Brais, que estuvo en la cantera amarilla, vuelve a Villarreal por la puerta grande
25 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Los sábados por la mañana eran sagrados en Samil. Un prebenjamín llamado Brais Méndez, al que los pantalones cortos le tapaban las piernas, se juntaba con sus compañeros del Santa Mariña en las escuelas de fútbol para dar patadas al balón y emular a sus ídolos. Eran unos mocosos, pero a los que se les daba bien lo del fútbol. Realmente bien. Apuntaban maneras hasta el punto de que gente del balompié como Moncho Carnero aventuró un día que «si tuviera dinero, compraba el futuro profesional de estos cuatro». Se lo dijo a Milucho, el ojeador del Villarreal, mientras ponía el ojo en Brais, Rubén Blanco, Yelko Pino, Matías y Bruno. Y Carnero no se equivocaba.
Brais, hoy convertido en la revelación de la temporada en el Celta, no destacaba por su envergadura, pero sí por lo que hacía con los pies ante chavales generalmente mayores. Controlaba el balón y ya se le intuía ese no sé qué para el fútbol. Tenía talento. Tanto, que un buen día, siendo infantil de primer año, Milucho citó al jugador y a su familia en un bar de Samil para exponerles una propuesta directa. El Villarreal, uno de los clubes que mejor trabaja la cantera en España, quería llevárselo. Sus padres ya lo sabían, pero quedaba ver la respuesta del niño, que con una tranquilidad pasmosa espetó: «¡Ah, pues qué bien!». Sin miedos ni temores. Si junto al Mediterráneo podía fraguarse una carrera como futbolista, bien valía la pena hacer las maletas, pensó.
Brais llegó a la ciudad deportiva del Submarino siendo infantil de segundo año y estuvo también en cadetes de primero. Y allí coincidió con Pau Torres, Chuca y Ramiro, tres compañeros de fatigas de entonces que ahora, al igual que el céltico, llaman a las puertas de Primera División. Era una camada especialmente buena, que destilaba calidad. Solo así se explica que cuatro de aquellos futbolistas estén ahora abriéndose camino en Primera.
En el caso de Pau Torres, alternando filial y primer equipo y ejerciendo de central, Chuca como mediocentro ganándose las primeras oportunidades en el buque insignia del club, y a Ramiro, ahora lesionado, disfrutando incluso de partidos de la Europa League. Los tres amarillos y Brais siguieron un camino similar, aunque con diferente escudo, porque el mosense, tras el segundo año, sintió morriña y regresó a Vigo. A un Celta que le acogió con los brazos abiertos y con el que se prepara para regresar a Villarreal.
«No he vuelto por allí desde que dejé la cantera, no sé si se pueden arrepentir o no [de haberlo dejado escapar], para mí va a ser bonito, especial, emotivo», dice el centrocampista cuando piensa en regresar a la que durante un tiempo fue su casa.
Brais pisará el estadio de la Cerámica convertido en algo más que un proyecto de futbolista: en un jugador que en Primera tiene su hábitat natural y que en los últimos tiempos ha llenado la mochila de confianza. «Me encuentro cada vez mas cómodo, mas suelto, con más confianza, siendo yo mismo». El Brais que se intuía en Samil es ya una realidad en Primera.