La gallega que con 24 años ha vivido en 5 países tirando de becas: «Cuesta estar lejos de casa, pero he terminado cada experiencia pensando en la siguiente»
GALICIA
La santiaguesa Sara Vispalia vive ahora en Bruselas, en donde hace prácticas tras haber realizado un voluntariado. «Estudiar fuera es un aprendizaje en todos los sentidos», defiende
03 may 2023 . Actualizado a las 18:34 h.Alemania, Portugal, Polonia, Francia y Bélgica. Esos son los países en los que Sara Vispalia (Santiago, 1998) ha vivido en los últimos siete años. ¿Cómo lo ha hecho? Estudiando, haciendo prácticas o como voluntaria a través de diferentes ayudas públicas, tanto autonómicas como estatales.
En el 2016 Sara empezó la carrera de Derecho en la Universidade de A Coruña y al año siguiente arrancó su aventura por el mundo. En el verano del 2017 viajó sola por primera vez con una beca y desde entonces fue un no parar: «Hasta ese momento solo había salido de Galicia con mi familia y alguna excursión escolar», recuerda. Se fue dos semanas a Berlín con el programa Xuventude no Mundo de la Xunta: «Es un programa de intercambio cultural que está realmente bien, pero creo que a raíz de la pandemia no volvió a ser lo mismo. Es una ayuda extraordinaria: yo tengo amigos que se han ido a Japón con ella y a uno de ellos incluso le sirvió para idear su tesis doctoral, por eso creo que es importante que se retome adecuadamente», recuerda. «Es un programa que, a esa edad, abre mucho la mente y puede inspirar mucho a los jóvenes gallegos», asegura.
El verano siguiente tampoco se quedó en casa. A través de la ayudas de la Xunta para aprender Idiomas en países de la Unión Europea estuvo casi un mes realizando un curso de portugués en Lisboa: «Fue una gran oportunidad porque conseguí un nivel B1 de portugués y los idiomas ayudan mucho en el currículo», explica. «Cuando yo la solicité daban mil euros. Con eso tienes que gestionarte tú los gastos. En mi caso el curso era intensivo y me costó unos 500 euros. El alojamiento me costó unos 200 euros». Aunque en esta ocasión tuvo que poner un poco de dinero de su bolsillo, cree que «habría gastado más en casa». De todas las ayudas que ha conseguido, es de esta de la que guarda mejor recuerdo y la que más recomienda, pero también cree que hay ciertos aspectos que son mejorables: «Yo tuve que adelantar el dinero y luego me lo reembolsaron. Eso puede ser un problema para la gente que no dispone del importe necesario para irse a estudiar fuera».
A estas alturas, ya no queda duda de que Sara no podía dejar de participar en el programa que lleva treinta años moviendo a estudiantes gallegos por todo el mundo: en el 2019, se fue de Erasmus. Cursó el segundo cuatrimestre del tercer curso de grado en Polonia. A pesar de que, en aquel momento, ella ya tenía experiencia en movilidad internacional, reconoce que esta experiencia supuso un reto para ella: «Fue la primera vez que tuve que estudiar en inglés y que lo que estaba aprendiendo estaba directamente relacionado con mis estudios», recuerda. Fueron precisamente sus ansias viajeras las que condicionaron la elección del destino: «Polonia es un país de Centroeuropa, eso me permitía moverme por la UE de forma fácil y económica y pude visitar otros sitios».
Como a tantos otros, la pandemia la obligó a tomarse una pausa en su recorrido y no fue hasta el año pasado cuando se embarcó en otro programa. El mes de julio del 2022 se fue a un campo de voluntariado de la Xunta de Galicia al norte de Francia, en donde realizó actividades medioambientales. «En este programa me cubrían la estancia, la manutención y todos los gastos relacionados con las actividades que hacíamos», explica.
Solo dos meses después, repitió y se embarcó en un nuevo voluntariado, aunque en otro país y con otro programa: se fue a Bélgica a través de la iniciativa European Solidarity Corps, para realizar actividades educativas. «En este caso ya me cubrían el transporte para llegar hasta allí, el alojamiento y la manutención. En mi caso también me daban un dinero mensual para mis gastos, pero las condiciones dependen muchísimo del voluntariado que hagas».
En Bélgica continúa a día de hoy y espera seguir allí los próximos meses, en Bruselas, haciendo prácticas con el Programa Integral de Cualificación y Empleo (PICE) de la Cámara de Comercio de España.
Sara Vispalia también pidió algunas becas para estudiar a nivel nacional. De estas, destada el programa de inmersión lingüística del Ministerio de Educación: «Es una beca para realizar un curso de inmersión en lengua inglesa durante una semana en alguna de las ciudades de España que ofertan. Me fui a Valencia y yo misma me sorprendí de lo que mejoré el idioma en apenas cinco días», explica.
«Es un aprendizaje en todos los sentidos: tanto académico como vital. En primer lugar, aprendes idiomas, que ya es algo que, de por sí te ayuda en cualquier ámbito. Además, descubres, ves mundo y abres tu mente. Somos jóvenes y es el momento de vivir y enriquecernos en formación y experiencias», detalla.
«Siempre es complicado irte a otro país y estar lejos de casa, pero he terminado cada experiencia pensando en la siguiente», asegura. «También es cierto que la gente que participa en este tipo de programas suele tener una mentalidad muy abierta», añade. Aunque no ha tenido ninguna experiencia lo suficientemente mala como para desanimarla, ella tiene claro cual es la peor parte de solicitar este tipo de ayudas, y es común a todas ellas: «Es muy importante no desanimarse con el proceso administrativo, porque a veces puede ser bastante farragoso».
A pesar de haber conseguido todas estas becas, Sara insiste en que no hay una «fórmula mágica» para hacerse con una de estas ayudas: «A veces es cuestión de tener una serie de méritos, otras se trata de que tu perfil encaje con lo que buscan y en todas hace falta un poco de suerte, como en todo en la vida», reflexiona. «Es importante que seamos los propios jóvenes los que difundamos estos programas. Al final ver las experiencias de otra gente da confianza y anima a otros estudiantes a solicitar estas ayudas», añade.
De su tierra natal extraña muchas cosas: «Los pimientos de Padrón, la tortilla de Betanzos, a mi familia, a mi perro,...», cuenta. «Como en casa en ningún sitio -concluye-, pero todo depende de las oportunidades que me vayan surgiendo. Hasta que termine estas prácticas seguiré en Bruselas, me gustaría volver a Galicia, pero si me aparece una buena opción aquí, seguiré».