El colectivo de Eibar, fundado en 1999, se fija el objetivo de captar nuevos celtistas
29 mar 2017 . Actualizado a las 12:51 h.El ascenso del Eibar a Primera hace dos años les puso en el mapa por sus grandes recibimientos a las peñas viguesas cada vez que visitan al conjunto armero aprovechando que por cercanía es siempre uno de los desplazamientos más multitudinarios. Pero su historia viene muy de atrás. Tanto, que se trata de una de las agrupaciones celtistas pioneras de fuera de Galicia, pues la Peña Celtista Eibarzale echó a andar en 1999.
«La idea se la debemos a Santiago Carnero», subraya Emilio Fernández, que sucedió en el cargo de presidente al fundador, ya fallecido, y que siempre se ha inspirado en el entusiasmo con el que él llevaba la peña para tratar de hacerlo de la misma manera. «Nos fuimos conociendo varios celtistas por diferentes circunstancias, tanto de Éibar como de municipios de alrededor y la montamos», recuerda. Fue a raíz de irse encontrando en un bar para seguir los partidos. «Él sabía que yo era gallego. Un día me vio nervioso durante un partido y al acabar se acercó a mí para decirme que ya podía estar tranquilo, que habíamos ganado», dice. Empezaron a comentar que los dos conocían a algún que otro celtista más y esa conversación fue el germen de todo.
A finales de 1999 llegó la oficialización. Se federaron y comenzaron una actividad frenética que luego ha tenido picos, épocas de más y menos esplendor, pero sin cesar en ningún momento. «A Santiago le vino la enfermedad y con 75 años falleció. Ahí nos faltó un poco el alma de la Peña Eibarzale», lamenta Emilio. Insiste en que todo empezó en base a él y con él siempre presente siguen funcionando. «Para llevar la peña intento imitar su ejemplo, las ganas que le ponía y la cantidad de iniciativas que tenía siempre entre manos. Él siempre me estaba encima con eso».
Ahora la peña está centrada en renovarse. Al estar formada en su mayor parte por gallegos, se ha dado el caso de que muchos han ido regresando a su tierra a medida que se han jubilado o las circunstancias se lo han permitido, por «cosas naturales de la vida», reflexiona el actual presidente. «Éramos 30 y hemos bajado un poco. En la última asamblea hablamos de promover el celtismo entre los hijos y nietos y que se acerquen al Celta desde pequeños. Porque viviendo aquí es más fácil que coja a Real, Athletic, Madrid o Barcelona», comenta. Están seguros de que mostrándoles el celtismo desde pequeños se engancharán, como ellos en su día. Acaban de ponerse manos a la obra con la pequeña Carol, su socia más joven desde hace unos días, cuando celebraron su asamblea anual.
Presumen de encandilar también a algunos vascos sin relación con Galicia que, aunque a veces sin llegar a ser tan aficionados como para hacerse peñistas, sí que sienten una simpatía especial por el equipo. Contaron también con un peñista que sí era foráneo y celtista como el que más. «Era santanderino y su familia tenía un restaurante al que una vez fue a comer el equipo. Le teníamos mucho cariño», dice sobre este celtista al que proyectaron hacer socio de honor, pero que falleció antes de que pudieran hacerlo.
Suelen bromear con que su sede, el bar Etxeguiña, tiene un nombre que pasa por gallego, aunque en realidad es euskera. «Allí vivimos los partidos con muchos nervios. Pero ahora mucho más contentos después de años de pasarlo mal», comenta. Ahora en momentos de celebración añoran «a los que pasaron esos momentos malos y no pueden disfrutar de estos. En las alegrías uno se acuerda de los que faltan, de cómo habrían celebrado volver a vernos en Europa. Siempre están presentes», apunta con emoción.
La mayoría de los peñistas, incluido el propio Emilio -que, además, es abonado-, simpatizan con el Eibar. Pero sin discusión posible sobre a cuál prefieren. «Mi primer equipo es el que es y todo el mundo lo sabe. Me conocen por el celtiña, incluso. En el partido contra el Celta me echan de menos en la tribuna porque me voy con la afición visitante», comenta. Para él esos partidos son una fiesta. «Hacemos juntanzas con las peñas de Vigo y la del Eibar Eskozia la Brava, con muy buena convivencia. Y luego, a la hora del partido, cada uno con los suyos».
Dice Emilio que el secreto para mantenerse con el paso de los años y pese a los momentos de dificultad del equipo se llama únicamente celtismo. «No somos celtistas de nuevo cuño, somos de toda la vida. Nuestra afición por el equipo tiene mucha fuerza, es algo que sientes desde siempre». Por eso lo que quieren es más como ellos: «Que cuando pasen los años veamos que hemos hecho una labor con los niños y que el celtismo en Eibar tiene continuidad».