Desde que el Celta regresó a Primera División sus experiencias en el mercado invernal no han sido especialmente positivas. En enero de 2013 el equipo, con la sombra de la zona de descenso persiguiéndole, apostó por reforzarse en todas las líneas. Fabián Orellana llegó sobre la bocina para apuntalar el ataque, pero su rendimiento hasta final de temporada no fue el esperado. Vadim Demidov se incorporó a la defensa, y aunque llegó a disputar una docena de encuentros, tampoco resultó determinante. También en ese mes de enero el equipo fichó a Daniel Pranjic. El centrocampista estaba llamado a aportar veteranía y experiencia al centro del campo celeste, pero pasó sin pena ni gloria por un Celta que comenzó el año a las órdenes de Paco Herrera y que terminó con Abel Resino sentado en el banquillo y celebrando la salvación.
Más sangrante fue lo sucedido el invierno pasado. El Celta decidió recurrir al mercado para apuntalar dos demarcaciones, buscó gol y solvencia para el centro de la defensa. En la zaga incorporó a Íñigo López en calidad de cedido, y el riojano cumplió y, aunque no logró desbancar a Fontás y a Cabral como titulares habituales, dejó en Vigo la sensación de ser un profesional serio, justo la imagen contraria a la que ofreció Welliton Soares, el gran borrón de la temporada pasada.
El delantero brasileño llegó para disputarle el puesto a Charles Dias, pero acabó su cesión con cuatro minutos disputados como celeste sobre el césped y con una detención por conducir bajo los efectos del alcohol. El gran fiasco del año.