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Estudiantes de Farmacia, seis cursos de peregrinación de centro en centro

Montse García Iglesias
Montse garcía SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Emilio Lage, Marta Sanjiao, Ismael López y Raquel Miranda, en uno de los laboratorios
Emilio Lage, Marta Sanjiao, Ismael López y Raquel Miranda, en uno de los laboratorios Sandra Alonso

A la falta de aulario propio le añaden unos laboratorios de los años 70

03 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Su vocación es ser farmacéuticos, pero Emilio Lage, Raquel Miranda, Marta Sanjiao e Ismael López acuden ahora a aulas de las facultades de Dereito y Ciencias Políticas en el campus sur de la Universidade de Santiago, y también pasaron con anterioridad por Bioloxía. Incluso alguno llegó a pisar las instalaciones de Psicoloxía. No es que estén haciendo ningún doble grado, sino que desde hace seis años el alumnado de Farmacia recibe la docencia expositiva en otros centros, ya que en el 2016 se cerró el bloque que albergaba el aulario de su facultad debido a la contaminación por hidrocarburos y problemas estructurales.

Esto provoca que estos cuatro estudiantes pisen las instalaciones propias solo para las prácticas. Y ahí también está otra de las quejas: tienen unos laboratorios con mobiliario de los años 70, cuando se puso en marcha este centro, que tiene fecha de caducidad, ya que la USC prevé su derribo y la construcción de un nuevo edificio. Precisamente, para reclamar unas infraestructuras dignas ante la situación de «extrema precariedade» actual, el alumnado, pero también docentes de Farmacia, salieron el martes a la calle.

«Se a todos lles afectou a covid, a nós o triplo», explica Emilio Lage, que está en quinto. La carencia de espacios propios provoca que no puedan recuperar niveles de presencialidad que tienen compañeros de otras titulaciones, puesto que dependen de los espacios que finalmente les queden libres en las facultades de acogida. «As aulas que nos deixan son demasiado pequenas para coller todos», remarca Marta Sanjiao, de cuarto. Lo ejemplifican Raquel Miranda, de quinto, e Ismael López, de tercero. Columnas en medio de las aulas y visibilidad de las pantallas solo desde una parte del espacio. A ello añaden mobiliario obsoleto. «Todo iso repercute na calidade da ensinanza», resume Ismael, ya que algunas optativas son completamente en línea al no haber aulas disponibles. Y eso que en los últimos tiempos la situación ha mejorado un poco. Ya quedaron atrás para ellos gran parte de las carreras por el campus sur cuando tenían clases en horas consecutivas en distintos centros. Desde el año pasado se centralizó la docencia en Dereito y Ciencias Políticas. Como novedad este curso, los de primero están en Farmacia, tras acondicionar un espacio en uno de los bloques que permanece abierto.

Además del problema que representa esa docencia atomizada a la hora de recuperar la presencialidad, le añaden las dificultades para interrelacionarse con estudiantes de otros cursos. «Conocemos a más compañeros que estudian Políticas o Dereito que Farmacia», detalla Raquel Miranda. «Antes estaban de primeiro a quinto no mesmo pavillón e relacionábaste, había intercambio con xente doutros cursos e cos investigadores, porque te cruzabas con eles, pero agora non coñeces a ningún deles agás que che dea clase. A docencia e investigación están disociadas, e iso non só incide na ensinanza, senón tamén na propia experiencia universitaria», resalta Emilio.

Y sí, las prácticas las tienen en su facultad, pero en laboratorios de los años 70. Entienden que si se está planificando un nuevo centro, no construyan otros, «pero si necesitamos unha mínima actualización. Non cambiaron en 50 anos». Además, por las características de estos espacios, «víronse moi reducidas as prácticas», se lamenta Marta. Y en la biblioteca de una facultad con 1.300 estudiantes solo hay 26 plazas. Emilio, Raquel, Marta e Ismael no entienden que no haya soluciones tras seis años para el único centro de Farmacia no solo de Galicia, sino del noroeste peninsular. «O primeiro día que cheguei dixen: ‘Isto non pode ser a miña facultade, este é un edificio en ruínas'», ejemplifica Ismael. Y, de momento, el sustituto de ese centro no tiene fecha de inicio. Por eso han salido a la calle: para visibilizar el problema que llevan sufriendo estos seis años y reclamar a la Xunta inversiones.

«Necesitamos un edificio novo e adaptado ao século XXI», reclaman

«Peligro. No pasar. Zona de obras» pone en las puertas de acceso al aulario de Farmacia. No hay trabajos, puesto que la USC decidió su derribo y como alternativa presentó el proyecto de la Cidade da Saúde, con un nuevo edificio para albergar a los estudiantes de Farmacia y Enfermaría. Pero llevarlo a cabo no solo depende de la institución académica, sino también de la inversión de la Xunta -el coste estimado es de 35,7 millones de euros-. «Dinnos que hai que agardar, pero canto máis?», se pregunta el alumnado, porque «necesitamos un edificio novo e adaptado ao século XXI». Las palabras del rector, Antonio López, informándoles de obras en la parcela en la que está previsto ubicar la facultad no les son suficientes. «Ata o día que haxa un proxecto acompañado dun financiamento non hai solución», dicen, convencidos que terminarán sus estudios sin pisar la nueva instalación dado que «a Xunta tampouco pon especial interese en nós», se quejan.

El decano, Francisco Javier Otero, explica que «o máis urxente é contar cun aulario». Esa, afirma, es su gran demanda desde que inició su mandato. «Logramos reunificar máis os estudantes, pero non é suficiente», añade, ya que, además, los espacios disponibles en otros centros no son siempre los mismos. Ahora quieren que tengan aulas en la facultad los del primer curso -ya están- y los del último -preparan el espacio- . «A dispersión fai que non haxa ese sentimento de facultade que había antes», lamenta, apuntando que la situación de las instalaciones no solo afecta a alumnado y docentes, sino también a los investigadores.