Jon Imanol Sapieha, alias Sapo, relata la negociación soterrada para liberar a los tripulantes del atunero secuestrados por piratas en Somalia tras pagar 12 millones de euros que le dio el CNI
12 abr 2023 . Actualizado a las 02:11 h.«Todo empezó, cómo siempre, con una llamada. Me telefoneó un agente del CNI (Centro Nacional de Inteligencia)». Jon Imanol Sapieha Candela, alias Sapo, descolgó el teléfono. Era octubre del 2009 y comenzaban los trámites para liberar al atunero vasco Alakrana, secuestrado por piratas somalíes con 36 marineros a bordo, de los que 16 eran españoles: ocho gallegos, siete vascos y un andaluz. Ahora, 14 años después, Sapo desvela cómo se gestó aquel rescate, previo pago de 12 millones de euros: «Íbamos a contrarreloj. El Gobierno de España tardó en asumir que sí o sí era necesario pagar». Sapo nació en Francia, fue militar de élite en su país, atracador de bancos, traficante, ladrón de cuadros y mercenario: «No es casual que el CNI me llamara, me conocían de otros trabajos y ya liberaba barcos retenidos por piratas».
Sapo recuerda que el Gobierno de España «estaba desesperado. Encargan la liberación a cualquier precio, sabiendo que no jugaré limpio, igual que los piratas y sus jefes y los jefes de sus jefes. Los piratas, al final, no toman decisiones, cobran un sueldo mínimo. A ellos los envían los señores de la guerra: comerciantes con mucho dinero que les dan el objetivo y órdenes. Yo pido un millón de euros de sueldo y provisión de fondos ilimitados que nunca justificaré», explica Jon Imanol a La Voz desde Kenia, su actual país de residencia, donde gestiona una fundición de oro. Pero Sapo, antes de relatar cómo se cocinó aquella liberación, detalla el contexto que se encontró al aceptar el encargo: «Si en Galicia y el País Vasco no hubiese existido tanta movilización, de no haberse tocado el corazón de tanta gente en España, el Gobierno, de Zapatero entonces, no hubiera hecho nada y habrían muerto [los tripulantes]».
Jon aceptó el trabajo tras recibir sus honorarios por adelantado y el dinero para mover sus piezas: «Tiré de contactos en Yemen, Sudan y Somalia —recuerda el exmilitar—, pero el primer viaje fue a Londres. Hablé con una empresa que media en otros secuestros de barcos, un despacho de abogados muy relacionado con los piratas y sus jefes. Luego voy a Dubái para saber cómo se harán los pagos, hablo con un señor de Yemen y otro somalí. Una vez hecho eso, ya puedo entrar en Somalia sin que me disparen... Hablamos de un país dividido en cinco gobiernos, con Alcaeda gestionando una parte de la nación, destrozada pero con mucho dinero». A partir de ahí comenzaron los contactos cuerpo a cuerpo, rememora Sapo: «Negocio con los jefes de los jefes de los piratas, lo intento todo. Cuanto más barato, mejor. Así me llevó el dinero que sobre. Me dieron 12 millones de euros».
Vivos o muertos
Los rescates de barcos, añade Jon, «nunca se reconocen para no sentar precedentes, pero son mucho más habituales de lo que la sociedad cree. Incluso a través de compañías de seguros». Lo siguiente fue verificar que todos los tripulantes vivían: «Nos acercamos en helicóptero, por las fragatas de la Armada de España también supimos la situación a bordo y decidimos hacer el pago. Pero entonces, dos piratas salieron del barco en una lancha y la Armada española no tuvo mejor idea que arrestarlos. Fue lo peor, casi todos mueren a bordo. A mayores, el juez Baltasar Garzón extraditó a esos dos piratas a España. De no haber contactado con un líder de los piratas, hubiesen muerto todos en el Alakrana. Si yo hubiera sido el jefe de los piratas, los hubiera matado también porque estábamos en un momento de negociación, no de guerrear. El papel de la Armada era una traición, y que conste que los militares no estaban a favor de extraditarlos, pero el CNI sí, y el juez Garzón también. Los piratas llevaban días drogados de khat —una hoja que se masca— y los amenazaban constantemente. Era el momento de pagar el rescate».
No hay facturas ni albaranes de aquellos desembolsos. Solo la relato de Sapo: «Lo hicimos a través de los Emiratos Árabes y Londres, y la última parte se hizo en el barco. 1,3 millones de euros que se tiraron en bolsas con paracaídas desde un helicóptero. Después del pago, los piratas se subieron a sus barcos y se fueron a tierra, finalizando 47 días de secuestro. Lo que no imaginaron los piratas es que las bolsas del dinero incorporaban un GPS en las costuras. Seguían bajo mi control. Me tocaba recuperar el dinero para pagar mis gustos caros [risas]. No tenía suficiente con lo que me pagó el CNI, reconozco que nunca tengo suficiente, soy insaciable en eso [más risas]. Lo siguiente, ya en suelo somalí, fue reunir a mis colaboradores de la agencia Black Water, mercenarios americanos. Atacamos el campamento de los piratas y recuperé el dinero. El dinero del rescate del Alakrana me lo quedé yo y me compré un Rolls Royce. En la vida siempre habrá ganadores y perdedores [más risas]».
Única fuente
Pero la historia de Jon Imanol Sapieha Candela, alias Sapo, al igual que los pagos, no puede confirmarse por fuentes oficiales. El CNI, de ser cierto, no reconocerá nunca que lo contrató. Igual que el Gobierno de España de entonces, ni los mandatarios que lo ocuparon después. Sapo relata toda la historia en un documental sobre su biografía, titulado Sapo S.A. Memorias de un ladrón (Prime Vídeo, 2022). Cuenta también cómo robó en 1998 en un banco de Yecla, Murcia, 2.700 millones de pesetas; o en el 2001 sustrajo a Esther Koplowitz cuadros de Goya, Sorolla o Brueghel, entre otros autores, de un piso en el centro de Madrid. Ningún representante del Estado quiso participar en el capítulo del Alakrana para hablar del papel de Sapo en el rescate, empezando por el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. De ahí que la pregunta a este mercenario resulte obligatoria: ¿cómo puede demostrar que es verdad?
La respuesta está a la altura del personaje que encarna el entrevistado: «¿Acaso tengo que demostrar algo? ¿Acaso es usted inspector de Hacienda? Yo solo fui una sombra, y las sombras no firman nada, ni los piratas me firmaron nada. Esta operación no ha existido nunca, los criminales no tenemos memoria ¿Quién puede demostrar que estuve allí? Yo no recuerdo nada, soy un fantasma».
RELACIÓN CON GALICIA
«En los 90 le vendí lanchas y radares a los Charlines»
Jon Imanol Sapieha, dice, hizo sus primeros negocios en Galicia ofertando infraestructura a los Charlines y otros narcotraficantes: «En los 90 le vendí lanchas, radares, radios, inhibidores de radio y todo lo que podían necesitar. Tuve relación con todos aquellos capos, medio capos y capitos del narcotráfico. Vendí mucho material necesario para ellos. Hay que pensar que entonces los traficantes gallegos vivían en la edad de piedra».