La entrada del Tucu Hernández revitalizó el centro del campo del Celta y conectó la medular con el ataque
02 abr 2018 . Actualizado a las 00:38 h.La lógica acabó aplastando el planteamiento de inicio con el que Juan Carlos Unzué quería doblegar al Athletic de Bilbao. Durante una hora el Celta dio una imagen triste y de equipo sin hilvanar siquiera que se corrigió nada más pisar el terreno de juego el Tucu Hernández. Uno de esos futbolistas que aporta trabajo en gris y en color. El chileno, que con la llegada del navarro perdió el protagonismo y la confianza que Berizzo le había brindado desde su llegada, revolucionó a su grupo. Puso músculo en los cimientos y empuje en los metros finales. Lo que el Celta había echado en falta durante setenta minutos.
El once
Un equipo patas arriba. Unzué dio la campanada con su once. No por fructífero, sino por sorprendente. Roncaglia vio el partido desde la barrera al recuperar Cabral la titularidad, y por primera vez desde que llegó, Lucas Boyé fue de la partida en el costado zurdo del ataque, en detrimento de Emre Mor, que ni fue convocado, y de Pione Sisto, que comenzó en la banqueta. Radoja, que ya ha jugado de casi todo en Vigo, tuvo que defenderse como pudo a la izquierda de Lobotka, y Wass retornó a la diestra de la medular. El resultado de los cambios fue un Celta al que el Athletic machacó de inicio por la izquierda y un equipo tan descompensado que ni miró a portería en todo el primer tiempo.
Los cambios
El banquillo como solución. El Athletic, que tuvo el mérito de la presión en la primera mitad, quemó una y otra vez al Celta con sus llegadas, sobre todo encarnadas en Williams, al aprovechar los desequilibrios que se generaban en el centro del campo. A Lobotka, que se define por su calidad y su conducción, le cuesta conservar la posición y a menudo avanza metros de más para intentar conectar con sus compañeros acarreando desequilibrios en la sala de máquinas que son un cheque al portador para el rival. Eso le sucedió ayer. Al menos hasta que Unzué tiró de banquillo. El ingreso del Tucu puso más músculo al partido, lo mismo que un Brais que quiso más balón y que acabaría vestido de héroe de la jornada. A los de Ziganda les costó mucho más avanzar y encontrar vías de agua, y el cansancio hizo el resto. Sisto, aun desconectado y muy lejos del empeño que puso Boyé, generó algunos desequilibrios, y el empuje de los minutos finales completó el cambio de rumbo y maquilló el partido.