La vicepresidenta segunda llega el jueves a O Courel con su proyecto Sumar, heredero del que montó en el 2012
30 ago 2022 . Actualizado a las 12:59 h.La historia cambió para Esquerda Unida y Yolanda Díaz en agosto del 2012. En los últimos días de aquel mes supo ver la oportunidad de sentar las bases de una coalición que fue preludio de lo que estaba por venir en el tablero político nacional, que la llevó a ser diputada en el Parlamento de Galicia, ocupar un escaño en el Congreso con grupo propio y terminar como vicepresidenta segunda del primer Gobierno de coalición de la democracia. Díaz regresa el jueves adonde empezó todo, en el enésimo giro de su larga carrera política, liberada de siglas y abanderando Sumar, una plataforma cuyo éxito por ahora es solo semántico tras los fiascos de agrupar siglas en los comicios de Castilla y León y Andalucía. «No me interesa nada de eso», rechazó ayer durante una entrevista radiofónica.
La dirigente ferrolana presentará Sumar este jueves en Galicia, eligiendo como punto de partida O Courel —comarca que sufrió en julio el mayor incendio en la comunidad desde que hay registros— para escuchar a «un rural vivo». Adelantó también que dará a conocer los equipos de trabajo con los que espera dar forma a su «movimiento ciudadano» y al «proyecto de país para la próxima década». Un proceso en el que busca aunar fuerzas de cara a las elecciones generales del próximo año, en una estrategia con reminiscencias de lo que construyó con Xosé Manuel Beiras en agosto del 2012.
De cero a nueve
La entonces coordinadora nacional de Esquerda Unida había sido teniente de alcalde en Ferrol hasta el 2008 en una coalición que apenas aguantó quince meses. Al año siguiente volvió a encabezar la candidatura de unas siglas que solo atrajeron 16.441 votos en las elecciones autonómicas que dieron la primera mayoría absoluta a Alberto Núñez Feijoo. Menos del 1 % de las papeletas. El recuento de aquella noche confirmó la poca relevancia política de una formación que solo había mejorado en un 0,2 % su resultado anterior. Pero aquel ostracismo se rompió hace justo diez años a partir de otra fractura: la que sufrió el BNG a principios de aquel 2012 en Amio (Santiago), que partió la formación frentista en pedazos irreconciliables.
El más visible lo encabezó Xosé Manuel Beiras. Desde Anova, tal día como hoy del 2012 planteó un frente electoral «amplo e popular» contra el PP. La mano del veterano nacionalista estaba tendida a Compromiso por Galicia —entonces la otra pieza sólida de aquella ruptura— e, incluso, a un BNG que obvió la oferta. Sí la aceptó Esquerda Unida. Yolanda Díaz y Xosé Manuel Beiras crearon un binomio que sentó las bases de Alternativa Galega de Esquerdas. La coalición miró al espejo griego de Syriza, una suma de siglas progresistas que llevó a Alexis Tsipras a la presidencia del país. Aquel resultado se interpretó como la respuesta del pueblo helénico a la troika, los ajustes y la austeridad económica impuesta desde Bruselas. Con ese mismo espíritu, AGE se llevó más de 200.000 apoyos en las elecciones del 2012.
Esquerda Unida había pasado de un puñado de votos a ser la tercera fuerza del Parlamento, con 5 de los 9 diputados del grupo de AGE en la Cámara. Y eso que la mera presencia de Beiras capitalizaba la rebelión contra el descontento. El entonces analista de La Voz Jaime Miquel apuntaba que el líder de Anova se había equivocado con la alianza «porque el factor aglutinante» ya era él. De hecho, con la legislatura terminó también la aventura de AGE y lo que quedó fue absorbido por las mareas. El trampolín de Díaz fue el golpe de gracia para Beiras.
La nueva política
La experiencia, sin embargo, encendió la mecha de lo que estaba por venir. Entre los asesores de Beiras y Díaz estaba un madrileño de 33 años. Profesor de Políticas en la Complutense, tomaba nota de todo lo que se gestaba en aquella campaña. Dos años después, Pablo Iglesias creaba Podemos e irrumpía como cuarta fuerza en las elecciones europeas.
Supuso el origen de la denominada nueva política en España. El propio Podemos terminó confluyendo con Izquierda Unida y los procesos de escucha para aglutinar siglas se extendieron a todos los partidos. Incluso el Bloque probó con la fórmula BNG-Asembleas Abertas en las locales del 2015 para abrir sus listas.