El exconsejero de Salud de Cataluña entre los años 2011 y 2015 asegura que no se puede pedir un pacto político en sanidad si no existe un pacto entre profesiones sanitarias
28 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Boi Ruiz (Barcelona, 1954) fue consejero de Salud en el gobierno de Artur Mas entre los años 2011 y 2015. Lo fue en los peores años de la crisis, con un recorte importante en los presupuestos que se tradujeron en medidas drásticas en la sanidad. Asegura al echar la vista atrás que fue la única alternativa posible para que el sistema no quebrara. Esta semana estuvo en Galicia para ofrecer en el Colegio Oficial de Médicos de Ourense una charla sobre la profesión médica, el profesionalismo y la atención centrada en el paciente.
—Desde hace años se habla de la crisis del modelo actual de la sanidad, ¿por qué?
—El sistema tiene tres crisis, una crisis de modelo asistencial, ya que seguimos regulándonos con principios y criterios de los años 80, en los que la demanda que predominaba era la de curar, mientras que ahora la de cuidar, por la cronicidad, es mayoritaria. Se resiente la organización y el modelo de primaria, organizado para atender episodios de enfermedad aguda. No está preparado para ese continuo asistencial permanente que requiere la enfermedad que no curamos. La segunda es recurrente, una insuficiencia financiera que de vez en cuando se agudiza. Nacimos con una insuficiencia financiera muy clara ya que el Sistema Nacional de Salud (SNS) es una traducción del antiguo modelo de la Seguridad Social universalizado, en el que no había ni salud mental ni salud pública, curiosamente las dos cenicientas del sistema. Es decir, hay una mala salud de hierro basada en una insuficiencia financiera crónica que se agudiza cuando hay crisis económicas. Y la tercera gran crisis es la pandemia, que ha puesto en evidencia toda una serie de necesidades y reformas que ya se detectaron en el año 91 con el informe Abril.
—Esta crisis de modelo se ve en atención primaria, en donde se pide una redistribución de competencias. Algunos intentos, sin embargo, han acabado en los tribunales, ¿cómo hacerlo?
—No se puede pedir, que hay que seguir pidiéndolo, que haya un pacto político que haga de la sanidad un tema de Estado sin pedir un pacto interprofesional. Tendrían que sentarse todos los profesionales sanitarios y pactar la distribución de funciones, y esto no puede hacerse con una ley como la de ordenación de las profesiones sanitarias. Hay equipos de primaria en donde se distribuyen muy bien las tareas, por lo que como decía Adolfo Suárez por qué no vamos a darle categoría de normal a lo que es normal a nivel de calle. Además de un pacto político hace falta un pacto interprofesional. Hay una línea muy complicada de resolver, la más dura, a quién corresponde la prescripción, porque el diagnóstico puede corresponder a muchos pero el que prescribe es el médico mientras no se demuestre lo contrario. Lo que está claro es que hay elementos de esta crisis de modelo sanitario que no vamos a resolver aunque haya un pacto político si no hay pacto entre profesiones.
—La medicina de familia sigue sin ser atractiva para los profesionales, ¿por qué?
—Hay un problema funcional, la especialidad se llama medicina familiar y comunitaria pero organizamos la primaria con agendas para visitar personas en los centros de salud. La familia y la comunidad no están en la sala de espera. Estamos haciendo mucha más medicina general que familiar y comunitaria. Eso induce a una infravaloración del propio médico, que ha estudiado una especialidad y la organización lo coloca recibiendo en la consulta a personas para cuidarlas o curarlas. La responsabilidad del médico de familia de estar en la comunidad, la medicina proactiva, no puede llevarse a cabo porque la organización no lo tiene en agenda. Si queremos que el médico de familia sea diferente al médico general habría que pensar si en la primaria, además del especialista de medicina familiar y comunitaria, tendría que haber médicos generalistas de ayudantes. Yo salgo como graduado en Medicina, puedo colegiarme y poner una placa en la puerta de mi casa pero no puedo estar en el sistema público. Tenemos recursos que pondrían en evidencia el valor del especialista del médico de familia si tuviera trabajando con él a un medico generalista.
—Le tocó lidiar con la sanidad catalana en un momento de crisis y acometer recortes. Con la perspectiva del tiempo, ¿cree que había alternativas?
—No había otra alternativa. Lo que tenía que hacer yo y todos los consejeros de aquella época era hacer viable el sistema. Si se gastaban diez y de repente solo tengo ocho y si sigo gastando diez, el sistema quiebra. Todos, y de todos los colores políticos, ajustamos el gasto para poder hacer viable el sistema. Y esto pasa por afrontar cada uno de los capítulos de gasto: recursos humanos, farmacia e inversiones. Entre farmacia y recursos humanos estamos en el 80 % del gasto, por lo que todo el mundo bajó salarios, recortó el gasto farmacéutico -recordemos las políticas agresivas de genéricos-, y congeló inversiones. Con ello conseguimos que el Sistema Nacional de Salud fuese viable, pero como no hay un pacto político en sanidad todos los partidos, de diferente color, decían lo mismo desde la oposición.