Los vigueses hicieron una primera mitad brillante de la que se vengó el Barcelona tras el descanso
15 feb 2016 . Actualizado a las 12:29 h.El Celta fue víctima de la crueldad y la superioridad del Barcelona en una noche en la que los celestes pagaron muy caros cada uno de sus errores y el cabrear al rival. Tanto, que encajaron una goleada como no recordaban en años a pesar de que en la primera mitad se empacharon a recoger elogios por el inmenso trabajo y el gran planteamiento que habían hecho en el Camp Nou.
Pero el empate con el que los vigueses se marcharon al descanso solo sirvió para enardecer a un Barcelona que a modo de tornado sentenció el partido, y que a base de individualidades y de aprovechar el cansancio rival acabó empachándose a goles.
El arranque
Perfectos en la táctica. Berizzo sabía que se exponía a un reto mayúsculo al enfrentarse al Barcelona con una plantilla hecha jirones. La única vía que le quedaba a su equipo era hacer un partido perfecto y confiar. Y eso fue lo que resultó en el primer acto. El Toto encomendó a Wass anular el cerebro blaugrana, pegarse a Busquets y hartarlo, y eso hizo el danés. Sin el centrocampista, los catalanes se fiaban a su tridente, que en los primeros 45 minutos quiso pero no pudo. Solo el balón parado les abrió el camino gracias a Messi, el hombre al que Jonny siguió por todo el terreno de juego y al que puso coto en el primer tiempo.
La actitud
El desgaste pasa factura. El Celta salió a presionar al Barcelona cerca de los dominios de Bravo. Con una colocación en el campo notable, y a base de ayudas, kilómetros y anticipación, cortaron y robaron, y eso permitió que Señé, Planas y Guidetti pusieran a prueba al portero rival. El peaje que tuvieron que pagar los célticos fue un desgaste brutal que en la segunda mitad les pasó factura. Quizás el mejor ejemplo fue Daniel Wass, que se extenuó en la presión y persiguiendo a Busquets, dispuso de un par de tiros para empatar, y abandonó el terreno de juego absolutamente agotado.
La clave
La salida en tromba. El Barça sabía mejor que nadie que dejar al Celta jugar y tener el balón, como en el primer tiempo, puede ser un arma letal, de ahí que tras el paso por vestuarios cambiase el registro y asumiese el protagonismo. Fue el que presionó, el que corrió y el que machacó. Por la vía rápida entró en tromba en los dominios de Sergio y era cuestión de tiempo que el gol cayese. Luis Suárez sentenció y a partir de ahí el Barcelona comenzó su homenaje ante un Celta agotado y sobrepasado en todos los sentidos.
El castigo
Una floritura a destiempo. El Barcelona ninguneó al Celta de forma cruel. Lo hizo con en el marcador, pero sobre todo con las florituras de Neymar y el penalti a medias de Leo Messi y Luis Suárez. Una licencia tan arrogante como vistosa que llegó con el partido sentenciado y que, adrede o no, acabó ridiculizando al Celta, un digno rival que se había ganado otro trato. Porque la elegancia en la victoria es todavía más necesaria que en la derrota, y ayer los culés, viéndose ganadores, no estuvieron a la altura del marcador. El Celta, que puso empeño e intención, acabó siendo víctima de los millones y la calidad en una batalla claramente desigual.