Las elecciones municipales del 28 de mayo han agitado la política gallega hasta un límite que nadie podía advertir hace apenas tres meses. Entonces, el relevo de dos ministras en su intento de ser alcaldesas (Reyes Maroto y Carolina Darias, ¿recuerdan?) acabó llevando a José Miñones al Gobierno de Pedro Sánchez, movimiento que permitió recuperar a José Ramón Gómez Besteiro para la primera línea política en Galicia, y de paso acercarlo a la candidatura socialista a la Xunta.
Esas municipales salieron rana para el PSOE, y Sánchez acabó convocando unas elecciones generales para julio que han forzado, a su vez, la primera gran remodelación de Alfonso Rueda, con un impacto que va desde el Consello de la Xunta (cinco cambios) hasta el Parlamento de Galicia (saldrá Pedro Puy, el eficaz cerebro en la sombra del PPdeG). Así que el baile de sillas que empezó con Maroto y Darias ha terminado con un impacto sobresaliente sobre la política gallega que no acabará hasta las autonómicas del 2024. Porque esa es otra consecuencia de lo anterior: no parece que con semejantes cambios en San Caetano vaya a haber un adelanto electoral (pero todas las prudencias).
Rueda ha tenido que hacer cambios a su pesar, porque no contaba con desprenderse (tan pronto) de Paco Conde, siendo uno de los grandes arquitectos de la Xunta. Tampoco de Rosa Quintana, por su ascendencia sobre el siempre complejo sector del mar y por su afinidad personal. Pero al barón gallego los hilos que le ha movido Feijoo para llevarse a dos pilares del Consello le sirven de pretexto para ajustar el equipo a su gusto, elevando a dos mujeres que han dado un estirón estos meses (Ángeles Vázquez y Chus Lorenzana), y premiando a Diego Calvo. El estilo Rueda ya tiene un traje hecho más a su medida.