Del funeral de Amio a la fiesta del Coliseo: el fin a una década de travesía por el desierto del BNG
GALICIA
El Bloque ha conseguido conjurar el riesgo de caer en la irrelevancia con el refrendo de la militancia al nacionalismo de perfil más pragmático impulsado por Pontón
08 nov 2021 . Actualizado a las 10:07 h.Con casi toda la militancia levantando el brazo a la vez y cerrando filas en torno a Ana Pontón, el BNG culminó este domingo en el Coliseo de A Coruña la travesía por el desierto que iniciaba hace una década, tras la asamblea nacional de Amio, cuando sufrió el desgarro interno más doloroso de toda su historia. Aquella reunión celebrada en el mercado ganadero de Santiago, al que cientos de militantes entraron como reses al matadero, fue la de la ruptura, la de la escisión de grupos como el Encontro Irmandiño o Máis Galiza, y también la del portazo dado por Xosé Manuel Beiras, uno de los referentes ideológicos del Bloque y líder de la organización durante veinte años.
En enero del 2012 llegaba el invierno al BNG. Hacía solo tres años que el Partido Popular, con Feijoo al frente, había desalojado de la Xunta a la coalición formada por el PSOE y el BNG, sumiendo a ambas organizaciones en una crisis de identidad que se prolongaría durante años.
En lo tocante al nacionalismo, su campo de juego empezó a achicarse, y las prioridades dictadas por la crisis económica y el movimiento 15M los abocó a perder incluso la batalla de las ideas. Había quien se afanaba en mostrar al BNG como un instrumento viejo, como una especie de camión diésel que tenía dificultades para competir con vehículos híbridos mucho más atractivos y modernos, como la coalición Alternativa Galega de Esquerda (AGE), constituida por el propio Beiras y Yolanda Díaz, que superó en escaños al Bloque en su debut electoral de septiembre del 2012.
Entre el 2012 y el 2015 nacían Anova, AGE, proyectos municipalistas como Marea Atlántica o Compostela Aberta, y también Podemos. Cada proyecto político que irrumpía en escena era como una losa de piedra sobre un BNG que parecía condenado a la extinción y que reaccionaba encerrándose en sí mismo. Tomó esa vía en la asamblea posterior a Amio, la que aupó a Xavier Vence como portavoz nacional, cuando se aferró a la hoja de ruta del independentismo como única tabla de salvación, «Galiza polo dereito a decidir. Soberanía, traballo e igualdade», era el lema de la XIV Asamblea Nacional de marzo del 2013.
La experiencia resultó desastrosa. Los nacionalistas gallegos no tardaron en descubrir que el independentismo no les daba votos. Al contrario, seguían sangrando en cada proceso electoral, incapaces de avanzar en las europeas del 2014 y perdiendo sus dos escaños en el Congreso, así como su representación en ciudades como Ourense y Vigo, en las que había cogobernado con los socialistas solo unos años atrás. Fue en aquel momento cuando empezaron a sonar todas las alarmas. La travesía por el desierto no solo iba a durar más de lo previsto, sino que empezaba a cundir la sensación de que el BNG podía perecer por el camino si no hacía algo por evitarlo.
Hacia la refundación
En el seno del Bloque surgieron voces que llamaban a tender puentes con las mareas, a conformar candidaturas corales con las nuevas fuerzas políticas, algo a lo que siempre se negó la UPG, la fuerza motriz del BNG. Con todo, se produjeron tímidos movimientos que apuntaban hacia la refundación de un proyecto al que empezaban a borrársele las siglas o a nacerle apellidos, pues en las municipales del 2015 pasó a denominarse BNG-Asembleas Abertas y en las generales del mismo año, BNG-Candidatura Galega.
La refundación ya era una idea asentada cuando el Bloque llega a la XV asamblea del febrero del 2016, celebrada en el Palexco de A Coruña, donde Ana Pontón acepta el encargo de asumir las riendas de la organización. También hizo su propia lectura de las tesis políticas aprobadas entonces, donde se reconocía que la defensa de la soberanía para Galicia desde un punto de vista abstracto y doctrinario «non deu os froitos agardados».
Ahí empezó el verdadero cambio. El BNG, con Pontón al frente cambió de traje. Abandonó, como apuntó ayer la portavoz nacional, los «ideoloxismos» para centrarse en hablar de los problemas que afectan a los gallegos, de las cosas de comer: de los peajes de la AP-9, del empleo de calidad, de la factura eléctrica o del refuerzo de la sanidad pública.
El electorado volvió a mirar hacia el BNG y ayer, en la asamblea celebrada en A Coruña, lo celebraron sin disensiones. La propia UPG, por boca de un dirigente como Rubén Cela, deja de lado el independentismo en favor del término más ambiguo del soberanismo. El giro hacia el pragmatismo de Pontón acabó triunfando y son los competidores del BNG, como las mareas, las que se hunden. El Coliseo fue una fiesta, pero una fiesta sin orquesta, pues todavía hay muchos a los que el objetivo trazado de lograr la presidencia de la Xunta le da vértigo.