Xavier Zas, gerente de Condes de Albarei: «En el atentado de Clangor nos libramos por poco»

Jorge Casanova
Jorge Casanova VILANOVA DE AROUSA / LA VOZ

GALICIA

Martina Miser

El responsable de una de las principales cooperativas de Galicia, portero semiprofesional de joven, ha cambiado el pazo Baión por completo

13 mar 2022 . Actualizado a las 11:52 h.

Cauto y amable, Xavier Zas (A Laracha, 1966) me recibe en el interior de un símbolo: el pazo Baión, la joya de Laureano Oubiña recuperada para la sociedad y que viró el futuro de una de las principales cooperativas de Galicia, Condes de Albarei. «Hasta hace algunos años, venía la gente preguntando por los grifos de oro», admite. Pero ahora ya no pasa. Pazo Baión es una marca que evoca vino de calidad y el esfuerzo de muchos productores. Llego un pelín tarde a la cita y me disculpo.

—Perdone, pero anoche estuve viendo a Manu Chao y...

—Manu Chao era lo que sonaba cuando estalló la bomba en la discoteca Clangor.

—¡Vaya! ¿Estaba usted allí?

—Sí. Ocurrió un poco antes de que el local se llenara. Aún no habíamos empezado el curso en Lugo y estábamos de marcha en Santiago de forma improvisada. Y fuimos a la discoteca antes de que entrara el mogollón. Estábamos tomando algo y escuchamos el pepinazo y que se nos caía todo encima. Pero realmente no había tanta gente dentro. Libramos por poco.

—Conozco al presidente de un Consello Regulador que lleva a gala haber tomado solo dos cervezas en su vida. ¿Cuántas ha tomado usted?

—Más. Siempre con moderación. A día de hoy es frecuente que empiece una comida con una cerveza.

—Usted es economista...

—No, no. Yo soy licenciado en Veterinaria. Cuando acabé la carrera, además de hacer el programa doctoral en Economía Agraria hice un máster en dirección de empresas que fue el camino por el que me gustaba tirar.

—¿Y cómo llegó al mundo del vino?

—Por un anuncio de prensa. Yo trabajé un año en la embajada española en Estados Unidos, que está en Chicago. Y luego me incorporé a Coren. En el año 2000 vi un anuncio en la prensa en el que pedían un gerente y aquí me vine.

—Más de 20 años en la misma empresa. No es muy frecuente.

—Quizás hoy en día no es tan habitual, pero entre la gente que trabaja en la bodega yo no soy el más antiguo. La media está entre los diez y los quince años.

—Dicen que su gran afición, su gran proyecto, es este pazo.

—A nivel profesional esto fue un reto en el que puse todos los conocimientos que adquirí. Aquí hubo que echar el resto. Además, a los dos meses de adquirirlo se produjo la caída de Leman Brothers. Fue una operación muy bonita pero costó mucho esfuerzo sacar este trasatlántico adelante. Con 400 familias detrás, que son los verdaderos héroes de este asunto. A mí me condicionó mucho la vida personal. Ahora, 13 años más tarde estoy muy orgulloso. Ha valido la pena luchar e involucrarse.

—En el proyecto estuvo César Portela.

—Es uno de los miembros del equipo que fue clave desde el principio. Aún viene cada semana a vigilar la obra. Porque seguimos haciendo cosas.

—De todos modos dicen que lo suyo de verdad es el fútbol.

—No, no. El fútbol fue muy importante en mi vida porque yo fui uno de los últimos internos en los Salesianos en A Coruña. Y cuando pasas tanto tiempo solo, el fútbol es una alternativa. Sobre todo en la época universitaria me ayudó a conocer mucha gente y me suponía unos ingresos extras que me venían muy bien a esa edad.

—¿De qué jugaba?

—De portero. Incluso algún año fui jugador entrenador.

—De portero ponían a los malos.

—Bueno, los internos jugábamos bien en cualquier posición, porque pasábamos muchas horas practicando.

—¿Alguna vez pensó que podría hacer carrera?

—Realmente no. Siempre he sido muy realista. Llegué a hacer una pretemporada con el Lugo y jugué 45 minutos de un Lugo-Betis y no me marcaron ningún gol, ja, ja.

—A veces, el fútbol se parece a la vida.

—La posición en la que yo jugaba era muy solitaria. Intervienes pocas veces pero tienes que hacerlo con acierto.

—Se dice que los porteros están un poco locos...

—Tienes que tener esa personalidad para gestionar la soledad y a veces te juegas el físico en muchas intervenciones.

—Pero ahora se deja llevar más por el baloncesto.

