Decía Groucho Marx que «el matrimonio es una gran institución... si te gusta vivir en una institución». Los ácratas pueden hacer chistes de cualquier tema, pero los demócratas (casados o solteros) no tienen más remedio que convivir gustosos con las instituciones que se han dado y aceptar las reglas del juego. Por el bien común.
Concello de Vigo y Xunta de Galicia llevan demasiado tiempo enfrentados. Resulta excesivo. Que el alcalde de la ciudad donde viven más gallegos y el presidente de todos los gallegos no sean capaces de sentarse a dialogar es una anomalía. Hubo quien pensó que la marcha de Feijoo a Madrid abriría una nueva etapa, pero no ha sido así. De hecho, la situación es susceptible de empeorar. Hizo mal Abel Caballero en arremeter contra Rueda en un acto de los empresarios al que ambos acudían como invitados, y se equivocó Alfonso Rueda al replicar. Lo ocurrido muestra un camino que conviene no seguir transitando.
Nadie les pide que se casen. Sí que haya un mínimo respeto y colaboración institucional. Serviría para hablar de cosas que beneficien a Vigo y al conjunto de Galicia: el futuro de Stellantis, el AVE, viviendas de promoción pública... Los ciudadanos agradecerían la superación en algún momento de tanto interés partidista y que algún puente quedase en pie. El de Rande, sin ir más lejos.