Treinta años después de la muerte de Nolete, un mito del celtismo, su hija Ángeles recuerda las facetas de futbolista y de celtista del primer goleador del club en la élite
04 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«A mí no me gusta el fútbol, ¡fíjate qué desastre! Pero el Celta... ¡el Celta me encanta!». Es una de las herencias que dejó en su hija Ángeles -autora de la frase-, como en el resto de su familia, Manuel Copena Araújo. Por su nombre quizá muchos celtistas no le sitúen, pero si se habla de Nolete, los que no le recuerden habrán oído hablar de él como el autor del gol del primer ascenso, el primer goleador céltico en Primera, el mayor anotador celeste en la historia de los derbis o el primero en debutar con doblete décadas antes que Maxi Gómez. Se cumplen 30 años de su muerte.
Nolete fue futbolista del Celta durante ocho temporadas, entre 1932 y 1936 y entre 1939 y 1943. En medio de las etapas, la Guerra Civil. «Mi padre estaba seleccionado con España, pero estalló la guerra y ya no había fútbol, solo guerra», recuerda Ángeles Copena. Ella nació en 1942. No tiene conciencia de haber visto a su padre jugar, pero conoce sus andanzas futbolísticas al detalle y, sobre todo, fue testigo directo de la pasión que en él despertaba su equipo. «Subió al Celta a Primera de suerte y de casualidad con su gol, pero dicen que era muy bueno. Un delantero luchador, valiente, potente y un ídolo para los aficionados», cuenta ella orgullosa. El mismo orgullo con el que relata cómo su padre llegó a probar con el Madrid, pero enseguida estaba de vuelta. «Se fue allí, pero él tenía una querencia enorme por Galicia y por su Celta, aparte de que ya estaba enamorado de mi madre. Y le pagaban una buena ficha aunque no fuera como ahora a Ronaldo. Pero él se volvió».
No es ese el único ejemplo de que cuando se trataba del Celta el factor económico se volvía algo secundario. Otra muestra fue el homenaje que recibió en 1942. «Le daba dinero por aquello, pero decidió dejárselo para que el club pudiera seguir en Primera. Conservo el papel que lo certifica. Estaban muy mal de fondos y no es que nosotros fuéramos millonarios, y menos en la posguerra. Era capaz de todo por su Celta», recalca.
En la familia no ha habido más futbolistas, si bien en lo que sí le han seguido es en el sentimiento. Para sus hijas y nietos, también es «su Celta». «Nos llevaba a Balaídos cuando yo era pequeña y nos desgañitábamos todos para que ganara el equipo. Él se ponía nerviosísimo, decía que acababa cansado de dar patadas al aire durante como si jugara», recuerda emocionada. Y añade: «Lo suyo fue una pasión tremenda por el Celta hasta el último día de su vida. Nos encanta que vengan otros como Aspas y triunfen porque cada uno tiene su época. Pero la parte que le corresponde a Nolete es un honor».
Los nietos de Ángeles, bisnietos de Nolete, no llegaron a conocerle. Pero les pasa como a Ángeles con la parte de futbolista en activo: sin tener recuerdos propios, se saben su historia al dedillo. «Presumen de que su abuelo era Nolete. Y mira que han pasado años, pero la gente aún le recuerda y nos sigue mostrando un cariño enorme».
El alcalde celtista de Baiona
Nolete fue un futbolista «atípico», reconoce su hija. Pocos estudiaban una carrera, pero él lo hizo y ejerció de profesor en el Santa Irene. No solo eso. También fue regidor local de Baiona. «Le llamaban el alcalde celtista de Baiona. Tenía una vida complicada entre la clases y el ayuntamiento, que entonces ni siquiera cobrabas dinero e ibas en tu tiempo libre», destaca. A mayores, siempre estaba disponible «si el Celta le llamaba para entregar una copa o lo que fuera». «Ante todo era alguien noble y con luz. Como persona y como futbolista», dice. Una luz que no se apagó ni siquiera con su muerte hace 30 años.