El primer Avlo sale de Galicia a Madrid con pequeño retraso incluido: «Vamos al concierto de la Bichota»

GALICIA

Xoán Carlos Gil

El tren «low cost» de Renfe parte de Vigo a las 5.57 y sufre una pequeña avería en Santiago que retrasa el viaje quince minutos

22 jul 2024 . Actualizado a las 11:12 h.

Galicia estrenó esta mañana el tren low cost con la salida del primer Avlo, a las 5.57 de la mañana, de la estación de Vialia, en Vigo, destino a Madrid. El enorme centro comercial asentado sobre los andenes, desangelado a esas horas, abrió sus puertas antes que nunca para recibir a las decenas de pasajeros que aprovecharon los descuentos para trasladarse a la capital. La mayoría van con lo puesto. Incluso había quien vestía bañador y alpargatas. Pocas maletas, mochilas llenas y complementos para acomodarse en el asiento y poder dormir.

No sería fácil en los doce vagones del Avlo, donde las luces permanecieron encendidas todo el trayecto. Solo se apagaron momentáneamente en Santiago, donde un pequeño percance técnico y la salida al andén del maquinista para situarse en el extremo contrario del tren para poner rumbo a Ourense retrasaron la salida algo más de quince minutos.

Lejos del confort del AVE, a cambio de unas rebajas en la tarifa que, de forma promocional por su estreno, partían de siete euros hasta el 30 de septiembre, los asientos son de material compacto, con los cojines de escaso grosor y de loneta gris, con detalles naranjas. Pocos vagones superan la media docena de ocupantes al salir de Vigo, pero a los pasajeros se les asignó sentarse juntos en las hileras: tres de un lado, un pasillo estrecho en el medio donde solo cabe una persona, y dos del otro. El traqueteo es constante y ruidoso, especialmente cuando el viaje pasa a ser ya de verdadera alta velocidad, al rondar los 300 kilómetros por hora a partir de Santiago, y los objetos bailan sobre la pequeña bandeja plegable. Aquí no hay pantallas en los respaldos, ni siquiera colgando del techo del pasillo para seguir una película, como en los Alvia, sino un televisor al final del vagón con el mapa del recorrido a Madrid.

Antes de subirse, un matrimonio que pasó el fin de semana en las Rías Baixas descubre que no podrán desayunar en la inexistente cafetería del tren. «A esta hora no había ningún sitio abierto para tomar el café», lamenta ella, que tendrá que resignarse con consumir alguna bebida de las máquinas expendedoras situadas entre los vagones. Aquí el precio ya no es low cost, y una botella de agua cuesta dos euros. Otra pareja, que vino a visitar a su hija en Vigo, lleva a su caniche Kira de vuelta a Madrid, el primer perro que estrena en Galicia los viajes low cost en ferrocarril. El tren sale puntual de la estación de Urzaiz, y el maquinista saluda: «Les damos la bienvenida al estreno oficial del primer Avlo». Lo de oficial va porque el domingo, aprovechando el traslado del material rodante a Galicia, Renfe aprovechó para convertirlo en un servicio extra desde Madrid, por lo que el S106 funcionó como un larga distancia.

A ritmo de Bichota

«Qué bueno llegar a las diez y media. Ponemos una lavadora y a echar una siesta hasta hacer la comida», comenta Marcos con su novia, ambos también de regreso a Madrid y que dicen que en pocos minutos estarán ya en casa, a un par de paradas de metro de Chamartín. «Es lo bueno de viajar en tren, que ya estás en la ciudad. Si vas en avión pierdes más tiempo», valoran.

Había muchos en la estación de Vigo que se subían al tren para disfrutar de la tercera noche de la artista colombiana Karol G, que llenará de nuevo el estadio Santiago Bernabéu con su actuación. «¡Hombre!», levanta los brazos Valentina, compatriota de la artista colombiana, estirando la última letra y abriendo aún más los ojos, «vamos a la Bichota, claro». A lo mismo van Joselyn, Saulina y Bianca, sin apenas equipaje y con todo el día por delante hasta que empiece el concierto.

El perfil de los viajeros cambia en Santiago, donde los vagones ya lucen más llenos. Casi todos suben con enormes mochilas. Un joven responde que hizo en solitario el Camino desde Oporto, y que ahora pasará dos días en Madrid antes de volver a República Checa. En la capital gallega ya se abre el día, tras poco más de una hora de viaje en la que el tren se resiste a superar los 200 kilómetros por hora. En la estación compostelana permanece quince minutos de más por un problema técnico que deja a los vagones sin alimentación eléctrica. Algún pasajero resopla, otros duermen y, quienes van de concierto, se ven más relajados y lo comentan con humor. La conexión al wifi, intermitente en algunos tramos, desaparece, y por la ventanilla se puede ver la llegada del primer Avant de la mañana con destino a A Coruña.

Reanudada la marcha, y abandonado ya el eje atlántico, el tren roza por primera vez los 300 kilómetros por hora, velocidad máxima en la red española, si bien puede alcanzar los 330. El ritmo aminora entre Ourense y Taboadela, el último tramo que resta sin alta velocidad entre Galicia y Madrid, antes de llegar al cambiador de ancho de vía, donde llega a frenarse unos segundos. A partir de aquí, a las 8.15 de la mañana, el Avlo vuelve a aproximarse a los 300 y todo el vagón vibra, especialmente los compartimentos para las maletas y el cristal de las máquinas expendedoras.

El recorrido encadena largos túneles conectados con viaductos para superar las montañas, hasta llegar a A Gudiña con los quince minutos de retraso que ocasionó la parada en Santiago. Aquí el entorno es de relieve más suave, sin apenas casas alrededor ni los eucaliptos y pinos que acompañan a los viajeros en el eje atlántico. Son las 8.43, y el primer Avlo con destino a Madrid ya dejó atrás Galicia.