Pascal, el holandés errante que busca revitalizar Os Ancares

María Guntín
María Guntín OS ANCARES / LA VOZ

GALICIA

Pascal, un holandés asentado en Os Ancares, al pie de las terrazas en las que ha plantado ya 120 frutales y con su casa de fondo
Pascal, un holandés asentado en Os Ancares, al pie de las terrazas en las que ha plantado ya 120 frutales y con su casa de fondo OSCAR CELA

Es el único habitante de una aldea de la montaña de Lugo y acaba de poner en marcha un proyecto de permacultura

26 sep 2023 . Actualizado a las 20:41 h.

Pascal Elzinga lleva cuatro años viviendo en Orbán, una pequeña aldea de la montaña de Lugo que pertenece al ayuntamiento de Cervantes. Con unas vistas de infarto detrás y un castellano casi perfecto, el holandés habla de su día a día en Os Ancares. Teletrabaja para una empresa de software canadiense y, después de tres años esperando los permisos necesarios, ha puesto en marcha un proyecto de permacultura.

Elzinga se pasó la vida viajando de país en país, hasta que una serie de casualidades lo llevaron a instalarse en Os Ancares. Lo suyo con estos valles fue un flechazo, como se suele decir. Decidió comprar una casa con una gran finca para tener animales y huerta. Su día a día empieza así, en contacto con la naturaleza. Después se pone delante del ordenador y trabaja hasta media tarde. Lo apaga y de nuevo, se echa fuera para controlar los animales, hacer arreglos, desbroces y, desde hace unos meses, regar sus frutales.

Junto a la casa de Pascal un hórreo que acaba de rehabilitar luce esplendoroso junto a un porche que cubre decenas de plantas. «Este sitio es muy duro, necesito endulzarlo con plantas ornamentales», dice el holandés, que ya puede presumir de retranca gallega.

Un entorno natural privilegiado

«Ahora mismo tengo cinco ovejas, pero tengo un macho por lo que mi idea es ampliar el rebaño hasta que sean 20 o 22 y hacer silvopastoreo en el bosque», dice presumiendo de animales en un lugar sin contaminación acústica y en el que solo acecha el viento chocando contra los árboles.

Su pequeña «granja» convive con un proyecto de permacultura en el que lleva trabajando años, pero que materializó hace apenas unos meses. «Son cuatro terrazas en zigzag y con orientación sur. Ahora mismo hay 120 árboles frutales plantados, pero mi intención es que se multipliquen y sean más de 1.000 próximamente», desgrana Pascal. Desde peras a manzanas, uvas grosellas e incluso granados. «Aquí se dan muchas variedades frutales y yo espero tener la primera cosecha en dos o tres años porque todo depende de la variedad que plantes; la clave está en elegir bien», añade. Su idea es vender la fruta en aldeas próximas, a vecinos y conocidos, aunque no descarta acudir a ferias cercanas.

Pascal, con algunas de las plantas ornamentales que cultiva en Os Ancares
Pascal, con algunas de las plantas ornamentales que cultiva en Os Ancares OSCAR CELA

Lo primero que tuvo que hacer el holandés fue diseñar los bancales y lograr el permiso, que tardó tres años por los retrasos derivados de la pandemia de covid-19. Después empezó a acondicionar el terreno, asesorado por un experto de Estados Unidos que le dio los mejores consejos para poner en marcha su proyecto.

«La idea es que el agua de la lluvia penetre lentamente porque aunque en Lugo llueve mucho, el agua se disipa velozmente. Las terrazas funcionan como una balsa, por lo que el agua se absorbe mucho más despacio», añade Pascal. Sin embargo, este verano, con los frutales ya plantados, tuvo que regar de manera manual las terrazas a diario.

Proyectos de regeneración del terreno

Para garantizar la viabilidad del proyecto de permacultura y su supervivencia, Elzinga utiliza varias especies de brassica que incluye la colza y otras flores silvestres que ayudan a generar raíces, «esto permite fortalecer la tierra porque estamos en una zona con mucha piedra. En resumen, es un abono verde que ayuda a mejorar el suelo, especialmente después de los movimientos de tierra que hicimos para crear las terrazas». Asimismo, el tronco de los frutales están rodeados por astillas de madera que también favorecen la captación de humedad.

En la parte alta de la finca, junto a la casa, Pascal también ha creado un pequeño estanque para favorecer la filtración de agua hacia las terrazas.

Además de su trabajo en remoto, de los animales y el proyecto de permacultura, Pascal cultiva una pequeña huerta que todavía resplandece en esta época del año. Tomates, habas, lechugas, girasoles y hasta alcachofas, que intenta mimar y respetar al máximo. «Les dedico menos tiempo del que me gustaría porque al final, el día no da para todo», dice.

Aunque Pascal vive solo, ahora mismo tiene un voluntario alemán que le ayuda con las labores diarias. Es el único habitante de la aldea, y aunque esto no lo perturba, sus esperanzas están puestas en poder repoblar su amada aldea de Orbán. «Me encanta esta vida que llevo», sentencia con una sonrisa de oreja a oreja.