La letra pequeña del veredicto del caso Samuel Luiz: por qué hay cuatro culpables y una absuelta

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

ANGEL MANSO

El jurado considera que cuatro de los cinco acusados mataron al joven la noche del 3 de julio del 2021 en A Coruña: tres con alevosía, uno como cómplice. Exculpa únicamente a Katy Silva. ¿Qué ha motivado cada situación?

25 nov 2024 . Actualizado a las 16:13 h.

Solo Katy Silva sale sin reproche penal alguno de un veredicto de un jurado que estuvo deliberando durante cinco días por el crimen de Samuel Luiz. Diego Montaña, Alejandro Freire y Kaio Amaral son considerados culpables de asesinato con alevosía; los tres están en prisión provisional y ahí seguirán;a Alejandro Míguez, en libertad, se le considera cómplice. El tribunal popular decidió por unanimidad la culpabilidad Montaña y Freire, alias Yumba; y por mayoría en Alejandro Míguez y Kaio Amaral. No hubo dudas con Silva: exculpada por unanimidad.

La condena con las penas que imponga la jueza no se conocerá hasta dentro de unas semanas, y los abogados avanzan que apelarán ante el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia. La decisión del jurado es así solo un punto y seguido en este caso, a la espera de la siguiente etapa: las penas de prisión a las que se expone cada uno, según su participación. Así queda cada uno de los implicados en este caso:  

Diego Montaña, condenado por asesinato

El jurado le aplica el agravante de discriminación sexual

Diego Montaña escuchó el veredicto de culpabilidad con el mismo semblante con el que comenzó el juicio: el rostro serio y el moflete derecho apoyado en sus manos entrelazadas, mirando a un lado. Fue como una estatua en la sala y ni se inmutó cuando le confirmaron que se pasará muchos años en prisión, donde ya está desde que fue detenido. Parecía que se lo esperaba. Ni una mueca de desaliento de principio a fin. El jurado lo declaró por unanimidad culpable de un delito de asesinato con alevosía con el agravante de discriminación por orientación sexual, por la homosexualidad de Samuel. A falta de que la jueza imponga su pena, podría ser condenado a 25 años de prisión. Su abogado solicitó que se le impusiera un castigo de 20 como máximo. Fue el único letrado que todavía no anunció el recurso contra el fallo. «Lo tengo que estudiar», dijo.

Diego Montaña Marzoa tenía 25 años cuando asesinó a Samuel. Fue detenido a los seis días del crimen porque varios testigos, incluidos el resto de acusados, lo señalaban como la persona que le pegó a Samuel al grito de maricón tras pensar, equivocadamente, que lo estaba grabando con el móvil. Además, un joven le escuchó, en medio de la agresión, gritarle a Samuel que lo iba a matar, y uno que entonces era su amigo declaró en el juicio que «todo el mundo oyó que Diego le llamó a Samuel maricón de mierda».

Las cámaras de tráfico recogieron toda la secuencia, y el torrente de pruebas contra él lo obligaron a presentarse en el juicio sabiéndose que iba a ser condenado y con el único objetivo de que fuera con los menos años posibles.

Prueba de ello es que admitió entre lágrimas en el juicio ser el máximo responsable de la muerte de Samuel: «Esto empezó todo por mi culpa. Si yo no hubiese empezado la agresión, no hubiese pasado nada». Semejante muestra de sinceridad de un acusado de asesinato se fue diluyendo a medida que avanzó en su declaración. Porque a partir de esos primeros puñetazos y patadas que el mismo reconoció dijo ya no recordar nada. Según sostuvo, no continuó agrediendo a Samuel durante los cerca de tres minutos que duró la paliza mortal.

Los miembros del jurado, cuando se encerraron a deliberar, tenían ante sí decidir si este joven vecino del barrio coruñés de O Castrillón que empezó todo debería ser declarado culpable de asesinato con el agravante de discriminación por orientación sexual, de homicidio o de homicidio por imprudencia. Finalmente, el tribunal popular lo consideró, sin atenuantes, culpable de lo peor. De la muerte de Samuel Luiz. 

 Alejandro Freire, Yumba, condenado por asesinato

Le hizo un mataleón y no paró de pegar hasta el final

Alejandro Freire, en prisión desde julio del 2021, es el acusado que mirando al jurado se puso la mano en el corazón y dijo: «Estoy muy arrepentido. Pido disculpas a la gente que hice sufrir. Pero Samuel no murió por mi culpa». Sabía de sobra que iba a ser declarado culpable porque él mismo se autoinculpó de agarrar a Samuel Luiz por el cuello y tirarlo al suelo. Pero no sabía por qué delito. El jurado podría haberlo condenado por asesinato, por un delito de lesiones, de homicidio imprudente o hasta de homicidio con el atenuante de embriaguez. Tras cinco días de deliberación, las pruebas lo llevaron a ser culpable de asesinato por unanimidad. Además, no se creyeron que estuviese bajo la influencia del alcohol y la cocaína, por lo que le niegan el atenuante de alteración por consumo.

