Hasta luego, Lucas

GRADA DE RÍO

Oscar Vázquez

24 ene 2021 . Actualizado a las 22:03 h.

Cuando Okay perdió esa bola, tuvimos un deja vu. Fueron apenas unos segundos en los que pensamos que no podía suceder exactamente lo mismo cuatro días después. Pero pasó. Como quien se siente en deuda con un regalo, el Celta devolvió el de Sergio Álvarez. No sé bien qué lectura hicieron de lo de Heliópolis, pero el aprendizaje se hace insuficiente. El drama de otear la tablas puestas en lo alto del luminoso era ver al banquillo. De entre todo lo que guardaba Coudet para reaccionar, solo Baeza y el joven Alfon tenían perfil ofensivo. La planificación de Chaves y Miñambres, en otro aprieto.

No puede quejarse mucho el Chacho, pensándolo bien, porque ha logrado el milagro de los panes y los peces. El club, que no tenía margen para traer ni al delantero inexcusable, se ha sacado de la chistera dos incorporaciones —una de ellas por petición expresa del técnico— y tiene en cartera la tercera. Un expediente que ni Perry Mason lograría defender, si no fuera porque hace tiempo que probamos que, de la mitad de lo que cuentan, menos de la mitad es cierta.

Aunque para deja vu, lo de Lucas Olaza. Un tipo al que le dijeron que recogiera su casa para meterse en un avión hacia Argentina, y al que llamaron luego pidiéndole que se diera la vuelta antes de tener tiempo para saber en qué caja había dejado las reservas de mate. Y al que ahora vuelven a poner en una situación extravagante. El demérito del uruguayo es haberlo jugado casi todo, a un nivel más que aceptable, y ser uno de esos profesionales que siempre quieres tener en tu empresa.

Uno entiende que el Celta quiera apretar a Boca y no le importe volver a meter a Olaza en un avión si hace falta como si fuera mercancía, pero cuesta aprobar ese comportamiento. Y cuesta más viendo no solo el desperfecto que le provocaría a esta plantilla su marcha, percibiendo también el daño que le hacen innecesariamente.

Antes de concentrarse para el partido ante el Eibar, Olaza le ha dado un «me gusta» en sus redes sociales a un comentario que denunciaba que el Celta le está dando un trato «deplorable». Que no es un palabro cualquiera. Luego, se ha enfundado la celeste y ha sido protagonista en las dos únicas opciones, exceptuando el gol, que ha tenido el equipo en todo el partido. Ha estampado en la madera una buena asistencia de Nolito —me hubiese parecido de una justicia poética impecable que esa pelota acabara dentro— y le ha puesto a Hugo Mallo un centro que solo Dmitrovic pudo evitar que celebrara.

El Celta dice que no quiere que Olaza juegue veinte partidos esta temporada si le toca pagar. Hoy ha jugado el dieciocho, entre los mejores sobre el césped. Y ya nos esperamos cualquier cosa. Que haya rebaja. Que no la haya. Que aparezcan los cuartos debajo del colchón. Y hasta que le digan: «Hasta luego, Lucas».