El padre de Asunta evita salir de prisión pese a poder reclamarlo desde el 2018

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

GALICIA

Álvaro Ballesteros

Basterra renuncia a los permisos de fin de semana, pasa desapercibido, trabaja en la biblioteca y no socializa con nadie

18 sep 2023 . Actualizado a las 10:20 h.

Alfonso Basterra cumplió en marzo del 2018 una cuarta parte de los 18 años de condena por matar a su hija, Asunta, junto a su exmujer y madre de la niña, Rosario Porto. Basterra es preso de segundo grado en la prisión de Teixeiro desde entonces y tiene derecho a pedir permisos de fin de semana. Pero en estos cinco años, por algún motivo, Basterra ha descartado hacerlo. Quizá porque intuye que la junta de tratamiento de su cárcel no los concederá. Existen tres motivos principales: la gravedad del delito cometido, no haber reconocido nunca su culpabilidad y la alarma social que generaría, explican en el Ministerio del Interior, del que depende Instituciones Penitenciarias.

A Basterra le restan ocho años de condena, y su salto al tercer grado penitenciario —más flexible—, debería estar próximo. Pero ese cambio de categoría depende de la misma junta de tratamiento, que tiene que proponerlo. Él puede solicitarlo, pero no es lo común y resulta muy difícil la concesión si previamente la misma junta de tratamiento no lo aprobó por propia iniciativa y con el consentimiento de Instituciones Penitencias en Madrid, que es el protocolo habitual. Además, el tercer grado no se concede hasta que el preso disfruta de los primeros permisos de fin de semana siendo todavía de segundo grado.

Alfonso Basterra  ve pasar los días a caballo entre el módulo de respeto donde reside y la biblioteca de Teixeiro. Se levanta por la mañana, ordena la celda y hace la cama, desayuna y empieza la jornada entre libros. No tiene relación de confianza con nadie. En parte «por ese elevado concepto que tiene de él mismo. Se considera intelectualmente muy superior al resto de internos y funcionarios», explican trabajadores del penal coruñés. El padre de Asunta tampoco recibe visitas y apenas le llega correspondencia. «Pasa desapercibido, le cuesta expresar sentimientos», añaden quienes le ven deambular por el módulo.

Al final de la mañana, deja la biblioteca para desplazarse al comedor. Tras la comida, descansa en la celda y regresa a la biblioteca. No pocos días se desplaza a otros edificios del complejo penitenciario de Teixeiro para recoger libros en módulos o celdas. «Eso le da contacto con más presos, pero ni así acaba de empatizar con nadie. No quiere, no le hace falta, se entiende que está mejor sin relaciones de confianza, a su aire. Tampoco en la biblioteca, por donde pasan otros internos, empatiza. Va a lo suyo», explican los mismos funcionarios.

Al acabar la tarde, regresa a su módulo. Los presos que le acompañan tampoco son conflictivos. El ambiente es correcto, diferente a otros módulos más complejos por los delincuentes que los habitan. Pero ni así; Basterra se limita a cenar, luego se refugia en su celda y duerme para seguir restando a sus 18 años de pena.

Escribe relatos cortos que presenta a certámenes penitenciarios 

Alfonso Basterra se ha aficionado a la escritura años después de ejercer el periodismo. Invierte parte de su tiempo en la cárcel dando forma a su inspiración en formato de relato corto. No es la primera vez que el padre de Asunta, desde que ingresó en prisión hace ahora 10 años, presenta el resultado de su trabajo a concursos convocados por Instituciones Penitenciarias en el conjunto de España.

Basterra fue hace tiempo preso de apoyo. Velaba por otros internos para, por ejemplo, evitar que se quitaran la vida. A él solo fue necesario aplicarle una vez el protocolo antisuicidio. Ocurrió en diciembre del 2020, tras quitarse la vida su exmujer, Rosario Porto. Más allá del impacto de los primeros días, Basterra recuperó la frialdad en el trato y evidenció muestras claras de querer seguir viviendo.