Una operación a la espera de dar sus mejores frutos

L. Méndez VIGO

GRADA DE RÍO

Lalo R. Villar

Celta y Valencia aún confían en rentabilizar el trueque entre Mina y Maxi

05 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera diría que el Turia desemboca en la ría de Vigo. Solo así se explica la relación de intercambio labrada entre Vigo y Valencia. Han sido numerosos los casos de futbolistas que han pertenecido a la escuadra celeste y también a la ché.

El último trueque fue el gran culebrón del pasado mercado. A un lado de la península, en la capital valenciana, Santi Mina deseaba regresar a casa. Tras años a la sombra del banquillo en Mestalla, pero habiendo demostrado un gran rendimiento siempre que disponía de minutos, creyó que su carrera exigía una vuelta a los orígenes, al lugar en el que le darían confianza y minutos de partida.

Al otro lado, tras el puente de Rande, Maxi Gómez recibía ofertas de ingentes cantidades de dinero. Pocos —por no decir casi nadie— esperaban que aquel joven delantero uruguayo, fornido y llegado desde el Defensor Sporting de la liga charrúa en 2017, acabaría demostrando ser un delantero de alto nivel europeo. Primero fue el West Ham en invierno, con los cantos de sirena de un gran contrato y un escaparate como la Premier que le vendría como anillo al dedo al de Paysandú. Pero el Valencia fue el más interesado y le pescó.

La operación que acabó con Maxi Gómez en Valencia y Santi Mina de vuelta en Vigo se oficializó el 14 de julio de 2019. En el trueque el Celta recibía 30 millones de euros por el charrúa más la cesión por dos años del joven central Jorge Sáenz. A cambio, para llevar a Mina a Balaídos tuvo que desembolsar 15 millones al club valencianista.

A priori, ambos clubes encontraban soluciones con el intercambio. El Celta porque repescaba a una pieza más en la Operación Retorno en un Mina que vendría a acompañar y descargar a Aspas, mientras que colmaba las peticiones de salida de Maxi que recalaba en un Valencia deseoso de un 9 de referencia para dar libertad a Rodrigo.

Los derroteros de la temporada del covid han acabado con un escenario totalmente diferente al esperado. En clave Celta, Santi Mina ha sido una de las mayores decepciones de la campaña. Visto su rendimiento con escaso minutaje a orillas del Mediterráneo, se esperaba que fuese un futbolista que se revalorizase y aportase un cifra superior a los 8 goles que ha sumado en la presente liga. Lo que sí no ha faltado ha sido su entrega. La presión y el trabajo del 22 celeste ha convencido, no así sus registros goleadores. Con la salida prematura de Jorge Sáenz, a quien el Valencia recupera, la valoración del club vigués de su gran operación del pasado verano todavía está en el aire.

La pieza perdida en ese cambio no ha convencido del todo al valencianismo pero se le ha valorado positivamente en un contexto volcánico. Maxi Gómez ha firmado sus números más discretos desde que llegase a España con 10 goles y 2 asistencias, amén de una latosa lesión en el pie y varias jornadas negado de cara a gol. «Su rendimiento no ha defraudado pero tampoco ha estado a la altura, como el resto del equipo», apunta el periodista de Negre Sobre Blanc, Pau Pardo. Es ahora, con un nuevo curso quizá más asentado y con el recién llegado Javi Gracia, cuando el charrúa tendrá espacio y galones. «A Mestalla le gustan los delanteros como Maxi. Entendiendo la coyuntura el valencianismo tiene altas expectativas y quiere verle un año más», comenta Pardo.

Su garra ha convencido al club ché que, en medio de una reestructuración completa, no se plantea prescindir de Maxi. Será el buque insignia en un club que busca revalorizar sus piezas para venderlas al mejor postor. «Se tiene la convicción de que, en un escenario normal, partirá como gran referencia en ataque», apunta el periodista Vicent Chilet. Ambos futbolistas han vivido años convulsos y han visto resentido su rendimiento por lesiones. Mina al comienzo de la temporada y Maxi con una fractura en su pie derecho.

Para el próximo curso, Mina y Maxi buscarán reeditar sus mejores tardes. Esas en las que, con la camiseta contraria, ofrecían soluciones a sus equipos en forma de goles. De características diametralmente opuestas, siempre se mostraron fiables de cara a puerta y tendrán una reválida. La suya fue una operación redonda, un gran culebrón que todavía este año espera dar sus mejores frutos y repartir etiquetas de beneficiado y desdichado.

El complemento ideal para Iago Aspas conocía la casa

La suya fue una de las salidas más dolorosas. Santi Mina era el canterano más avanzado de la última década en el Celta. De la mano de Luis Enrique, el proyecto de delantero vigués creció hasta establecer en el imaginario celeste grandes cotas para él. Sin embargo, todo se empañó fuera del césped en aquel final de temporada de 2015. Primero llegó la firma con un nuevo representante, el portugués Jorge Mendes. Era un aviso a navegantes. El gran agente de futbolistas del panorama mundial empezó a sopesar el mercado de su joven representado.

Su fichaje por el Valencia pero, sobre todo, sus posteriores declaraciones hirieron a la afición. No fue así con el club, que lo vio como una operación de mercado jugosa y le apuntó en su particular lista de emigrados que algún día querría repatriar. Así se llegó al escenario del pasado verano. Con Maxi Gómez en la rampa de salida llegó a las oficinas de Príncipe una oferta por el charrúa por parte del Valencia. A ojos del Celta, el West Ham ofrecía más dinero pero el Valencia ofrecía otra pieza más fundamental en la Operación Retorno.

Tras la llegada de Denis Suárez, la vuelta de Mina afianzó la llegada de canteranos. Una apuesta de club. Estaba llamado a cerrar heridas entre su afición, regresar a casa y triunfar acompañando al gran delantero canterano de la historia del Celta. No fue así pero Santi Mina, con contrato hasta 2024, tendrá otra oportunidad más para demostrar que sigue siendo esa joya canterana de la que tantos goles se esperan.

Una irrupción brillante que quiere llegar a lo más alto

La suya fue otra de tantas apuestas del Celta en mercados lejanos. Maxi Gómez llegó en 2017 como un fichaje de futuro, el suplente de un John Guidetti adaptado al club, a Aspas y a la titularidad. Un perfil batallador, un delantero corpulento y que no rehuyese la brega.

Sin embargo, la de Maxi fue una irrupción inesperada. En el Quinocho de pretemporada frente a la Roma, Guidetti se rompía la clavícula derecha. No quedaba otra que confiar en aquel joven uruguayo algo fuera de forma. En el primer encuentro de Liga frente a la Real Sociedad presentó sus credenciales con un doblete de delantero de área.

No dejaría de marcar goles en Vigo, dejando aparte una difícil racha en ausencia de Aspas que también notó el equipo en la agónica salvación de hace dos temporadas. Ya en enero de ese mismo año, con el equipo inmerso en la pelea del descenso, a Maxi le llegaron ofertas mareantes desde China o Londres.

Una vez conseguida la salvación, en la que el charrúa se sentía implicado, oyó más ofertas. Y ahí apareció el Valencia con un proyecto serio, en Champions y con Marcelo García Toral como aval. El año fue convulso, pero de él se espera todavía un rendimiento de estrella. «El Valencia tenía una estructura de club fuerte y convincente y lograron un acuerdo de encaje financiero complicado. El valencianismo está bastante satisfecho con Maxi a pesar de las circunstancias y su continuidad no admite dudas», sentencia el periodista valenciano Vicent Chilet.