José Luis disfrutó de la vida hasta que se cruzó con su asesino
en un hostal de Mondariz
GALICIA
El conflicto con su vecino, condenado esta semana a 14 años de cárcel, apagó su carácter alegre en los días previos al crimen
29 nov 2023 . Actualizado a las 00:27 h.José Luis interpretaba la vida con buen humor. No le interesaban las penas, las dejaba pasar de largo; era más de disfrutar cuando tocaba. Disfrutaba con la gastronomía. También riendo, incluso de él mismo: no vaciló en apodarse el Cabra para satirizar su carcajada aguda. Era trabajador, practicaba el formato de jornal; tantas horas diarias a x euros cada una. Un día podaba, otro desbrozaba, al siguiente limpiaba coches o retiraba estiércol de una cuadra. Respondía en tiempo y forma a cada encargo de un vecino, de ahí que casi nunca faltase trabajo. Residía en su Mondariz natal. Nació y se crio en la parroquia de Gargamala, junto a sus nueve hermanos: la familia Faro Fernández. Desde el 22 de enero del 2021, falta un hermano. José Luis fue asesinado aquel frío y lluvioso viernes. Miguel Ángel Gallego le clavó 90 veces un cuchillo de cocina. Lo compró en un bazar con el único propósito de matarlo. La Audiencia Provincial de Pontevedra le condenó el jueves a 14 años de cárcel por este crimen con ensañamiento.
Víctima y verdugo cruzaron sus vidas de casualidad en el Hotel O Refuxio, en el centro de Mondariz. El primero llevaba 17 años viviendo en el complejo, a su aire, sin meterse con nadie, ejerciendo de vecino y cultivando las amistades de toda la vida: «Era uno más, de casa, comía, desayunaba o cenaba con nosotros, con la familia», explica Beatriz Suárez, propietaria y gerente de O Refuxio. «Luis llegó al hostal a través de Alberto, que falleció hace unos años. Era la típica persona que estaba en todos los fregados: presidente de la comisión de fiestas, del equipo de fútbol. El caso es que vino un día y me dijo: ‘‘Tesme que axudar, necesito unha habitación para José Luis, de Gargamala. Estando na parroquia, e sen coche, non poder vir a traballar a Mondariz e necesita aloxamento''». No lo dudé, y nunca me arrepentí. Todo fueron buenos gestos, buena educación, siempre de buen humor, dispuesto a hacerte sonreír, a gastar bromas».
Beatriz declaró ante la Guardia Civil y en el juicio. Recuerda que José Luis llevaba semanas pidiendo el cambio de habitación. Residía en la número 3, y la convivencia con Miguel Ángel, instalado en la 2, pared con pared, resultaba insostenible. Beatriz, este jueves, recordaba que «José Luis trabajaba, cobraba un jornal y por eso siempre tenía efectivo. También fumaba, y el otro no hacía nada. [José Luis] Se cansó de que [Miguel Ángel] le pidiera tabaco o unas monedas, y ahí empezó todo. No aceptó el no y le ponía la música altísima de madrugada, golpeaba la pared, no le dejaba dormir sabiendo que a las siete se levantaba todos los días para trabajar».
Insomnio y preocupación
Gabino González era el mejor amigo de José Luis. También reside en Mondariz y el trato, además de estrecho, era diario: «Cenaba en mi casa todos los días, los fines de semana íbamos con los amigos a tomar unos vinos. José Luis era súper querido por todos, tenía sentido del humor, una de esas personas que en un sitio como Mondariz, donde nos conocemos todos, hace piña, participaba de cuanta fiesta había, no faltaba nunca a nada. Donde hubiera una merienda o cena, allá estaba él. Era una persona feliz, y cuando no lo estaba, se notaba mucho: como en los días previos a su asesinato. Le preocupa la mala relación con su vecino, que acabó asesinándolo». José Luis informaba a diario a Gabino del conflicto con Miguel Ángel. También del insomnio que le generaba su vehemente comportamiento de noche. «Por eso cuando nos enteramos de que apareció muerto, fui el primero en llamar a la Guardia Civil. No lo dudé, entendí que lo mató y había que dar con el culpable».
José Luis comió con sus nueve hermanos y madre por última vez 21 días antes de su asesinato. Era Año Nuevo, y la reunión familiar se desarrolló en la vivienda familiar de Gargamala. «Quiso encargarse de todo, pagar todo él para invitarnos —explica Loli, una de sus nueve hermanas—. Era así, aunque luego le faltase dinero a él para acabar el mes, prefería invitarnos a todos. Pero ese día no estaba del todo feliz, su estado natural. Le preocupaba el conflicto con su vecino de habitación, y explicó que estaba pendiente de recibir un colchón para mudarse a la habitación número 7. Pero nunca llegó a hacerlo, lo mataron antes».
Loli reconoce no haber pasado página todavía. José Luis era su compañero de vermú dominical, un amigo además de hermano. Esta semana, tras conocerse la pena de 14 años impuesta al asesino confeso, reconocía: «De algo así no te recuperas del todo nunca. Lo ves en películas, pero no piensas que pueda ocurrirte. A mi madre intentamos protegerla, que no se enterara de lo que pasó realmente. Le contamos que José Luis tropezó y murió de un mal golpe en la cabeza. Pero la brutalidad de lo ocurrido fue imposible de contener, no tardó en conocer la verdad y lamentar que a su hijo no le dejaran seguir siendo el disfrutón que siempre fue».