El Celta exhibió su versión más luchadora y confiada para sumar ante la Real
13 abr 2014 . Actualizado a las 19:17 h.La fe mueve montañas, y ayer la del Celta cosechó un empate en el peor escenario. Puntuó ante una Real Sociedad que se adelantó a los cinco minutos, que exhibió pegada, que jugó buena parte del duelo con uno más, pero que quizás se durmió en los laureles confiando en que el ingente esfuerzo celeste no tuviera recompensa. Esta vez, sin embargo, se equivocó. La raza que los vigueses mentaban al final del partido se tradujo en un empate con aromas de victoria.
El once
Bermejo por Charles
Mario Bermejo volvió a salir de inicio casi un año después, y lo hizo para ocupar un puesto que parecía reservado a Charles. La recuperación de la fractura nasal del brasileño va por buen camino, pero Luis Enrique, consciente de que el próximo fin de semana en Almería se jugarán más que tres puntos, prefirió reservar al hasta ayer pichichi del equipo para evitar que viese la quinta amarilla. Rafinha y un incombustible Nolito acompañaron a Bermejo en el ataque, mientras que Fontás retomó los mandos del pivote secundado por los internacionales Augusto y Krohn-Dehli. Aurtenetxe y Cabral formaron la pareja de centrales tras dos semanas sin entrar en el once.
El arranque
Dos «Celtas» en media hora
El Celta se ha especializado a lo largo de la Liga en demostrar que es capaz de lo mejor y de lo peor, y ayer conjugó sus dos versiones en la primera media hora de partido. El inicio de los de Luis Enrique fue para el olvido. Los celestes entraron fríos, lentos, distraídos y sin intensidad, y la Real le pasó la factura en forma de gol en el minuto cinco. Tuvo que aparecer la magia de Rafinha desde la banda derecha para recordar al Celta que sabe jugar, que es capaz de plantar cara a cualquier rival si la intensidad está de por medio. Y eso fue precisamente lo que sucedió a partir del cuarto de hora de partido, con el fútbol celeste brillando ante una Real que salió del atasco por la vía del gol.
La defensa
Sin término medio
La Real Sociedad fue testigo de privilegio de los errores y aciertos de una defensa celeste que expuso todo su catálogo, desde la pasividad de los centrales ante el segundo tanto visitante, a la capacidad de los laterales para sumarse al ataque. Por momentos se vio una zaga resquebrajada, sin norte, que regalaba rechaces letales y que se aliaba con el rival sin proponérselo. Sin embargo, cuando el Celta tomó la manija del partido, la defensa mostró su cara más expeditiva, frenando al rival y anulando el vertiginoso ataque de una Real Sociedad que presumió de zarpazos y pegada.
El centro del campo
Un giro ambicioso
Aunque Fontás es probablemente el central más solvente del Celta, Luis Enrique le confió de nuevo las tareas de pivote, reforzando a la defensa. El catalán, junto a Krohn-Dehli y Augusto, se vio superado en el inicio, si bien acabó convirtiendo su parcela en un dique de contención con constantes ayudas del argentino y del danés. Bien es cierto que Krohn-Dehli exhibió sobre todo su parte creativa, siendo la habitual puerta de salida del ataque vigués.
El ataque
Efervescencia con poco premio
Cuando el Celta saca a relucir su mejor fútbol, es capaz de trenzar jugadas y generar peligro por doquier. Ayer, superada la pájara inicial, el juego combinativo que exprimía las bandas, los cambios de orientación, las búsquedas constantes de la línea de fondo y sobre todo una mentalidad claramente ofensiva, hicieron que los de Luis Enrique achuchasen a una Real solo indultada por la falta de pegada de los vigueses. Porque tuvo que ser un penalti el que abriese la lata, y Santi Mina el que rescatase en un balón casi raso y por el centro, el punto de oro ante los de Arrasate. El problema del Celta en los últimos metros sigue a la vista.
La actitud
Hambre hasta la prolongación
El empate cosechado por el Celta fue el premio al hambre y a la fe que expuso el equipo. Superados los nervios y titubeos iniciales, los vigueses sacaron su versión más ambiciosa. Los dos tantos visitantes no les achicaron, y buscaron con ahínco el premio. Que esta vez sí llegó.