—Sigo siendo socio del Dépor y del Obradoiro, porque está muy vinculado a la ciudad en la que vivo y porque mi hijo juega en las categorías inferiores.

—¿Echa alguna pachanga con su hijo?

—No, no. Mi trabajo es de taxista. Lo voy a buscar a los entrenamientos.

—Hábleme de su infancia.

—Fue feliz. Estuve en A Laracha hasta los 7 años. Luego fui interno para A Coruña.

Interno...

—Era la forma que había. La generación anterior se fue a los seminarios. Ahora de Laracha a A Coruña se tarda diez minutos. Entonces se tardaba una hora y la carretera era horrible.

—¿Recuerda su primer beso?

—No, no me acuerdo, je, je.

—Hay gente que de joven se enamora mucho y otra que no. ¿En que parte está usted?

—Creo que yo soy una mezcla de las dos cosas, je, je. Me gusta ser muy racional en el trabajo y me desprendo un poco de eso cuando salgo. Excepto cuando entro en Riazor.

—Estudió Veterinaria. ¿Nunca albergó otra vocación?

—Realmente no. Estudié lo que quise. Luego me formé en dirección de empresas, me especialicé en comercio exterior y tengo la suerte de trabajar en una empresa donde puedo desarrollar todas las habilidades que aprendí.

—El del vino es un sector muy dinámico.

—Muy moderno. Es un modelo en Galicia y en España. Aquí se hizo una auténtica revolución agraria, sobre todo con el albariño. Y lo que se ha hecho aquí, con una cooperativa involucrada en un proyecto como este, será un caso de estudio. Hay mucho esfuerzo, compromiso y generosidad detrás. Yo recuerdo el caso de un propietario que me llamó desde el hospital ilusionado, diciéndome que antes de morir quería brindar con dos copas: una de Condes de Albarei y otra de Pazo Baión. Fue una de esas cosas emocionantes que no olvidas.

—Habrá hecho algún curso de cata...

—Periódicamente en la bodega damos algún curso de formación, sí. Yo también participo aunque no todo lo que me gustaría.

—Siempre pienso que en ese enorme mundo construido alrededor del vino hay mucha verdad pero algo de postureo.

—Seguramente sí. El bum del consumo de vinos de calidad viene de los últimos treinta años. Y algo de postureo sí que hay. Pero es una actividad agraria, que fija población, crea puestos de trabajo cualificados y es un producto asociado con el ocio, con el disfrute. Y lo bonito es disfrutar una botella con los amigos.

—¿Viaja mucho?

—Sí, constantemente. Una parte de mi trabajo es la promoción. Al menos una semana al mes me la paso viajando, aunque con el covid lo hago menos.

—¿Qué aprecia sobre el albariño?

—Antes de incorporarme a la bodega viajé a Nueva York para ver como se percibía el albariño y me sorprendió entrar en tiendas especializadas y ver que se conocía el albariño. Y ahí me di cuenta del potencial que tenía la variedad. Hoy se exporta el 33 %, que es una barbaridad.

—No le voy a preguntar lo de Celta o Dépor...

—Soy deportivista por origen coruñés, por familia y porque tuve un tío abuelo que fue presidente, José Iglesias. Y porque jugué en las categorías inferiores. Pero soy defensor de todos los equipos gallegos.

—Cuando va por ahí ¿cómo explica Galicia?

—La gran referencia cuando viajas y no te ubican es el Camino de Santiago. Si tuviera que definirla diría que Galicia es un lugar maravilloso para vivir, donde puedes encontrar todo lo necesario para ser feliz.

—¿Nunca estuvo cerca de la política?

—No. Siempre me mantuve al margen. Mi padre sí, pero yo no.

—Y si por una casualidad cósmica acabara siendo presidente del Gobierno, ¿cual sería su primer decreto?

—Creo que en estos tiempos hay que acordarse de la gente sin recursos. Esa debería ser la primera acción.

—¿Cuánto es lo máximo que ha pagado por una botella de vino?

—Por encima de los cincuenta euros yo ya no me muevo.

—¿Qué tal en la cocina, le gusta?

—Yo he sido estudiante, he estado en pisos y no me gusta fregar, por lo tanto, cocinaba, ja, ja. Es una actividad que me relaja y me gusta ir a la plaza de abastos de Santiago y ver lo que hay, los precios...

—Dígame una canción.

Cadillac solitario, de Loquillo. Muy vinculada a aquella época Y a Clangor, donde la ponían mucho.

—¿Lo más importante en la vida?

—Tratar de ser feliz y hacer feliz a los demás.