así, eso es así. Es cierto que más allá de color político de sus gobiernos hay comunidades que comparten el mismo tipo de preocupaciones. Por lo tanto, estamos hablando de temas como financiación, infraestructuras... No es fácil conseguir consensos a nivel global, pero esas aproximaciones sucesivas a base de coincidencias entre comunidades de diferentes signos políticos siempre constituye un avance. 

-El foro se ha venido demostrando como un espacio para debatir de forma pausada. Eso ya casi no existe. ¿Ha cambiado mucho la política respecto a cuando estaba usted en la primera línea?

-Ahora hay un exceso de cortoplacismo. Se propicia la bipolarización porque se considera que eso puede favorecer a expectativas electorales a corto plazo, pero eso hace mucho daño a la cohesión del conjunto del país. Echo de menos un mayor sentido estratégico. Por eso el foro quiere introducir esos elementos de carácter estratégico a medio y largo plazo, porque al final son los que acaban articulando el futuro. No se pueden abordar problemas a medio y a largo plazo con la perspectiva de las próximas elecciones.