El papa y la papisa

GALICIA

PILAR CANICOBA

18 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Además de ser una de las series más aclamadas en la historia de la tele, hubo algo de premonitorio en Padre Casares. Un sacerdote jesuita como el actual pontífice, coexiste con un alcalde tan comunista como Yolanda Díaz. En un escenario que no es el Vaticano sino el pueblo de Louredo, un lugar ficticio al que Redes presta sus paisajes y hermosas fachadas, ambos personajes empiezan su relación con recelo para ir limando poco a poco sus asperezas y finalmente coexistir. Pero ni siquiera los audaces guionistas de Voz Audiovisual situaron al regidor marxista Delmiro acudiendo a la Santa Sede para hablar con el papa sobre los problemas del orbe.

 La vicepresidenta ha llevado la ficción hasta sus ultimas consecuencias. Poco después de prologar una edición del Manifiesto Comunista, la vemos guardando parcialmente el protocolo indumentario en la audiencia papal, modosa y casi piadosa. Algo parecido hizo en tiempos ya muy lejanos Evita Perón que dejó encantado a Pio XII con aquel don divino que tenía para la oratoria. En cierta medida es el peronismo más que el marxismo ortodoxo el espejo en que se mira Yolanda, no solo por la elegancia en el vestir que distinguía a Evita y su sonrisa permanente, sino por ese discurso vago, esa ideología imprecisa y camaleónica, difícil de catalogar con etiquetas a la vieja usanza.

 Arrojado el comunismo al basurero de la historia, queda echar mano de la dialéctica para reinterpretar el opio del pueblo. ¿Qué son los mercaderes desalojados del templo, sino miembros de la CEOE remisos ante la derogación de la reforma laboral? ¿Judas? Un tesorero que inspira a Bárcenas. Pilatos sería la representación del imperialismo, y Herodes un presidente autonómico que persigue a una sagrada familia obligada a ser okupa en el portal, visitada por Reyes Magos que exhiben la superación del racismo y en cuyo séquito no hay nadie llamada Corinna.

Lo más meritorio es que a Yolanda no la lapiden los suyos como a la mujer pecadora de las escrituras. La gran diferencia entre ella y la otra gallega que intenta zafarse del corsé doctrinario es que a Ana Pontón le replican desde dentro recordando que el BNG es independentista y batasunófilo, mientras que a la de Fene nadie le rechista. Firmado su concordato, es capaz de ordenar a los correligionarios que hagan de monaguillos en las parroquias o se apunten a las cofradías. Seguro que obedecen. A la espera de sus próximas reuniones en la Casa Blanca, el Kremlin y la Ciudad Prohibida de Beijing, el frente amplio que va tejiendo la vicepresidenta con retales de aquí y de allá ya tiene un nombre idóneo: democracia cristiana. Desde las alturas de la basílica, San Pedro y San Pablo se sorprendieron de que fuera ella y no el pontífice quien abandonara el Vaticano tras su mutua absolución.

«Candilejas»

Antes de que se pusiera de moda utilizar las miserias para contentar al dios del share, solía creerse que la gente de la farándula era feliz. El espectador daba por hecho que su vida era una prolongación del escenario o la pantalla, y que su maravillosa profesión le regalaba una cuota de felicidad superior a la de cualquier otro. Hubo atisbos de que la realidad era muy distinta, algunos gracias al propio cine. La strada, amargo relato del neorrealismo italiano sobre unos cómicos ambulantes, pero sobre todo Candilejas donde un Chaplin ya mayor describe la decadencia triste de un actor que es él mismo. Uno se había quedado con la imagen risueña de Verónica Forqué, olvidando que las actrices también lloran, como los ricos, una vez que el maquillaje se borra. En el teatro, alguien ajeno al reparto baja el telón cuando la función termina. Por una vez en su larga biografía fue ella la que dio por finalizado el rodaje. Quienes comerciaron con su decadencia lamentarán que su final no pudiera emitirse en directo, con publicidad.

Enchufe en la ciudad de la luz

Una vez comprobado que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, no queda más que dar crédito a la versión que dan algunos de un oscuro caso sobre el que arroja luz el Supremo en una sentencia. Resulta que un funcionario del consistorio vigués decide enchufar a alguien a quien no conoce. Se salta procedimientos y, aunque no ignora que su conducta puede traerle consecuencias graves, sigue adelante movido por una mezcla de audacia administrativa y generosidad hacia la enchufada. Nadie habla con él. Nadie le sugiere nada. Nadie lo presiona para que haga lo que hace. Es el suyo un acto tan reprobable como altruista. Ciertamente la beneficiaria es cuñada de la actual presidenta de la Diputación de Pontevedra, algo que no deja de ser casual y que solo puede levantar sospechas en los más suspicaces. Ignoraba el funcionario ese detalle y tampoco lo conocía la política citada, que bastante trabajo tiene para estar pendiente de lo que hagan sus allegados. Como en la obra de Pirandello, así es si así os parece.