Conocido como Yumba, Freire asumió que al principio, cuando vio a Diego Montaña pegarle a Samuel, pensó que se estaban peleando y salió en defensa de su amigo. Juró que en aquel momento no era consciente de que su compañero de pandilla estuviese soltando puñetazos a un chico. Creyó que ambos se golpeaban. Reconoció en el juicio que agarró a la víctima por el cuello atacándolo por la espalda y cayeron al suelo. Admitió también que cuando aparecieron los senegaleses en auxilio de Samuel, le intentó pegar un puñetazo a uno de ellos porque, según declaró, les pareció verlos «en actitud agresiva». Uno de ellos le empujó. «Me hizo caer al suelo y me provocó un fuerte golpe en la cabeza que incluso me aturdió un poco», añadió. Y enrabietado por eso, se incorporó y quiso pegarle.

Más allá de eso, Yumba aseguró que el único contacto que tuvo con Samuel fue al principio de todo, cuando le hizo la maniobra del mataleón. A partir de ahí, sostuvo que en ningún momento volvió a intervenir a lo largo de los 170 metros en los que apalizaron a la víctima.

Contra su versión, las cámaras recogieron el momento en el que le aprieta el cuello a la víctima y la tira al suelo. Además, los otros cuatro acusados declararon que lo vieron hacer ese mataleón a Samuel, la policía lo sitúa al principio, durante y al final de la agresión, y la exnovia de Kaio declaró que tras agarrar por el cuello y tirar a Samuel, cuando este se levantó, quiso seguir pegándole.

Con todo eso, el jurado consideró, por unanimidad, que Alejandro Freire, vecino del barrio coruñés de O Castrillón, asesinó a Samuel Luiz con alevosía. La Fiscalía pidió a la jueza que le imponga una pena de 22 años de cárcel como autor de un delito de asesinato. Su letrado solicitó que la pena sea inferior a los 15 años.  

 Katy Silva Barros, absuelta

No azuzó a la manada, solo intentó impedir la paliza 

A Katy Silva nunca se le acusó de agredir a Samuel Luiz. Se sabía desde el principio, por las cámaras y los testigos, que no le tocó en ningún momento. Esta joven, que en la noche del crimen tenía 19 años y que no llegó a entrar en prisión provisional, solo tenía que convencer al jurado de que nunca empujó a la amiga de Samuel, Lina, impidiéndole así que pudiese auxiliarlo cuando comenzó la agresión. También resultó investigada por alentar a los agresores, incitarlos a que lo golpeasen. Aparte de eso, dijeron que llamó maricón a la víctima, de ahí que la Fiscalía pidiese que se le aplicase el agravante de discriminación por orientación sexual.

Nada de eso lo consideró probado el jurado. Para el tribunal popular, no hizo absolutamente nada. Ni azuzó a la pandilla agresora ni impidió que la amiga de Samuel ayudase a la víctima. Cuando escuchó esto del portavoz del jurado le guiñó el ojo a su abogado. Luego, cuando salió, lloró de felicidad junto a su madre, que ha seguido todas las sesiones.

El día en que se dirigió al tribunal popular para pedir la absolución de su clienta, su defensa, Luciano Prado, dijo que era solo culpable de «estar en el lugar equivocado y con gente inapropiada». Sostuvo el letrado que «en ningún momento alentó a su entonces novio», que «no empujó a la amiga de Samuel, ni le llamó maricón». Todo lo contrario, «su única preocupación era la de impedir varias veces» que Diego Montaña «continuara pegando a la víctima, sin conseguirlo». En cambio, la amiga de Samuel, Lina, declaró que cuando empezaron a pegarle, gritó varias veces que pararan: «Katy me tiró al suelo de un empujón a la vez que me decía que me apartara, que ahí no pintaba nada».

La policía aseguraba que fue la que incitó a su entonces novio para que agrediese a Samuel, y varios testigos dijeron que ella sujetó las cazadoras de Montaña y Freire mientras estos golpeaban a Samuel a lo largo de todo el recorrido.

Ante esto, al jurado se le abrieron varias puertas: declararla culpable de asesinato con el agravante de discriminación; condenarla por un delito de cómplice de asesinato con el mismo agravante, o absolverla. Y esto último es lo que decidieron por unanimidad. 

 Kaio Amaral Silva, condenado por asesinato y robo

El acusado para el que más años piden de pena, 27 años

Kaio Amaral Silva, en prisión provisional, se derrumbó al escuchar al jurado declararlo culpable de asesinato con alevosía y robo con violencia. Para la Fiscalía eso supone una pena de 27 años de cárcel, el mayor castigo que recibieron los acusados. Lloró ocultando su rostro y acostó su cabeza en la mesa.

