El serbio recibió cartas estando en las prisiones de Teixeiro y A Lama que motivaron dos idilios, algo frecuente en los penales pese a los graves delitos de presos con pretendientes; el asesino de la catana, el de Marta de Catillo o terroristas también fueron pretendidos
05 jun 2022 . Actualizado a las 16:47 h.Norbert Feher se dio a conocer al mundo en el 2017. Primero, en Italia, asesinó en seis días a un estanquero, a un camarero y a un guardia forestal. Ya en España, mató a un ganadero y a dos guardia civiles. En la huida, en diciembre, fue arrestado. Aunque natural de Serbia, se le apodó Igor el Ruso y su rostro, de mirada desafiante, se viralizó. Ingresó, primero, en la cárcel de Teruel y, luego, en Zuera (Zaragoza), Teixeiro (A Coruña), Dueñas (Palencia), A Lama (Pontevedra) y, esta semana, en Estremera (Madrid). Su estancia en ambas prisiones gallegas coincidió con el inicio de dos relaciones sentimentales con mujeres que le enviaron cartas interesándose por él. Una práctica tan común como antigua en los penales de España, pero que sigue sorprendiendo por la brutalidad probada de algunos internos al cometer sus delitos.
El exmilitar Norbert Feher desembarcó en Teixeiro en diciembre del 2019. Al poco de instalarse, el servicio de correo postal le deparó una sorpresa: una mujer de Valladolid, atraída más por su rostro difundido en fotografías que por su historial de sangre y muerte, le escribió. Él respondió, y aquel carteo cuajó en forma de noviazgo. «Nunca vino a verlo, pero también se comunicaban por teléfono», explican en el penal, que recuerdan que ella incluso le envió un contrato de número de teléfono para llamarla desde la cabina del módulo de aislamiento donde pasaba los días. Pero no todo era de color de rosa. A veces, por teléfono, discutían, y aquello, en un interno con el pasado de Igor el Ruso y de carácter sensible, podía generar problemas en su comportamiento.
La relación duró el tiempo que permaneció en Teixeiro y tras su traslado a Dueñas en agosto del 2020. Luego, en algún momento de su estancia en la prisión de Palencia, rompieron. Lo único seguro es que Igor el Ruso regresó a Galicia en mayo del 2021 sin pareja sentimental. Se instaló en el módulo de aislamiento del penal de A Lama y, al poco tiempo, la historia se repitió. Nuevamente por correspondencia, el exmilitar que asesinó a seis hombres volvió a recibir cartas de otra mujer interesándose por él. Algo vio que le gustó, porque, nuevamente, envidó la comunicación postal hasta iniciar una relación que, al menos hasta su traslado de este martes desde A Lama a Estremera, perduraba.
Ella incluso fue a visitarlo dos veces al penal de Pontevedra. Mantuvieron comunicaciones a través de los locutorios de cabina y todo se desarrolló con normalidad, igual que la estancia de un año del serbio en este centro. Su voluntad de trasladarse a una cárcel de Madrid no tiene relación con su actual situación sentimental, aclaran en la plantilla. La actual pareja no reside en esa comunidad autónoma, aunque sí le queda más cerca que la provincia de Pontevedra. Incluso hay un centro penitenciario muy cerca de su población de residencia.
El relato de funcionarios de Instituciones Penitenciarias, en activo o jubilados consultados por La Voz, evidencia que el caso de Igor el Ruso es común y viene de lejos. «Es normal que surjan parejas de prisión, sí que es cierto que un caso como el del interno Norbert Feher es menos frecuente por los delitos que arrastra», explica un trabajador de A Lama. Otro, en Teixeiro, añade: «Lo de cartearse es de siempre, los conocen por los medios de comunicación y les escriben. Ya con violadores apenas se dan casos». Le ocurrió a Miguel Carcaño, asesino de Marta del Castillo, y a José Rabadán, el asesino de la catana. A este incluso le enviaron una carta dos chicas desde Cádiz anunciándole que repetirían su crimen. Cuando recibió la misiva, ya habían consumado el asesinato.
Años ochenta
En Teixeiro hay otro caso sonado. Se trata del ex integrante de la banda terrorista Grapo, Fernando Silva, que también recibió correspondencia de una mujer en libertad que se interesaba para conocerlo mejor. En los años ochenta, en la desaparecida cárcel de A Parda (Pontevedra), al interno Nolo Crespo, de Marín y condenado por asesinar a su novia, también se le recuerda por las numerosas cartas que recibía de mujeres desde el exterior. También hay casos que responden a un patrón opuesto. Ocurrió en el 2014, en A Lama, un recluso fue condenado por enviarle 100 cartas de amor no correspondido a su abogada.
Incluso existe un patrón psicológico, bautizado como hibristofilia, en donde la excitación sexual y la obtención del orgasmo responden a mantener una relación con una persona que ha cometido una fatalidad, engaño, mentira, violaciones o asesinatos. La médico forense y experta en valoración de daño corporal, Patricia Alcaraz, define esta conducta como «una desviación del gusto sexual. Se busca a un hombre duro, un prototipo de macho. Si el delincuente pretendido, por ejemplo, hubiese cometido un crimen en un momento de enajenación mental transitoria, lo que se buscaría sería a una persona con problemas de salud mental. Se trata de una patología en donde la mujer que contacta con este tipo de personas evidenciaría un carácter pasivo, de sumisión, incluso en lo sexual. También resulta frecuente que idealicen a estos hombres tras verlos en los medios de comunicación, creando una imagen errónea del mismo».
Dentro de prisión se dan otras situaciones que son igual de antiguas y habituales. Son las relaciones sentimentales entre presos. Aunque residan en módulos diferentes, coinciden en otras áreas del centro, como la escuela. «Surgen parejas, incluso los hay, o las hay, que llegan casadas y se acaban separando para estar con algún interno al que conocieron dentro. Algunos incluso se acaban casando entre ellos», explica un funcionario de Teixeiro, en referencia al matrimonio contraído por los dos últimos líderes de Resistencia Galega, Antón García Matos, Toninho, y Asunción Losada Camba, que se desposaron tras su detención en el 2019 y después de años juntos. Otra casuística implica que internos acaben ennoviados con personal que trabaja de asistente social, oenegés u otros colectivos vinculados a las prisiones. Todos acaban presos de amor.