La fluctuante aportación de la cantera celeste

Lorena García Calvo
Lorena García Calvo VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

El Celta alineó en Granada su mínimo de canteranos en esta Liga, cuatro

04 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando el Celta saltó al césped de Los Cármenes lo hizo exhibiendo su once menos canterano de la temporada. Yoel bajo palos, los dos laterales, Hugo Mallo y Jonny, y Borja Oubiña, fueron los jugadores criados en la cantera que alineó Luis Enrique ante el Granada. Solo cuatro futbolistas de inicio en el que fue -junto a Getafe y ante el Barcelona- el equipo de salida menos vigués de la temporada.

Desde que Eusebio tomó las riendas del Celta, y con la llegada de Carlos Mouriño a la silla presidencial, la apuesta por la cantera no se ha quedado solo en un discurso, sino que ha estado respaldado por los hechos. Las bases nutren al primer equipo, y la presencia de canteranos en el once inicial ha sido el principal aval de esa filosofía. De hecho, cuando el consejo de administración celeste encomendó a Luis Enrique las riendas del primer equipo, lo hizo argumentando que el asturiano coincidía en cuanto a filosofía de base.

Veintidós jornadas de Liga después, lo que los onces celestes arrojan es una apuesta fluctuante que varía entre los cuatro futbolistas forjados en A Madroa que formaron frente a Getafe (Yoel, Costas, Oubiña y Madinda), Barcelona (Yoel, Hugo Mallo, Oubiña y Álex López) y Granada, y los siete canteranos que jugaron ante el Rayo (Yoel, Hugo Mallo, David Costas, Toni, Oubiña, Álex López y Santi Mina). En todo caso, el mínimo habitual de jugadores de la casa no baja de cinco (en nueve compromisos), y muchas ocasiones alcanza más del cincuenta por ciento del once de salida (en ocho partidos han salido seis).

Cambio en el ideario

La presencia de canteranos en el primer equipo se ha convertido en una tendencia irreversible en el Celta. El club ha visto cómo el buen trabajo de la cantera permite sacar adelante futbolistas con los que nutrir a la primera plantilla, y ese ideario es irrenunciable. Esta apuesta poco o nada tiene que ver con la anterior etapa del Celta en la élite del fútbol español. Basta echar la vista atrás, a la temporada 2006/07 para ver un Celta en el que toda la representación de A Madroa era Borja Oubiña.

En aquella plantilla a la que dirigieron Fernando Vázquez y Hristo Stoichkov solo el capitán tenía presencia activa, aunque Iago Aspas, Sergio, Jonathan Vila, Roberto Lago o Dani Abalo ya comenzaban a asomar la cabeza, aunque solo fuese a la hora de entrenar.

De aquella timidísima presencia de canteranos en el equipo se pasó, por necesidad y por convicción, a un Celta cuajado de futbolistas con ADN de A Madroa y que se echaron a la espalda el reto de devolver al Celta a Primera División. Durante el deambular celeste por Segunda la presencia de jugadores de la casa alcanzó cotas impensables años atrás, con onces en los que hasta el 80 % del equipo era de la casa.

Ahora, con el Celta intentando asentarse de nuevo en la élite, con la contención de gasto por bandera, pero con la intención de no pasar apuros, el equipo navega entre dos aguas. Si bien en onces como ante el Granada se detecta la pérdida de peso de A Madroa, por otra parte se ve cómo los vasos comunicantes entre la cantera y el primer equipo están más activos que nunca. Santi Mina, David Costas o Rubén Blanco, que no han alcanzado ni las dos décadas, son la prueba fehaciente.

En las dieciséis jornadas de Liga que quedan por delante, el Celta luchará por alcanzar sus objetivos con un 47 % de su plantilla formada en las instalaciones de A Madroa.