Kaio fue el primer acusado que se presentó voluntariamente en comisaría, a los tres días del asesinato. Lo hizo para señalar a Diego Montaña y Alejandro Freire, rompiendo así el supuesto pacto de silencio alcanzado por la pandilla. No hizo falta preguntarle ni arrancarle una declaración. Delató a sus entonces amigos y se quiso quitar de encima toda culpa. Ni la policía ni las acusaciones le creyeron. Había un testigo que declaró que lo vio armar la pierna para dar una patada a Samuel y en la grabación de una cámara de tráfico se aprecia cómo corre hacia la víctima y levanta la pierna izquierda a escasos centímetros de la víctima. Lo que no se veía, porque una farola lo impedía, es si terminó golpeándola o no. El jurado lo condenó, por mayoría (sin unanimidad) pese a reconocer que no se aprecia esa patada. Fueron otras pruebas las que lo condenaron.

Su abogado, Ramón Sierra, no pidió al jurado, como sí hicieron otros letrados, que su cliente fuese declarado culpable de un delito con menor pena que el de asesinato porque, asegura, «Kaio no pegó a la víctima en ningún momento». Es más, añadió el letrado, que «lo único que hizo fue intentar parar la agresión hasta en dos ocasiones. Así las cosas, el jurado tuvo que decidir si lo condenaba por asesinato y robo con violencia, lo absolvía o lo consideraba autor de un simple delito contra el patrimonio, que solo acarrea una multa.

La principal prueba contra él fue la declaración de un testigo, amigo de la pandilla.: «Vi a Kaio alterado y enfadado con intención de pegarle. Iba preparando la pierna para darle una patada». Y otro allí presente recordó que lo escuchó decir tras enterarse de la muerte de Samuel que «se les fue de las manos».

En cuanto al robo del móvil, Kaio explicó que vio un teléfono en el suelo y lo cogió para luego intentar venderlo. Su abogado anunció que recurrirá: «No entiendo cómo no ven la patada y lo consideran culpable».  

 Alejandro Míguez Roca, condenado por cómplice de asesinato

Sin pruebas de que golpeara, pero ayudó a otros a matarlo

Alejandro Míguez Roca estaba en la calle, pero no las tenía todas consigo cuando lo llamaron para la lectura del veredicto. De hecho, su abogado, Manuel Ferreiro, reconoció que tenía preparada la maleta para ir a prisión. Aunque el jurado popular lo declaró culpable (por mayoría, no unanimidad) de cómplice de asesinato, no ha tenido que deshacer la maleta en el centro penitenciario. Está pendiente aún de la sentencia con las penas concretas —que se conocerán en unas semanas—, y se espera también que haya recurso ante el TSXG.

Lo que condenó a Míguez no fue pegar a Samuel, sino entrar y salir del tumulto que lo apalizaba «con intención de impedir que nadie lo auxiliase».

Alejandro Míguez es el mayor de los acusados. Tenía 25 años cuando mataron a Samuel y se sentó en el banquillo acusado de agredirlo en varios momentos. Sin embargo, no hubo un solo testigo que declarase haberlo visto pegar. Tampoco en las grabaciones de las cámaras de tráfico se aprecia que diese golpe alguno. Por eso sobrevolaba la sensación de que pudiese ser absuelto. Pero no.

Fue el acusado al que más tardaron en detener. Fue a los dos meses y medio del crimen. Cuando le detuvieron, según reconoció en el juicio, mintió porque «estaba muy asustado». Ya en la sala de la Audiencia, recordó que Diego Montaña era uno de sus grandes amigos. Conoció al resto de la pandilla por él. Pero llegado el momento de enfrentarse a una condena por asesinato, no dudó en culparlo. Aseguró que Katy le dijo: «No hagas nada, que esto es todo culpa de Diego». «Recuerdo meter los brazos e intentar acceder a Diego Montaña para separarlo y luego ser desplazado por el tumulto. Volví a intentar parar la agresión y ya no pude», añadió.

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El jurado tuvo que decidir si culparlo de asesinato, de un delito de cómplice de asesinato o declararlo no culpable y absolverlo. Decidió que fue una persona que no causó su muerte por los golpes, pero sí por ayudar a los que lo golpearon a lo largo de los 170 metros que se prolongó la agresión.

La policía lo ha señalado como el integrante de la pandilla que entra y sale varias veces del tumulto. Las cámaras lo grabaron en las inmediaciones de la pelea y un testigo declaró que en medio de la paliza se encontró con él y este le dijo: «No pude hacer nada, un negro me empujó». Fue la frase clave: el jurado entendió que intentó impedir que los senegaleses pudieran auxiliar a Samuel.