Senén Barro, catedrático de Inteligencia Artificial: «En mi casa, si hay inteligencia, es de las personas que viven en ella»

GALICIA

Sandra Alonso

El exrector de la USC, amante de la copla, cree que queda mucho aún para ver una máquina capaz de compararse a la mente humana, sobre la que confiesa su fascinación

07 jun 2022 . Actualizado a las 17:51 h.

Con esa alma de profesor que tiene y esa mirada tan larga, Senén Barro (As Pontes, 1962) es capaz de poner luz en algo tan brumoso e inquietante como el futuro. La charla siempre sabe a poco con este hombre visionario, expertísimo en inteligencia artificial, apasionado del lenguaje, enamorado de las máquinas y, sobre todo, de la humanidad.

Usted dirige el Citius, donde dotan de inteligencia a las máquinas.

—Nosotros dotamos de más inteligencia a las máquinas, que suelen ser computadores, robots o de lo que se llama el internet de las cosas.

—Siempre nos queda esa inquietud de que las máquinas acaben siendo demasiado inteligentes y acabemos trabajando para ellas.

—Trabajar para las máquinas es algo que ya ocurre, sobre todo en entornos profesionales. Lo que es cierto es que esas máquinas nos acompañan cada vez más, cuando hacemos una búsqueda en internet, por ejemplo. Usamos cada vez más inteligencia artificial porque nos interesa.

Asimov formuló las leyes de la robótica y lo que parecía imposible, está cada vez más cerca.

—Las leyes de Asimov son un alarde de creatividad y visión de futuro, pero hoy no son útiles para mantener a las máquinas sometidas a nuestra autoridad. Aún estamos muy lejos de tener inteligencias artificiales de propósito general. Las máquinas que más nos sorprenden están diseñadas específicamente para un problema concreto. No se puede ganar a una máquina programada para jugar al ajedrez, pero esa misma máquina es incapaz de jugar al tres en raya; es decir, tenemos inteligencias artificiales, pero de propósito concreto.

—De momento.

—Sí. Pero es que hoy no existe todavía una teoría general de la inteligencia, no sabemos cómo se forma un pensamiento. ¿Cuánto falta para la creación de una inteligencia artificial de propósito general? Nadie lo sabe. ¿Décadas? Tal vez. ¿Cientos de años? Podría ser. ¿Será posible en algún momento? Estoy convencido de ello. Cuando tengamos eso es probable que esas inteligencias autoaprendan y se automejoren de tal modo que acaben superándonos a nosotros. Yo no digo que el miedo a una máquina que nos supere no pueda ser, pero sí que, a día de hoy, no es sensato. Otras cosas que deberían preocuparnos más.

—¿Qué quiere decir?

—Pues a que cada vez hay más máquinas que pueden hacer cosas que pueden perjudicarnos; por ejemplo, máquinas que toman decisiones y estén mal diseñadas porque tienen sesgos: una máquina que a la hora de decidir un crédito discrimina a solicitantes de cierto distrito postal. Y me lo estoy inventando. Pero son cosas que ya están ocurriendo y que deberían preocuparnos.

—Vivirá en una casa inteligente...

—No, ja, ja. En mi casa, si hay inteligencia, es de las personas que viven en ella.

—¿Cuando viajaremos en coche autónomo?

—Ya lo hacemos.

—Bueno, el mío aún se deja conducir.

—Ya, ya. Llegaremos al coche autónomo cuando interese. Su evolución ha sido increíble y hace años que hay coches que podrían tener plena autonomía a nivel tecnológico aunque faltan otras cosas: vías bien adaptadas, seguros que cubran esas nuevas circunstancias, legislación nueva, aceptación social... Y puede que algunas compañías tampoco sean favorables a acelerar el paso. Piense que cada año mueren en el mundo 1,2 millones de personas en accidentes de tráfico; la mayoría por errores humanos. Buena parte se evitarían con la conducción autónoma.

—En general, las máquinas cometen menos errores que los humanos.

—Sin duda. Los humanos solemos tener idealizadas nuestras capacidades. Pero estamos sometidos a muchos sesgos, prejuicios, somos malos a la hora de tomar decisiones en tiempo real.

—Usted estuvo a punto de entrar en la RAE. Sería ilusionante.

—Yo no me lo esperaba. La academia consideró que había que incluir un miembro con un perfil de inteligencia artificial y hubo académicos que pensaron en mí y otros que lo hicieron en mi colega Asunción Gómez. Y el conjunto la prefirió a ella. Para mí fue muy ilusionante. Y si hubiese tenido éxito, mejor. Yo creo que el lenguaje es la herramienta más precisa y preciosa que ha desarrollado el ser humano.

—A la Academia no llegó, pero al rectorado sí. ¿Cómo fue esa experiencia?

—Fui rector con 39 años y tenía un punto de ingenuidad que me hacía pensar que todo era posible. También tuve un precio alto a pagar, porque me alejé de mi ejercicio profesional durante aquellos años. Y luego me costó recuperar el pulso.

—¿Cuántos móviles tiene?

—Uno. Y me llega.

—Alguna vez ser relajará echando una partida o haciendo algo improductivo.

—Ja, ja. A mí lo que me relaja es hacer deporte. Uso la bicicleta. Y me gusta leer y escribir. Sobre todo artículos de opinión o divulgación. Me relaja muchísimo. Y me gusta la neurociencia. Si ahora tuviera 17 años, me orientaría a la neurociencia. El cerebro es el gran sistema para descubrir; es apasionante.

—En el cerebro está todo.

—Sí. La evolución es un algoritmo simple de entender, pero necesita todo el tiempo del mundo y un entorno complejo para expresarse. Y ha sido capaz de construir una máquina que se puede estudiar a sí misma. Y el día que lo logre de forma plena habremos dado un salto no solo en la ciencia sino también en lo tecnológico.

—¿Celta o Dépor?

—Deportivo, aunque no estamos en el mejor momento. A ver si ascendemos.

—Autodefínase en pocas palabras.

—Decía Ramón y Cajal que nadie es un buen cirujano de sí mismo, pero yo diría que soy una persona muy tenaz, constante. Y creo que soy honrado, comprometido en lo personal y en lo profesional. Es un tema de educación. Y, aunque aparentemente soy muy introvertido, quienes me conocen dicen que soy una persona alegre, graciosa y cercana.

—Si pudiera viajar en el tiempo, ¿iría hacia delante o hacia atrás?

—Hacia delante, sin duda. Y lo hago en mi vida, siempre miro al frente. No soy persona de rencores. No me cocino en el caldo del pasado.

—Una película de ciencia ficción que le guste.

Blade Runner. Aunque muchos análisis y significados sobre esa película los descubrí después, no al verla.

—¿Sabría hacer una tortilla?

—Yo cocino poco, lo justito y no muy bien. Sé hacerlas, pero si quiero comer una buena tortilla, no me la hago yo, ja, ja.

—Un lugar en el que sea feliz.

—Galicia. Más que lugares soy feliz con según qué personas.

—Una canción.

—Cualquier copla. Ay pena, penita, pena, por ejemplo.

—¿Lo más importante en la vida?

—Para mí, mis hijos. No hay nada que no haría por ellos.