Los vigueses exhibieron su capacidad para combinar, aunque siguen echando de menos más gol
31 mar 2014 . Actualizado a las 12:01 h.El Celta se enjugó las penas ante el equipo más en forma de la Liga. Con un penalti que Nolito envió al fondo de la red, los de Luis Enrique se reencontraron con las sonrisas y los tres puntos, y de paso cortaron la racha de un rival que viajó a Vigo mirando de reojo a la Champions. En esta ocasión el trabajo tuvo su recompensa, y la ansiada permanencia ya está un pasito más cerca.
El once
La lógica se impone
Tras el «invento» del Nou Camp, Luis Enrique decidió dar un giro hacia la lógica y alineó a su equipo de gala. Un once sin estridencias en el que entraba por primera vez como titular en Balaídos Íñigo López, y en el que Krohn-Dehli volvía a ejercer de pivote escoltado por Álex López y por un recuperado e hiperactivo Rafinha. Augusto Fernández en esta ocasión hizo el viaje de regreso a la banda derecha, mientras que Nolito, que vio desde la banqueta el encuentro ante el Barça, se convirtió en el dueño de la banda izquierda. Los noventa minutos.
El planteamiento
Las pizarras ante todo
Fue un partido táctico con dos planeamientos diferentes. El Celta, tras correr tras el esférico ante el Barça, se quitó la espina asumiendo el 61 % de la posesión ante un Sevilla que decidió hacer daño a la contra. El resultado fue un rondo céltico forjado alrededor de Krohn-Dehli, el pulmón del equipo de principio a fin. El danés defendió y distribuyó a lo largo de los 90 minutos, pero sus pases filtrados al área no llegaron. Los de Luis Enrique, superada la línea de tres cuartos, se quedaban sin ideas. Y vuelta a empezar un partido en el que los dos contendientes exhibieron colocación y orden, y en el que el Sevilla quizás pecó de falta de ambición. Su estrategia de resguardarse y machacar no tuvo recompensa en un partido que encaró sus últimos minutos con los dos rivales dando por bueno el empate. Claro que entonces llegó el penalti que Nolito convirtió y que premió la paciencia viguesa.
La defensa
Cimientos sólidos
Escasas concesiones se permitió ayer la defensa del Celta. Esa que en los últimos dos partidos había encajado cinco goles, y que no estaba transmitiendo sensaciones muy alentadoras en los últimos partidos. La zaga se quitó la espina con un partido presidido por la corrección, con Jonny y Hugo taponando las bandas y con Íñigo y Fontás cubriendo con solvencia las embestidas del veloz ataque sevillano. El catalán hizo un partido mayúsculo cortando avances, apoderándose de balones divididos y dirigiendo una defensa que destacó por la seriedad y en la que esta vez Luis Enrique no se permitió extravagancias.
El gol
Sigue faltando chispa
El Celta se ha dejado por el camino la chispa y la lucidez en los últimos metros. El frenesí que antecede al gol apenas apareció en un equipo que exhibió su capacidad para manejar el balón, pero que también retrató su falta de gol. Desde el momento en el que los de Luis Enrique se plantaban en la línea de tres cuartos, se les hacía de noche. Las bandas, letales en algún partido, se enrocaron una y otra vez en conducir el balón hasta la línea de fondo, ahogándose así la jugada. Quizás el desborde de Rafinha puso pimienta en algunas jugadas del primer tiempo, pero ante la perterchada defensa de los de Emery, nada se pudo hacer. Los vigueses precisan afilar su ataque. Y con urgencia.
Los cambios
Mario recupera el pulso
Mario Bermejo tuvo ayer su segunda oportunidad en cuatro días. Luis Enrique prefirió la veteranía y el trabajo duro del veterano delantero a velocidad de Santi Mina. El cántabro volvió a dar muestras de que la experiencia es un grado.