El Celta, liderado por el moañés, recuperó su identidad, pero un fallo en la estrategia le privó de los puntos en casa
20 oct 2018 . Actualizado a las 00:16 h.El fútbol no entiende demasiado de justicia. En ocasiones, como sucedió en Balaídos, los merecimientos van por un lado y el marcador por el otro. De ahí la desolación y el coraje que afectaba a la plantilla tras la derrota contra el Alavés. El Celta, después de muchos partidos vagando, regresó al camino del balón al piso, de la propuesta combinativa y del latido a través de Aspas, pero un fallo en una jugada a balón parado le costó los tres puntos y el disgusto. Y quién sabe si también al puesto a Antonio Mohamed, que tras seis jornadas sin conocer la victoria está seriamente cuestionado.
el once
La sorpresa de Dennis
Dennis Eckert, un chaval del filial tenaz y trabajador, pero cuyo nivel todavía está lejos de Primera División, y al que Antonio Mohamed parece querer cargar de responsabilidad antes de tiempo, fue el hombre elegido para sustituir a Maxi Gómez. El entrenador prefirió darle los 90 minutos al jugador del B antes de introducir cambios más profundos en el equipo. Quería un punta corpulento para rematar balones, pero obvió que el jugador elegido apenas tiene rodaje en la élite ni galones. La consecuencia fue que el delantero quiso, pero no supo. Dispuso de un balón franco, pero su ritmo de fútbol de bronce le impidió rematarlo antes de que el defensa achicara la pelota. Un partido con tanto en juego y con la idea clara de bajar la pelota era un regalo envenenado para el trabajador Dennis.
el planteamiento
La pelota regresa al césped
Tras semanas de ensayos infructuosos y de una sangría de identidad preocupante, el Celta volvió a ser el Celta. Bajó la pelota, la jugó, la combinó e intentó hacer daño al Alavés a través del esférico. Queda la duda de si ese regreso a los orígenes fue auspiciado desde el banquillo, donde Mohamed calcó la fisonomía de partidos anteriores al cambiar hombre por hombre en punta, o si salió de los propios futbolistas y sobre todo de su líder, un Iago Aspas que se dejó los pulmones recorriendo metros y metros para ayudar en la creación, en la recuperación, en los pases y en el remate. Él hizo jugar a un equipo en el que Lobotka volvió a estar más entonado, en el que Brais puso sus conocimientos de fútbol al servicio del grupo y en el que Boufal intentó aportar miga. El 61,2 % de posesión que tuvo el Celta fue más real, y sobre todo tuvo más criterio, que la de todo el mes anterior.
el mando
Aspas, líder y trabajador
El nombre propio de la noche en Balaídos fue el de Iago Aspas. Por liderazgo, por lectura del partido, por calidad y por esfuerzo. En partidos anteriores el moañés respetaba más las indicaciones de su posición en el campo, se movía por donde teóricamente le asignaba Mohamed. Ayer, instigado o no por el entrenador, lo cierto es que el internacional barrió todo el campo. Tanto, que a menudo apareció por detrás de la línea divisoria para ayudar a recuperar balones, presionar o poner los cimientos para lanzar el ataque. Hizo todo eso, pero sin desatender sus funciones como delantero. Se movió entre líneas, porfió, dejó pases antológicos y dispuso de algún remate. Pero ayer no tenía el día de cara a portería.
los problemas
La defensa y los cambios
Más allá de los instantes iniciales, el equipo de Abelardo apenas exigió defensivamente al Celta. La zaga no estuvo muy exigida, pero en una acción en estrategia un erro de Júnior Alonso acabó por costar tres puntos al grupo. La historia de casi siempre. Si no es un colapso total, es un fallo individual. Ante el Alavés el otro gran problema fue que los cambios que introdujo Mohamed -Emre Mor, el debutante Hjulsager y Pione Sisto- no aportaron absolutamente nada. El argentino sigue fiel a la ley de amontonar, sin tener en cuenta que a veces los árboles no dejan ver el bosque.